Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • Sánchez se humilla ante la derecha catalana, reaccionaria y supremacista, para impedir que la derecha española llegue al poder

Sánchez, la semana pasada, decidió conceder sendas entrevistas a dos medios de su cuerda, no con el objetivo de anunciar la convocatoria electoral que cualquier dirigente decente anunciaría tras perder los apoyos parlamentarios que lo convirtieron en presidente y ser incapaz de ni siquiera presentar el proyecto de presupuestos por tercer año consecutivo, sino para humillarse y postrarse nuevamente ante Puigdemont, a ver si de ese modo recupera para el Gobierno de España que se autodenomina «progresista» aunque no lo sea el apoyo reaccionario de quien declaró ilegalmente la independencia de Cataluña para convertir en extranjeros a millones de ciudadanos en su propia tierra. Como Sánchez carece de límites morales y de dignidad política, si en algún momento dijo tener líneas rojas, las traspasa sin el menor atisbo de vergüenza. El fin de permanecer en la Moncloa con la excusa de salvarnos de la inminente llegada al poder de la derecha justifica sus medios y modos antidemocráticos, consistentes en pactar lo que sea con quien sea aunque sea una ilegalidad flagrante, especialmente si este es enemigo de la convivencia entre españoles y le conviene que Sánchez siga para seguir beneficiándose a sí mismo y perjudicando a España, lo que son dos cosas distintas de decir básicamente lo mismo.

En la entrevista, tras pedirle perdón y postrarse nuevamente ante Puigdemont, Sánchez se comprometió a cumplir lo que días atrás dijo que ya había cumplido o estaba a punto de cumplir y era sólo cuestión de tiempo y algo de paciencia. Miente más que habla. Fue cuando los de Junts anunciaron su ruptura definitiva con el Gobierno de España y el voto contrario a cualquiera de sus iniciativas, salvo las que ya estaban comprometidas y, oh, sorpresa, le beneficiaran; y Sánchez, impertérrito y con el rostro de hormigón armado que lo caracteriza, aunque algo más desmejorado, les respondió que no había motivo alguno para ello porque seguían siendo socios preferentes a pesar de seguir siendo enemigos declarados de la Constitución y de España. O quizás precisamente por ello. Ahora, para intentar a la desesperada recuperar su apoyo y alargar unos meses más su propia agonía, se humilla públicamente ante el prófugo de la Justicia, quizás para cumplir los acuerdos en relación a la amnistía completa que Puigdemont exige o para que el catalán sea oficial en Europa, o, quizás, para tratar nuevamente de engañarlo, dado que una cosa monta tanto como la otra y la política de Sánchez no es sólo el manual de resistencia sino sobre todo el del engaño masivo a diestra y siniestra, nunca mejor dicho. Y es que Sánchez promete no sólo lo que perjudica a España sino lo que sabe que no cumplirá y hasta lo que sabe que no está en su mano que se cumpla. Y así lleva siete años, entre cesiones nocivas para la mayoría de ciudadanos y compromisos que son pura mentira. Y, desde hace un tiempo, sin el Congreso de los Diputados, institución innecesaria y hasta superflua para el sanchismo, convertida por Sánchez en un lugar donde es imposible debatir y hacer política.

Así que Sánchez busca recuperar el apoyo político de Junts, a quienes, en su momento, con buen criterio, los socialistas calificaron como derecha reaccionaria y además separatista, o sea, de la peor especie, y hoy es socio a recuperar para seguir conformando el peor gobierno de izquierdas que recordamos. No hay contradicción en los términos porque no hay contradicción posible para quien es capaz de defender una cosa y su contraria sin sonrojarse, especialmente cuando tiene a tantos tontos útiles que le bailan el agua, un coro mediático abducido por el odio a la derecha real o imaginaria, unos subordinados tan obedientes y una militancia cada día más sectaria. Y Puigdemont, que ha vuelto a decir no, en el fondo se lo piensa, porque quizás en abril, si vuelve a España limpio de polvo y paja y presto para repetir la jugada independentista, le exija, qué sé yo, quizás el ejercicio del derecho a la autodeterminación que Sánchez disfrazaría de consulta democrática en beneficio de la convivencia, que volverán a creerse los más tontos de la secta.

Puigdemont fue uno de los artífices de la declaración unilateral de independencia que fracturó Cataluña y, por lo tanto, España; esta es su principal hoja de servicios que al PSOE le parece ahora impoluta y a la mayoría nos parece semejante a la de un político demagogo y populista, de esos que se lleva ahora. No son insultos gratuitos sino descripción de un delincuente. Pero a Sánchez le parece, al parecer, progresista, lo que es el culmen de la estulticia. Por un lado, Puigdemont es claramente de derechas, lo cual es respetable, pero extraña (es un decir) que Sánchez pacte con la derecha catalana para evitar que llegue al poder la derecha española; por otro lado, es supremacista, lo cual no sólo no es respetable sino que es abominable. Además, para sumar al cóctel reaccionario que Junts representa, pretende que los pobres financien a los ricos, es partidario de imponer el catalán y expulsar al español de Cataluña y, para cerrar el círculo, considera que los catalanes son raza superior a la española, en el hipotético caso de que alguna de ellas existiera. Pues este es el socio que Sánchez pretende recuperar para salvarnos de la derecha