• El legado del intelectual bilbaíno cobra vigencia en un mundo complejo, polarizado y en el que se arrinconan los valores humanistas

Mikel Etxebarria-El Correo

Presidente de la Asociación Unamuno Elkartea AUE

Se cumplen ahora ochenta y nueve años de la desaparición de Miguel de Unamuno, nuestro bilbaíno más universal. Habiendo sido uno de los intelectuales más influyentes a nivel mundial de la primera parte del siglo XX, su figura sufrió un inmenso ostracismo desde ese momento.

A diferencia de otros intelectuales que son y han sido, tiene a gala ser librepensador, orejano; es decir, res sin marca. Es crítico con todo el mundo. No se casa con nadie, a excepción de con su esposa, y correctora (como la mía) de sus escritos, la gernikesa Concha Lizarraga. Además, se autodefine como hombre entero, no de partido. Esto conlleva que tanto los ‘hunos’ como los ‘hotros’, aunque cuando les interesa intentan apropiárselo, le vislumbren con desconfianza.

Es un intelectual comprometido con su tiempo y que siempre defiende el conocimiento, la cultura, la verdad y la democracia. Dice él mismo que el vencedor siempre le tendrá enfrente. Eso le hace pagar un precio muy alto en destierros, multas, destituciones y en su propia vida.

Su legado consiste en ensayos, novelas, poesías, miles de artículos y sobre todo el ejemplo de su actitud, el permanente uso del pensamiento crítico. Hoy en día, en un mundo complejo, polarizado, con arrinconamiento de valores humanistas, sus aportaciones resultan absolutamente vigentes. Tengo registrado un aviso por internet para recibir todo lo que surja con la denominación ‘Unamuno’. Todos los días tengo muchas entradas; algunas, aunque interesan menos porque se refieren a acontecimientos en centros de enseñanza o calles con su nombre, sorprenden porque provienen de cualquier lugar del mundo.

Actualmente me encuentro leyendo dos libros que le citan profusamente. Uno el best seller de historia mágica ‘La península de las casas vacías’, de David Uclés, en la que es el referente más citado y cuyo autor también utiliza frases y conceptos del bilbaíno en sus entrevistas e intervenciones públicas.

Aún hay reticencias para lograr un espacio digno para Miguel de Unamuno en su botxito del alma

El otro libro es ‘Paseos sonoros. Las huellas de la música clásica en Bilbao’, de Mercedes Albaina, donde se hace un recorrido emotivo sobre el enorme y cualificado elenco de músicos clásicos bilbaínos o ligados con la villa, como Ledesma, Arriaga, Valle, Guridi, Isasi, Arambarri, Iparraguirre y muchos más. Casualmente el autor más citado en la excelente obra no es un músico, es Unamuno, indicándose también que en los murales de los techos de los soportales de la calle de La Ribera se encuentra ¡tocando el piano. Otra casualidad que se indica es que el prodigioso músico Juan Crisóstomo Arriaga Balzola vivió diez años (de 1811 a 1821) en la misma casa de la calle Ronda (ahora con el número 16) donde nació Unamuno, unos años después, en 1864. Al hilo de esto, una cuestión: ¿Cómo es posible que ese mágico lugar, impregnado con el espíritu de dos bilbaínos ilustres amén de genios universales, no sea una casa-museo?

Quiero recordar que un grupo de románticos unamunianos hemos decidido revivir la asociación que para honrarle se había creado en 1986, a los cincuenta años de su desaparición. La hemos rebautizado como Asociación Unamuno Elkartea (AUE) y entre nuestros propósitos se encuentra lograr un espacio para Unamuno en un museo o lugar digno de su botxito del alma. En definitiva, poner en valor una de nuestras figuras más emblemáticas, que además no es solo que naciera aquí, sino que presumía de ser vasco y euskeldun, y enalteció, como jamás nadie lo ha hecho, a su tacita de plata, Bilbao.

Somos conscientes que aún hay reticencias. Nos dicen amablemente que Unamuno ya está en algún museo de Bilbao; y es cierto que tiene un cuadro por aquí y un busto por allí, pero lo que necesita es al menos una «habitación propia», como sugería Virginia Woolf, siguiendo el consejo de Montaigne. Nos recuerdan también que ya está en Salamanca, donde afortunadamente es muy venerado; pero también queremos que esté presente en su querida tierra.

Voy a terminar con esta cita de Unamuno que la recoge como inicio Mercedes Albaina en su obra aludida anteriormente: «¿No has buscado en tu corazón la eternidad del dulce pasado? Porque lo eterno no es el porvenir, lo eterno es el pasado. Solamente lo que pasa, queda».