Manuel Marín-Vozpópuli
- Ahora ponen caras de circunstancias, posan con gestos compungidos y fingen arrepentimientos, pero se han tocado la badana. Todo era mentira con la mujer
“¿Ese escote lo has tenido siempre?”. “Iré depilado por si tienes un desliz y te meto ficha”. “Te ponía ahora mismo de vuelta y media”. Poesía. Este Rubén Darío de la palabra que era el líder del PSOE en Torremolinos (Málaga) tiene un mérito, el de que Paco Salazar, un pata negra del protosanchismo, el que no cupo en el Peugeot, un jeta a sueldo del Ayuntamiento de Dos Hermanas por el que nunca pisó, pero sí cobró, parezca casi un caballero con las mujeres. Ahí quedó Tito Berni, con sus calzoncillos de pandemia, sus locales con lucecitas de colores, sus mujeres al cobro y sus miserias de gañán a comisión. Ahí quedó Ábalos con su subasta de mujeres, y ahí quedó Koldo, el conseguidor que también ‘tiraba fichas’. Daba igual que fuese la presidenta de Adif con esos pantalones, uff, o que fuese una ‘sobrina’ de Ábalos a la que a modo de migaja pedía fotos de sus pechos porque la asturiana le ponía. Todo lo que cayese era bueno para el convento. Ahí se andan todos. Y Paco Salazar y sus braguetas abiertas, sus simulaciones con gestos obscenos y su agáchate a recoger eso, que yo te mire.
Y los Monederos entre alumnas. Y los Iglesias azotando a Marilós hasta sangrar. Y los Errejones, más adictos a sí mismos que ‘enfermos’ fingidos. ¿Producirá ahora el ecosistema de este progresismo impostado una serie como la de Nevenka? Aquella concejala de León fue el símbolo de la lucha y resistencia frente a un machismo cerdo. Pero provenía de un alcalde del PP. Entonces, sí. La serie, el recordatorio, la vergüenza… En ese caso sí era necesario plasmarlo en el ideario colectivo para dar una lección moral a la sociedad. Y bien está. Pero no consta que nadie vaya a realizar una serie televisiva con el universo de los koldos, salazares y monederos. Ni siquiera consta que en esa serie sobre Pedro Sánchez que nadie quiso emitir de tanta melaza propagandística que tenía, figurase aquel mensaje suyo que tildaba de “pájara” a Margarita Robles.
Esta izquierda adalid de la ejemplaridad se está quedando en los huesos de su hipocresía. La ‘ley del sí es sí’ fue una chatarra legislativa que permitió excarcelar a agresores sexuales. Las pulseras de vigilancia de los maltratadores son como la alta velocidad con sus averías constantes. Pero sí hay que fabricar toda una entelequia de agresión a las mujeres cuando Andalucía, su Gobierno del PP, comete un error con la comunicación de los cribados del cáncer de mama en el que la Fiscalía no percibe delito alguno. No sé… con toda esta falta de densidad moral se me viene a la mente aquel pasaje del James Joyce más misógino, cuando describía a una mujer desde la mente calenturienta de su personaje dublinés: “Tiene un estilo ñoño, mermeladoso, braguitoso, con efectos de mariolatría de incienso, berberechos estofados y paleta de pintor…” Eran los años treinta del siglo pasado. Pero nada ha cambiado. Santos Cerdán tenía como una reina a Paqui-black arrasando en el Corte Inglés, y Sánchez más de lo mismo. Cómprate una cátedra, que tú lo vales. Pero las demás mujeres españolas, el resto, son todas braguitosas y mermeladosas. ¡Cómo se ofendieron en la izquierda con aquella fotografía de Irene Belarra marcando pezones! Cuánto se escribió. Cuánta denuncia contra tanto salido incapaz de respetar la libertad de una mujer para vestir.
El desguace moral del PSOE, extensivo a Podemos y Sumar, se está produciendo en dos fases. Primero, la grave, la de los hechos, sean o no delictivos. Segundo, la indecente, la de las indignaditas que creen todo “vomitivo” a toro pasado. Lo conocían y lo taparon. Lo taparon y lo destruyeron. Lo destruyeron y despreciaron la verdad con la cobardía de una geisha sumisa. Todo con la mujer viene de antiguo. Cuánto silencio se hizo en el PSOE de Rodríguez Zapatero cuando su negociador con ETA, Jesús Eguiguren, había sido condenado por maltrato. No es un problema moral. Es un conflicto conceptual en el que la lívido más depredadora se unía a la superioridad y al poder como factor aumentativo de lo intimidatorio y lo humillante. Pero es que la historia se repite. Son los mismos de siempre, pero actualizados con otras caras y otros nombres en la escala evolutiva de nuestra historia de la vergüenza. Ya lo hicieron con periodistas. Y lo hicieron con un fiscal, usando furtivamente el sexo para fusilarlo por lo civil o por lo criminal.
La izquierda de esta farsa ética con mindundis de bragueta rápida se ha valido del heteropatriarcado cutre que decían combatir para crear un escaparate de honestidad personal. Y era mentira. Un uso y abuso de prerrogativas trogloditas en los que mezclan el vicio, la prevalencia jerárquica y el desprecio hacia las mujeres. Luego nos hablan de neofeminismos en contraste con feminismos clásicos —aquello del Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular—y crean la falsa imagen de que España es homofóbica, de que ellos han traído las libertades, y de que la derecha quiere a sus mujeres en la cocina mientras ellos luchan para que puedan volver a casa solas y borrachas. No sé si es peor la conducta o este escudo de maquillaje político que han inventado para ocultar sus miserias. Ponen caras de circunstancias, posan con gestos compungidos y fingen arrepentimientos, pero se han tocado la badana. No han actuado. No han corregido. Han echado tierra sobre la porquería. Lo conocían y no actuaron, y ahora lo sabemos todo para su deshonor.
Es demoledor no porque sólo haya ocurrido y se haya encubierto. Sino por la evidencia de que quienes se jactan de los avances feministas no certifican más que retrocesos de pervertidos sin escrúpulos. La vida íntima, íntima es. Pero consentida. Ese es el discurso. Sí es sí. Pues no. La mujer sigue siendo inferior, un clínex de usar y tirar en algunas mentes sucias de presuntuosos con ínfulas de supremacismo genético y detritus en las neuronas. ¿A quién querían dar lecciones? Ellos, tan chulos. Ellas tan acobardadas. Montaron un holocausto con unos chavales de un colegio mayor que gritaban guarradas a otras alumnas como un estúpido juego de roles. Montaron una pira ardiendo con el beso de Jenny Hermoso, construyeron a Luis Rubiales una petición de cárcel y silenciaron el verdadero acoso mientras acumulaban los escombros de su indignidad junto a sus despachos. Se convirtieron en prevaricadores sexuales, mujeres y hombres de partido y disciplinados, que han adoptado decisiones injustas a sabiendas para omitir la insinuación babosa y la debilidad rijosa. Nos están mintiendo y punto.
Son víctimas de su propia falsedad. Nos insertaron el chip de cómo tiene que ser el hombre felizmente castrado y nos adoctrinan y manipulan sobre la idea del varón perfecto…, pero cuando ese código de ingeniería social ya está convenientemente implementado en la psique de tanto bárbaro heteropatriarcal, vienen ellos y simulan felaciones ante subordinadas. Vaya. Ahora son víctimas de su propia medicina y de su infinito cinismo porque te exigen a ti el cumplimiento de normas que ellos se pasan por la entrepierna. Tú no. Pero ellos sí creían gozar de patente de corso para babear ante un escote o para fantasear con ese pantalón ajustado mientras avergonzaban a su víctima con ello. Qué cosas. La veterana izquierda en lucha contra los cortijos de señoritos que se apretaban a las doncellas es ahora mismo aquel cortijo. Hoy, con las cartas boca arriba, las cómplices silentes de tanta repugnancia se hacen cruces. Pero tarde. ¿El feminismo es de todas? “No bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista” (Carmen Calvo). Vaya que sí.