Tonia Etxarri-El Correo

La victoria aplastante de la derecha (el 60% del voto entre PP y Vox) en el histórico feudo socialista de Extremadura ha dejado en ‘shock’ a Pedro Sánchez, que ayer compareció ante los focos para anunciar el nombramiento de la ministra de Educación y la portavoz del Gobierno, sin mencionar el resultado de las urnas. De Extremadura, ni ‘mu’. ¿Elecciones? ¿Qué elecciones? Con la pérdida de diez escaños y más del 14% de los votos, no estaba el presidente del Gobierno para presumir. No son pocos los que, más allá de su entorno, personalizan en Pedro Sánchez la derrota histórica del socialismo extremeño. Él mismo quiso implicarse en la campaña con el fin de levantar el ánimo a una tropa que presentaba síntomas de decaimiento ante un candidato ‘lastre’ como Miguel Ángel Gallardo, procesado por la causa que afecta al hermano de Pedro Sánchez, que ayer tuvo que dimitir.

Una apuesta empecinada del presidente del Gobierno, que ha resultado ser una víctima más de sus intereses personales. Porque al final, las urnas, lejos de detectar el miedo que el agorero Sánchez presagia cada vez que nombra a la extrema derecha, han empoderado al PP y a Vox. En realidad, en Ferraz no contaban con un fracaso tan estrepitoso. Teniendo en cuenta que Pedro Sánchez ha ahuyentado a gran parte del voto de su caladero, los socialistas deberían preguntarse por qué no los ha movilizado, para evitar volver a incurrir en futuros errores. Del recuento minucioso de los resultados se desprende que ha habido un trasvase de votos del PSOE a Vox en algunas zonas rurales.

En el PSOE podrán intentar encapsular la debacle extremeña como algo excepcional. Como han hecho con las ‘ovejas negras’ de la corrupción o los puteros y abusadores (casos aislados). Pero ahora saben que en Pedro Sánchez tienen ya un problema electoral. Lejos de atraer, retrae cuando no provoca desplazamiento de votos a Podemos e IU y a la derecha. A él le valdrá la pena seguir atornillado a La Moncloa. Pero ha dejado de ser rentable para el partido.

Por su parte, los ganadores de la derecha tendrán que reconocer que su fractura es la mejor arma para sus adversarios y un gran obstáculo para gobernar. Si Vox crece y el PP suma, Feijóo tendrá que empezar a asimilar que, si se proyecta la tendencia hacia la derecha en las próximas citas electorales de Aragón, Castilla y León y Andalucía, deberá compartir el poder. La opción de pactar con Vox con idéntica ausencia de complejos a la que ha exhibido Pedro Sánchez cuando se alió con la extrema izquierda, populistas y la derecha nacionalista, tiene muchos adeptos en Génova. Mientras que Abascal, si lo que de verdad persigue es la alternativa al sanchismo, tendrá que asumir responsabilidades. Y si no quiere desgastarse en el poder porque la calle le da más satisfacciones, facilitar el gobierno a la fuerza ganadora en las urnas. María Guardiola bailó sola en su campaña personalista. Y cometió errores. Los perdedores de estas elecciones, que ayer se enredaron en un debate sobre la facilitación de la investidura del PP, aguardan expectantes que la derecha vuelva a tropezar con la misma piedra.