Luis Ventoso-El Debate
  • El tozudo esfuerzo del separatismo para provocar un extrañamiento total hacia España continúa chocando con la realidad

El taimado comisionista, Jordi Pujol, que en sarcasmo supremo recibía trato de «muy honorable», fue un habilidoso maestro en la promoción de su causa. En un momento en que el Estado español todavía se mostraba vigoroso, Pujol asumió que no podía doblarle la mano y plantear de manera abierta una pugna separatista. Así que lo que hizo fue disfrazarse de hombre de Estado mientras iba montando todo el armazón para una futura Cataluña independiente.

Pujol, con su pinta y su jerga de sabiondo Yoda de La guerra de las Galaxias, se vendía como un sopesado estadista. Era el maestro del «seny» que impartía lecciones al resto de los españoles, a los que veía y presentaba como unos cazurros carentes de la sofisticación europea que supuestamente adornaba a los catalanes, el pueblo superior. Mientras en Madrid medios y autoridades hacían el pánfilo y aplaudían su (falso) «sentido de Estado» –e incluso le concedían premios y distinciones–, Pujol se aplicaba en su tenaz campaña para fomentar el extrañamiento hacia España.

El Yoda nacionalista solía hacer una pregunta retórica a sus allegados: «Cuando viajas fuera, ¿en qué notas de inmediato que has llegado a otro país?». Y él mismo respondía: «En que hablan en otro idioma y la policía es diferente». Y se aplicó esa parábola. Para comenzar a alejarse del resto de España, Cataluña necesitaba de inmediato un cuerpo policial propio y poner en marcha un atosigante rodillo de imposición del catalán, uno de los mayores ejercicios contra la libertad privada del siglo XX occidental, que se bautizó con el eufemismo de «inmersión lingüística».

Y hubo más: TV3, que es una televisión de combate independentista; la recuperación de tradiciones en realidad inventadas; la preferencia por la inmigración magrebí frente a la hispanoamericana, una mala idea que ahora se paga; la prohibición de los toros en Barcelona; y por supuesto, la muerte civil de todo aquel que se atrevía a distinguirse como «españolista».

Todo ello se ha repetido también en las provincias vascongadas, con el agravante de que el separatismo intentó imponerse mediante 40 años de asesinatos salvajes. En Galicia también existe un independentismo latente, contenido por décadas de mayorías absolutas del PP. En cuanto tocó poder, el BNG ya estaba también inmerso en el proceso de ingeniería social para fomentar el desafecto hacia España (en solo cuatro años, en la Xunta, el Bloque se inventó el Papa Noel gallego, del que nunca más se supo en cuanto perdieron la Xunta).

Los gobiernos nacionalistas del País Vasco y Cataluña han dilapidado miles de millones en fomentar su causa, con planes lingüísticos, culturales y lúdicos y con una perenne cantinela victimista. Pero curiosamente –o afortunadamente–, España ha resultado más correosa de lo previsto. Como cada año, ves las imágenes de la Lotería de Navidad, cuyos premios se reparten por doquier, y en todas las regiones observas idénticas pintas, las mismas costumbres en las celebraciones y comentarios muy similares en las bocas de los agraciados… El famoso «hecho diferencial» vasco y catalán no aflora en la espontaneidad de la calle, porque no lo hay (en realidad los andaluces o los gallegos presentan bastantes más peculiaridades locales que los bilbaínos o los barceloneses).

España sigue ahí, a pesar de los que trabajan de sol a sol para cepillársela, porque es imposible cortar los lazos que nos unen a golpe de guadaña política xenófoba. Estamos demasiado mezclados para paletadas identitarias. Nuestras grandes capitales se encuentran a tiro de piedra, unas de las otras con el cordón umbilical del AVE. Compartimos una mayoritaria fe católica, una memoria, una historia, y el español sigue siendo, tozudamente, la lengua más hablada por vascos y catalanes. Al supuesto separatista Rufián no lo sacan de Madrid ni con fórceps y destacados comunicadores que siguen todos los españoles son catalanes y vascos. Nos unen hasta los programas cutres de telebasura, los cocineros filósofos, los Bisbales y Rosalías de turno, los memes de Sánchez y Zapatero que circulan por los móviles. Todos vamos al mismo Zara, el mismo Corte Inglés y el mismo Mercadona, y todos le damos al Rioja, el Ribera y la Estrella Galicia.

En resumen, a pesar de la felonía proseparatista del PSOE y su «nación de naciones», parece que hay España para rato. No pueden con ella.