Editorial-El Correo

  • La deficiente reacción de Sánchez para pasar página a los escándalos con una electoralista agenda social corre el riesgo de abonar a la ultraderecha

Pedro Sánchez tiene derecho a destacar los logros sociales de su Gobierno, algunos innegables, al hacer balance del año que acaba en pleno marasmo por la sucesión de presuntas tramas de mordidas al erario público y casos de acoso sexual que salpican a cargos que fueron de su entera confianza. Pero lo que chirrió ayer en su hora larga de comparecencia, en la que desplegó un entusiasmo por momentos increíble entre tanto desencanto en sus filas, especialmente en el flanco feminista, fue su indisimulado intento por darle la vuelta al mandato. Una realidad paralela en la que la oscuridad de los tejemanejes de Ábalos, Cerdán o Salazar acabó solapada por el tirón de las pensiones, el salario mínimo o las becas universitarias.

Demasiadas ‘cosas extrañas’ en el Ejecutivo y en el PSOE para considerarlas un mero accidente, como apuntó con la frase «ser feminista no te hace infalible». El hostigamiento de Francisco Salazar a sus empleadas no solo ha sido un acto machista intolerable. Ha dejado en evidencia la eficacia de los controles internos y la capacidad de una respuesta contundente y urgente contra esta lacra -cinco meses ha tardado la dirección del partido en reforzar el protocolo-. El presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas se equivocaría si pretende envolver en el «ruido» de la crispación la gravedad de la corrupción que ha situado la legislatura en la cuerda floja. Alegar que «el contexto no es fácil» es reincidir en la deficiente reacción a los escándalos de quienes fueron estrechos colaboradores en Ferraz y La Moncloa. El reguero de casos solo añade descrédito al sistema y amenaza con abonar precisamente a la extrema derecha que tanto le alarma. Un auge que utilizó para erosionar al PP y presentar al PSOE como parapeto en las urnas.

En busca de un revulsivo, trata de enderezar a golpe de decreto la bandera social que ahora le cuesta aprobar en el Congreso. La debilidad se ha agravado tras la ruptura de Junts y el creciente recelo del resto de socios para apoyar la agenda del Gobierno, marcada por el sobresalto de la UCO y los jueces. Anunciar un abono para el transporte público en el conjunto del país por 60 euros al mes en mitad de la crisis destila un tinte electoralista para intentar salir airoso del bache. Si algo dejó claro ayer Sánchez es que quiere seguir adelante sin adelanto electoral ni renovar ministerios como le insiste Sumar. Otra cosa a partir de las elecciones del domingo en Extremadura es cuántos le pueden acompañar en el empeño.