Juan Carlos Viloria-El Correo

  • El mal de muchos no resta gravedad a las acusaciones de acoso sexual en el PSOE

Ante la catarata de denuncias de acosos sexuales que se han ido produciendo dentro de las estructuras partidarias e institucionales que afectan al Partido Socialista y que se inició en la cúspide del poder con el caso Salazar, alto responsable en la Moncloa, la estrategia de defensa ha sido generalizar estas conductas como un fenómeno sistémico. En medicina se utiliza ese término para señalar enfermedades que afectan a todo el organismo y en sociología a fenómenos vinculados a la totalidad del sistema. En palabras del propio Sánchez estaríamos ante un mal estructural (que se da en todos los ámbitos).

Parece que no se trata de reconocer que todo el partido está contagiado, sino que toda la sociedad está contaminada por hábitos tan deleznables y opuestos a la doctrina feminista. Quizás el PSOE tenga estudios sobre el asunto, que no ha publicado, aunque el ministro-juez, Marlasca ya sabe que los del PP (puteros, machistas y colectivos) están en el armario disfrutando y el ministro de Justicia, Félix Bolaños, también tiene sus propias estadísticas de corruptos (tres a uno) a favor del PSOE. Pero el mal de muchos no resta un ápice de gravedad a las acusaciones transversales de acoso sexual y laboral que señalan a cargos importantes del partido en el poder.

A personas del núcleo cercano al presidente, alcaldes, concejales, diputados provinciales, secretarios generales, cuya responsabilidad y ejemplaridad como hombres públicos o electos y que gozan de poder para incrementar la presión sobre las mujeres de su entorno, es muy superior al resto de otros presuntos acosadores. Esa capacidad de amendrentamiento desde el poder y el partido se ha comprobado con la resistencia de las mujeres denunciantes a poner sus casos en manos de la justicia ordinaria y el tiempo que han vivido sufriendo en silencio hasta que ha empezado el goteo.

Los canales internos, los protocolos de partido, están también condicionados por el miedo a perder el puesto, a ser señalada o señalado, como culpable de dar argumentos a la derecha. Ya se ha visto. Para neutralizarlo, Pedro Sánchez o Bolaños, o incluso Yolanda Díaz, deberían reunirse con las víctimas como hacen con las víctimas de pederastia, de eclesiásticos, por ejemplo. No vaya a ser que les pase como a la Iglesia, que empiecen a salir presuntas abusadas de décadas atrás, reclamando reparación, justicia y verdad. Hasta ahora parece que el oscuro mundo de los abusos y/o acosos sexuales se limitaba al ámbito de la Iglesia, pero según doctrina socialista es un mal estructural que se da en todos los ámbitos como dice Sánchez. Para confirmar esa tesis ahora señalan a Adolfo Suárez. Qué casualidad. Aquí si no se puede dejar de pensar en maniobras del ‘Estado profundo’. Lean a Oscar Beltrán de Otálora.