- Guardiola como test: el PP obligado a demostrar que es capaz de gobernar en solitario con menor dependencia de Vox que hasta ahora.
- Arranca en Extremadura la yincana electoral, con el PP pendiente del ascenso de Vox y el PSOE midiendo su desgaste.
Cuando un presidente convoca elecciones anticipadas se sitúa en el filo de ser reconocido como un genio, si mejora sus resultados y su situación parlamentaria, o como un pardillo si queda peor de lo que estaba.
La línea entre el genio y el pardillo es muy fina en política y, especialmente, en tiempos de fragmentación y resultados inciertos.
En ese filo está María Guardiola con las elecciones que se celebran este domingo en Extremadura. Todo dependerá de si logra una posición de fuerza frente a Vox, para poder gobernar en solitario y sin ataduras.
La presidenta extremeña tenía una buena coartada para convocar elecciones: la imposibilidad de aprobar los Presupuestos ante la falta de acuerdo con Vox.
De hecho, el presidente de Aragón, Jorge Azcón, ha seguido el mismo camino con idéntico argumento y ha convocado para el 8 de febrero.
Pero también es verdad que otros presidentes del PP que no tienen Presupuestos, como Marga Prohens en Baleares y Fernando López Miras en Murcia, no han seguido el ejemplo de Guardiola.
En ese marco político, lo principal que se decide este domingo es si Guardiola tiene una mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Bien porque tenga mayoría absoluta, al borde de la cual le sitúan las encuestas, o bien porque se acerque tanto que Vox no tenga más remedio que permitir su investidura sin grandes exigencias.
Parece claro, incluso para el PSOE, que las elecciones extremeñas serán muy malas para los socialistas.
Se asume que es una especie de plebiscito de Pedro Sánchez en su momento de mayor desgaste político por los escándalos y porque su candidato se presenta muy lastrado.
Miguel Ángel Gallardo se sentará en el banquillo, acusado de crear un puesto de trabajo en la Diputación de Badajoz para el hermano de Sánchez.
Es tan mal candidato que la propia dirección del PSOE, con Sánchez a la cabeza, quería que otra socialista le hubiera ganado las primarias. Incluso barajaron la opción de sustituirle antes de la convocatoria anticipada.
Es decir, las expectativas del PP son altas y las del PSOE son mínimas. Los socialistas sólo aspiran a que Vox suba tanto que Guardiola tenga que pactar con la ultraderecha y deban cerrar acuerdos que lastren al PP en toda España.
Se trata de un consuelo curioso para un partido que tradicionalmente salía a ganar elecciones y ahora se conforma con el ascenso de una formación ultraderechista que recorte votos al PP.
En Extremadura todas las encuestas indican un descenso de los socialistas.
En Aragón, ninguna encuesta muestra un triunfo del PSOE y se duda de la capacidad del PP para tejer acuerdos para gobernar, con Vox o con otros.
En Castilla y León, los pronósticos están más ajustados para la noche electoral, pero los socialistas carecen de socios con los que poder pactar.
Y en Andalucía, María Jesús Montero está cerca del peor resultado de su partido: sólo opta a que Juanma Moreno no tenga mayoría absoluta y deba pactar con Vox.
Todo eso se produce en un escenario inédito, una verdadera yincana electoral para los próximos meses, con el horizonte de las generales, sean cuando sean.
Tras las extremeñas, llegarán el 8 de febrero las de Aragón, en marzo las de Castilla y León, y en mayo o junio las de Andalucía.
Echa a andar un largo ciclo electoral en el que el PP parte como favorito, aunque en distinto grado, en todas las comunidades. Por su parte, el PSOE sólo aspira a medir su desgaste y que sea lo menor posible, atenuado por los hipotéticos pactos del PP con Vox.
El ‘efecto 2023’
Los socialistas buscan algo parecido a lo que ocurrió en 2023, cuando Sánchez sacó partido de los pactos que el PP cerró con Vox en lugares como la Comunidad Valenciana. Aquello sirvió para movilizar al electorado de izquierdas en las generales. Esa es la baza de Ferraz.
La teoría del líder socialista es que el ascenso de Vox puede hacer ver a los votantes del PP que, pese a todo lo que tiene encima el PSOE, el equipo de Alberto Núñez Feijóo no consigue despegar y no es garantía de triunfo en las generales o de posterior investidura como presidente.
Moncloa cree que esa situación puede provocar la implosión del PP, al no poder cumplir la expectativa de acabar con Sánchez que genera cada día el principal partido de la oposición.
Ese ciclo electoral será teóricamente autonómico, pero en la práctica nacional.
Por un lado, Sánchez se volcará para que no ocurra como en 2023, cuando el desgaste de su Gobierno de coalición lo pagaron los barones regionales y alcaldes, porque el PP logró un poder territorial insólito.
Ahora, varias debacles sucesivas llevarían el pánico a las federaciones del PSOE, que temerían ver repetida la historia.
Por otro lado, se mide la decisión de Sánchez, cuestionada en esas federaciones, de presentar como ministros a candidatos autonómicos, en este caso, Pilar Alegría en Aragón y María Jesús Montero en Andalucía.
La campaña extremeña se ha desarrollado en medio del clima de escándalos que cercan al PSOE por corrupción y abusos sexuales y, en el último momento, por la polémica sobre el voto por correo.
María Guardiola y la dirección nacional del PP se lanzaron a sugerir irregularidades cuando lo que hubo fue un robo en una oficina de Correos cometido por delincuentes comunes para hacerse con 14.000 euros de la caja. El destrozo de votos fue subsanado por la Junta Electoral.
Hay otra variable de estas elecciones con repercusión en la política nacional: la del espacio a la izquierda del PSOE.
Sumar no se presenta formalmente, pero sí Izquierda Unida junto a Podemos. Ese sector ideológico está en plena fase de reconstrucción, con varios actores buscando su sitio y con soluciones «imaginativas» que no terminan de calar.