Pedro García Cuartango-ABC
- Hay una manera de frenar a Vox, pero no le interesa a Sánchez. O mejor, le repele. Me refiero a la regeneración ética de la política
Una de las conclusiones que se puede sacar de las elecciones en Extremadura es que el discurso del miedo a Vox ya no funciona. A fuerza de repetirlo, el mantra se ha convertido en un estereotipo ineficaz, en una frase hecha que deja indiferente a la mayoría. Es demasiado obvio que Sánchez recurre a estas hipotéticas consecuencias de un ascenso de la ultraderecha para aglutinar a su electorado y evitar cualquier crítica a sus errores. El miedo a Vox es, sobre todo, miedo a perder el poder.
Sánchez no es el único dirigente europeo que ha basado su discurso en una demonización de la ultraderecha. Los líderes de la izquierda en Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña y Holanda han intentado sin éxito frenar el ascenso de los partidos homologables a Vox con los mismos argumentos y la misma orfandad intelectual.
Resulta mucho más fácil exagerar los peligros que suponen estas formaciones que reconocer la incapacidad para dar soluciones a los problemas que inquietan a los ciudadanos, como la inmigración, la desigualdad, la globalización o la vivienda. Todo o casi todo se arregla esgrimiendo el fantasma de un hipotético triunfo de esos partidos, a los que se presenta como una reedición de los fascismos de los años 30.
No puedo estar más distante del programa de Vox y sus compañeros de viaje. Pero eso no me impide darme cuenta de que discursos como el de Sánchez, incapaz de hacer la menor autocrítica, les fortalecen. La corrupción, la falta de eficacia, el nepotismo y la manipulación de las instituciones son el verdadero trasfondo de la expansión de la ultraderecha.
Hay una manera de frenar a Vox, pero no le interesa a Sánchez. O mejor, le repele. Me refiero a la regeneración ética de la política, que pasa por dejar de utilizar el poder de forma partidista y personalista. El gran reproche que se le puede formular al presidente es haber traicionado sus promesas de esa regeneración que abandonó al día siguiente de triunfar en su moción de censura.
Nadie como Sánchez había ido tan lejos en el repudio a las prácticas clientelistas y corruptas. Recuerdo que dijo que las puertas giratorias eran un cáncer para la democracia. Pero nadie como él olvidó con tanta premura esos compromisos que asumió al desalojar a Rajoy de La Moncloa. Llevarse las manos a la cabeza por el ascenso de Vox es una incoherencia y una hipocresía.
Si se quiere combatir su ascenso aquí y allí, la opción más efectiva es devolver la dignidad a la política, poner en marcha reformas legislativas y no cosméticas para acabar con la corrupción y fortalecer el sistema de contrapesos que sustenta las democracias. Todo lo contrario de lo que ha hecho Sánchez, sin mayoría parlamentaria y atrincherado en el poder para ver si escampa. Una estrategia que sólo le puede salir mal.