Editorial-El Correo
- La debacle del PSOE en Extremadura confirma el declive del sanchismo, aunque al partido de Feijóo también se le resiste la mayoría absoluta
El triunfo del Partido Popular en las elecciones de Extremadura al lograr sumar más escaños que toda la izquierda, pero sin alcanzar el objetivo de la mayoría absoluta, mientras Vox dobla su representación en la Asamblea, proyecta un escenario político en el que la derecha enfrentada estará condenada a entenderse. Las urnas arrojaron en la jornada de ayer el mensaje de profundo cambio sociológico en Extremadura que gira a la derecha después de décadas de hegemonía socialista. Sin embargo, el mensaje a los votantes de concentrar el voto útil en el partido de María Guardiola no ha convencido al cuerpo electoral que, al reforzar la opción de Abascal, apuesta por condicionar al Partido Popular en temas como la protección del campo y la oposición a la Agenda 20/30. El desplome del PSOE, que perfora el suelo que ya estaba en mínimos históricos, confirma que la sigla está sufriendo un desgaste muy intenso por los casos de presunta corrupción y abusos sexuales.
El concurso del candidato, Miguel Angel Gallardo, pendiente de procesamiento por el caso del hermano del presidente, no ha hecho sino agravar el hundimiento. Si Pedro Sánchez, que se ha empleado a fondo en esta campaña, pretendía amortiguar la caída, el resultado confirma, también, el declive imparable del sanchismo. Paradójicamente, su punto de apoyo más valioso lo constituye la división del bloque de la derecha y con unas elecciones generales en el horizonte. Extremadura va a convertirse en el tubo de ensayo de un proyecto de coalición que materialice el cambio en España. La imposibilidad del partido de Feijóo para alcanzar la mayoría absoluta en un momento de extrema debilidad del socialismo parece indicar que el PP todavía no tiene la fuerza suficiente para aspirar a ella, aunque sí una hegemonía nítida en el bloque de la derecha.
Pero más allá de las proyecciones nacionales de los resultados de la comunidad, tanto el PP como Vox se enfrentan a la responsabilidad de hacer posible un gobierno que asuma los retos del territorio. La primera preocupación de los extremeños no es tanto quién ocupa la Moncloa como que su comunidad sigue a la cola del empleo y con el salario medio más bajo del país, mientras el desarrollo económico y las infraestructuras no arrancan y la educación y la sanidad tienen mucho que mejorar. Y esa tarea exige un gobierno fuerte, monocolor o de coalición, pero estable.