Luis Ventoso-El Debate
  • Alegría, Morant y Marisu han sido enviadas por Don Pedro a unas batallas autonómicas donde todo indica que sufrirán unas toñas épicas

Pilar Alegría, aragonesa de 48 años y maestra de efímero ejercicio, ha enfilado la ruta hacia el olvido, aunque ella prefiera no verlo. Don Pedro la aparta de la portavocía del Gobierno, que ha ejercido desde noviembre de 2023 con sonrisa postiza y cargante demagogia, y la envía a competir a las autonómicas de Aragón, donde se anticipa una toña épica. Una de las primeras encuestas ya indica que Azcón la superará en nueve escaños y podrá mantener el mando.

Alegría se quedará entonces como líder de la oposición en Aragón –salvo que el Gran Timonel la nombre embajadora ante el Festival de la OTI, o algo así– y nadie se acordará de ella. Como mucho, acaso quede en la memoria por la vileza con que traicionó al patriota Lambán, que la había hecho consejera de su Ejecutivo en su día.

En su despedida en la rueda de prensa del consejo, Alegría hizo honor a su apellido y hoy tendrá agujetas en la mandíbula de tanto sonreír. «Me voy satisfecha, feliz y orgullosa», declaró, tan alegre como si le acabase de tocar una pata de Joselito en una rifa navideña. A su lado también sonreía de manera desaforada otra ministra-florero, Diana Morant, la de Ciencia. Alegría y Morant no se han ocupado en realidad de las carteras de Educación y Ciencia, su tarea ha consistido en hacer propaganda partidista de sol a sol.

Morant está predestinada a un final similar al de Alegría: un magno sopapo en las urnas. No cae bien a los valencianos y está hundida en los sondeos, a pesar de que las televisiones del régimen la han metido hasta en la sopa como flagelo contra Mazón.

Hay una tercera ministra enviada por Sánchez a la pira electoral, la atribulada Marisu de Triana, que pinchará en Andalucía frente a Moreno, a pesar de que dedica más tiempo a mitinear y enredar por la comunidad que al Ministerio de Hacienda.

La derrota de tres ministras de Sánchez en comicios regionales mostrará de manera cruda algo que las bases y cargos del PSOE se resisten todavía a aceptar: en cuanto pierda el poder, el Partido Socialista entrará en riesgo de deshacerse como un azucarillo. Podría acabar como sus pares de Francia, Italia y Grecia, que eran muy poderosos… hasta que desaparecieron del mapa.

El poder del PSOE es ficticio, excepto en Cataluña, donde conserva su predicamento. Andalucía era su principal granero electoral y hoy manda el PP con mayoría absoluta. Además, el próximo domingo los socialistas serán derrotados por primera vez en su historia en Extremadura. Sánchez es un trampantojo de gobernante. Está secuestrado por los comunistas y los separatistas y su ego hipertrofiado solo oculta una pomposa nada. Tampoco se vislumbra un sucesor de peso a la vista. Además, unas bases radicalizadas jamás elegirán en las primarias a un perfil más moderado, tipo Page.

El sanchismo ha resultado una trituradora de la verdad, el sentido común y el patriotismo. Si a ello se añade la cutre implosión final que estamos viviendo, el PSOE se quedará en el chasis y resultará harto difícil que remonte en un momento en que la juventud de toda Europa está girando a la derecha.

Marisu, Diana y Pili entonan muy alegres el «ave, Pedro, las que van a morir en las urnas te saludan». Y el propio Don Pedro desfilará detrás. Salvo que en el recuento de las generales sucediese algo que solo ocurre en latitudes caribeñas y que aquí, a priori, resulta impensable (aunque cada vez escucho más hablar sobre esa hipótesis, que ya está en la calle con el argumento de «este tío es capaz de todo», un punto de vista que cuesta desmentir).