Gorka Maneiro-Vozpópuli
- Ha sido uno de los principales colaboradores del régimen chavista para legitimarlo interna y externamente
Ahora que Trump aprieta las tuercas al régimen de Maduro para propiciar su caída, ya se vislumbran en el horizonte posibles beneficiarios y posibles damnificados: los beneficiarios serán los represaliados y encarcelados por la dictadura chavista, los exiliados que huyeron de Venezuela para salvar su hacienda y su cabeza, y, en general, quienes son víctimas directas o indirectas de Maduro y secuaces y sufren la ausencia de libertades públicas y derechos individuales en su propia tierra; los damnificados de la caída serán la piara que gobierna Venezuela, desde Maduro a su cohorte de delincuentes que lo rodean y que se han hecho ricos a costa de los ciudadanos venezolanos a los que han hecho pobres desde que gobiernan con mano de hierro el país caribeño.
Otros que podrían verse perjudicados por la caída de la dictadura son quienes han medrado, hecho negocio y colaborado con ella durante los años en que parecía irreductible, quienes podrían ser juzgados por su connivencia delictiva con el régimen, una vez que caiga, como ha ocurrido en otras latitudes. Sin ir más lejos, EE.UU. viene acumulando pruebas inculpatorias contra José Luis Rodríguez Zapatero que podrían acreditar sus vínculos con el chavismo y facilitar la apertura de un proceso judicial en su contra. Ignoro si finalmente será juzgado y, en su caso, condenado, pero sus vínculos con el chavismo están fuera de toda duda; de hecho, ha sido uno de los principales colaboradores del régimen para legitimarlo interna y externamente.
Ya sabemos que Trump no pretende con su presión sobre Maduro más que arrimar el ascua a su sardina política y, en un futuro, obtener beneficios económicos, que es lo que principalmente lo mueve, pero yo agradezco que las dictaduras de todo pelaje vayan cayendo a lo largo y ancho del mundo. Quizás el Premio Nobel de la Paz de María Corina Machado sea no sólo un acto de justicia sino, además, un presagio de los nuevos tiempos.
Yo no sé si se juzgará a Zapatero por ser colaborador y valedor del régimen chavista ya que estos procesos donde se mezclan tantos intereses no suelen ser fáciles y no siempre se termina haciendo justicia. Pero, conocida y padecida su trayectoria política, yo espero que no quede políticamente impune.
Al fin y al cabo, ahora que sufrimos los estertores del régimen de Pedro Sánchez, recordamos que con él empezó todo, y de aquel comienzo han pasado ya más de veinte años, tiempo durante el cual el PSOE, otrora partido de Estado aun con todos sus defectos, ha devenido en partido populista y en uno de los principales problemas de España. Y es cierto que, como decía aquí Carlos Martínez Gorriarán, descartada una regeneración interna, quizás lo mejor sea que desaparezca, y confiar en que de ese modo surja más fácilmente un partido político de izquierdas auténticamente progresista, que sea capaz de defender tanto las políticas sociales como la unidad de España.
ETA y guerracivilismo
Y es que con Zapatero, últimamente concentrado en sus labores de legitimación de Maduro y otros negocios supongo que a cambio de prebendas de todo tipo, empezó todo: tanto la degeneración del PSOE como algunos de los males que nos asolan hoy día a los ciudadanos españoles, consecuencia en parte de lo primero. No sólo inició un proceso de negociación con ETA que permitió la rehabilitación de su brazo político sin condena expresa del terrorismo, sino que reabrió las heridas de la guerra civil para dividir a los españoles y beneficiarse políticamente de ello.
En un momento en que Cataluña no lo pretendía en absoluto, alentó el nacionalismo catalán de la peor especie al prometer que las Cortes aceptarían el Estatuto que aprobara el Parlament de Cataluña, por muy inconstitucional que fuera, cuando ni siquiera había entre los catalanes el deseo de iniciar ese proceso que después se tornó en ilegal y en rupturista. El PSC, partido amigo del PSOE, que ya era nacionalista, se convirtió en legitimador desde la propia Generalitat de quienes querían independizarse de España. Y Sánchez no ha hecho más que continuar y profundizar en la senda populista iniciada por Zapatero: si este demostró ser muy tonto, aquel se está pasando de listo, lo que no impedirá que caiga más pronto que tarde víctima de sí mismo.
Con Zapatero se demostró que cualquiera podía llegar a ser presidente, incluso aunque no tuviera las capacidades suficientes para ello, lo cual está muy bien democráticamente pero tiene su peligro. Y nos engañó a todos, incluido a quien escribe este artículo. Con él se inició la senda populista propia de los demagogos que carecen de escrupulosos para dirigir su acción de gobierno. Y España era para él una nación de naciones, aunque nunca especificó cuántas ni cuáles.
Nos negó una crisis y después impulsó los mayores recortes sociales de nuestra historia, tras derrochar dinero público con medidas disparatadas como el plan E o la concesión de ayudas innecesarias a diestro y siniestro, independientemente de la renta, apoteosis de las políticas económicas más reaccionarios. Después nos dijo que bajar impuestos es de izquierdas, lo que supuso una tergiversación de la historia y, en la práctica, el agravamiento de la crisis económica.
Últimamente se ha convertido en mano derecha de Pedro Sánchez para asuntos políticamente turbios, como sus relaciones y negociaciones secretas con el prófugo Puigdemont, con quien negoció la investidura de Sánchez y a quien ahora pretende amnistiar judicialmente, rehabilitar políticamente y recuperar para la causa sanchista, que no es otra que permanecer en la Moncloa. Intuyo que a ambos les interesa que el PSOE siga en el Gobierno de España. Quizás sea la última vía que les quede a ambos para protegerse judicialmente y no terminar en la cárcel.