- Todos los que no ven la paliza y buscan matices están ayudando, aunque no lo pretendan, a un cadáver andante como Sánchez
Solo los que piensan que las mayorías absolutas del PP son posibles, como norma general y aspiración viable, pueden considerar un fracaso el resultado de María Guardiola en Extremadura, comprando en el viaje el ridículo discurso oficial del PSOE, del patético Gallardo y del gran derrotado, Pedro Sánchez.
No lo hacen por auxiliar al marido de la catedrática, hermano del músico, mayordomo de Puigdemont y de Otegi, padrino de Ábalos, Cerdán y Koldo y ahijado de Zapatero, pero la consecuencia es esa: suscriben sin querer su absurda teoría de que las elecciones se miden más por los resultados de VOX y la dependencia del PP y por el auge de la «ultraderecha» que por los del PSOE y la izquierda en su conjunto. Y ayudan, aunque sea sin querer, a darle siempre una salida al comatoso Sánchez.
La realidad es que Guardiola ha logrado el 43 % de los votos, subido un escaño, mejorado en 4.4 puntos sus propios resultados y superado con holgura a la suma del PSOE y la marca blanca de Podemos. Y que todo ello son hitos históricos en cualquier momento y contexto, pero especialmente en una región tradicionalmente volcada con los socialistas y en plena debacle del insurgente Sánchez, para el que este desastre debe ser una puntilla por mucho que intente huir de la quema como si, una vez más, el funeral no fuera cosa suya.
Porque de una tacada, en el momento en que una parte de los españoles ha podido votar por primera vez desde el atraco del 23 de julio de 2023, cuando un perdedor contumaz se las apañó para conservar la Presidencia vendiendo a España a cambio del voto de unos delincuentes incompatibles con la Constitución; el Caudillo socialista se ha llevado la paliza de su vida vía el candidato colocado para aforar a su propio hermano y que su juicio se traslade a otro tribunal; ha resucitado a una izquierda incontrolable que viendo los dividendos de divorciarse del PSOE incrementará en el Congreso su discurso rupturista y ha provocado que el PP le arrase y VOX se quede con buena parte de los escaños perdidos por los socialistas, que ya no podrán decir que representan a los trabajadores ni seguir con la estúpida cantinela del fascismo, que solo apela a quienes viven del cuento y provoca pereza o hilaridad al resto.
La difícil convivencia entre el PP y VOX, fruto de que compiten por un electorado similar en algunos nichos, complica siempre la lectura de unos resultados electorales y condiciona la gestión posterior desde sus direcciones, pero no afecta a la conclusión real ni tampoco preocupa a la inmensa mayoría de sus votantes: todos ven que, entre unos y otros, han llegado al 60 por ciento de los votos extremeños. Y todos desean que algo así se repita en cada cita con las urnas, en cualquier región y desde luego que en unas Generales cuyo aplazamiento es simplemente un atraco a la democracia perpetrado por quien no cree en ella, este Largo Caballero desmejorado que usurpa el poder en estos momentos.
Y quieren que, a partir de ahí, se entiendan con la fórmula justa que cada uno de los escenarios defina, sin maximalismos ni complejos ni tacañería: en unos casos con una coalición, en otros permitiendo investiduras y en algunos más con pactos de legislatura sin gobiernos conjuntos. No es tan difícil.
Tampoco dejar de pedir disculpas por entenderse, hasta donde sea necesario, para romper de una vez el venenoso mensaje del PSOE: no puede pactar con el PP, el PP no puede hacerlo con VOX y Sánchez sí con proetarras, golpistas y chavistas para destrozar España, levantar muros, resucitar una dialéctica guerracivilista y acosar al Estado de derecho como nadie en casi medio siglo. Es decir, prohibir la alternancia y consagrar la idea funesta de que solo es decente que gobierne él.
Lo cierto es que la izquierda está hundida en España, como lo estaba cuando un trilero forzó una moción de censura infame, tras dos derrotas históricas, para evitar que su propio partido lo echara. Lo cierto es que el PP es casi el único partido clásico de Europa que gana y resiste perfectamente. Lo cierto es que VOX ha llegado para quedarse y no merece ningún cordón sanitario impuesto por los mismos sinvergüenzas que blanquean a Otegi, ni puede tampoco imponer su agenda, con intransigencia, bajo amenaza de bloquear alternativas al sanchismo.
Y lo cierto es que la izquierda subversiva, populista, fragmentada y peligrosa ha hecho el ridículo incluso en la región con menos inmigración y menos recursos, lo que demuestra que ni las capas humildes se creen el cuento de «que viene la ultraderecha» ni consideran a esta coalición de corruptos, puteros, mentirosos y traidores la respuesta a sus anhelos.
Todo lo que no sea entender que Sánchez ya era un «okupa», sin esa mayoría falsa que ahora ya no tiene y se devaluará aún más por la certeza de que Podemos solo puede resucitar haciéndole la vida imposible más aún, y que ahora lo es todavía más; supone suscribir de algún modo el relato enfermizo de un tramposo cercado por la justicia, aislado en el Congreso y despreciado por las urnas que, contra todo sentido democrático, hará lo imposible por seguir.