Agustín Valladolid-Vozpópuli
- ¿De verdad no hay otro modo de frenar el auge de la ultraderecha que poniendo España en manos de aquellos que la quieren demoler?
Ya sé que si hablo de esa fábula llamada la España plurinacional algunos de ustedes van a salir huyendo en busca de columnistas que no les arruinen el día. Pero es que se trata del clavo ardiendo. Denme un voto de confianza, porque mientras seguimos con lógico interés las informaciones que a diario van destapando nuevos detalles de un abominable mecanismo utilizado para alcanzar el poder, se teje un plan de permanencia en el mismo de muy difícil ejecución, pero de consecuencias sociales y políticas demoledoras.
Los sucesivos casos de corrupción y de sistemático abuso machista del poder otorgado por el jefe supremo que estamos conociendo, son la circunstancia y el precedente que en buena medida explican el declive y la progresiva debilidad de este Gobierno. Los principales integrantes del original núcleo duro de Pedro Sánchez, los que le animaron a presentarse a las primarias y utilizaron anómalos recursos con los que financiar su campaña, han estado o están en prisión, y o siguen incursos en graves investigaciones judiciales o su deleznable comportamiento ha sido sancionado mucho tiempo después de que fuera denunciado por las mujeres agredidas.
Ganar tiempo
Las sospechas de tongo financiero en aquellas primarias -recordemos además el oscuro episodio de la urna tras la cortina-, no solo han ensombrecido la victoria de Sánchez, sino que cuestionan, y esto es más grave, también para un sector del partido, la legitimidad de su elección como secretario general. Los presuntos casos de corrupción que afectan a sus más cercanos colaboradores -y familiares-, y la repercusión mediática de los mismos, esbozarían en cualquier país de nuestro entorno la imagen de un presidente del Gobierno con serios problemas internos y en proceso de acelerada pérdida de confianza ciudadana. Un presidente a punto de tirar la toalla. Y si Sánchez no lo hace es porque aún cree que puede jugar una última carta.
Es evidente que ahora su principal objetivo es ganar tiempo. La contingencia de que alguno o varios de sus antiguos colaboradores decidan cantar la Traviata a cambio de un trato judicial más favorable, así como la incertidumbre sobre el futuro penal de esposa y hermano, parecen aconsejar la aplicación de un renovado y reforzado manual de resistencia. Se acumulan los indicios de que, contra toda racionalidad, Sánchez ha decidido apurar al máximo el uso de sus privilegios, empezando por el de disolver las cámaras y convocar elecciones.
“Desperate times call for desperate measures”. Tiempos desesperados, requieren medidas desesperadas, dejó dicho el economista Nouriel Roubini. Un Pedro Sánchez acuciado por la necesidad no ha dudado en ahinojarse ante Junts. De momento con escaso éxito. Y lo hará si necesario fuera, que lo será, ante Esquerra Republicana. Pero no se fíen. Lo de Puigdemont es puro teatro. Y lo de Oriol Junqueras una mezcla de farsa y pragmatismo. Así que de momento Sánchez mueve a sus peones.
¿Frivolidad o demencia política?
Como respuesta al aparente ultimátum de Puigdemont y a las exigencias de Junqueras, que coinciden en exigir el reconocimiento del derecho de autodeterminación, Francina Armengol acaba de solemnizar en el discurso que los presidentes de las Cortes pronuncian cada aniversario de la Constitución, la idea de que es preciso ”adecuar la Carta Magna a la diversidad territorial de España”. Horas después, Iván Redondo, en su artículo semanal de La Vanguardia, cumplía el encargo con escrupulosa puntualidad: “La amnistía es, si se transforma en motor plurinacional, el único instrumento que podría frenar en España el factor autoritario que quiere capturar nuestra democracia”.
Armengol solemnizaba el compromiso; a Redondo y otros les toca propagar las bondades del nuevo relato: solo la España plurinacional puede frenar a la ultraderecha. No sé si es frivolidad o hemos entrado de lleno en el territorio inexplorado de la demencia política. ¿De verdad no hay otro modo de frenar el auge de la ultraderecha que poniendo España en manos de aquellos que la quieren desmontar? ¿En serio pretende Sánchez convencer a los españoles, incluidos muchos votantes del PSOE, de que para evitar que Vox sea el partido prominente de la derecha el camino es pactar el desguace del actual modelo de Estado con el independentismo?
Yo no lo creo. Ni él tampoco. No es que no quiera; es que no puede. No tiene los apoyos necesarios para plantear una modificación constitucional de este calibre. Solo pretende comprar tiempo. Y mientras pueda seguirá engañando a todos. Mientras unos y otros le dejen, y para exasperación de los candidatos regionales y locales de su partido, se abrazará a la España plurinacional como último clavo ardiendo.