Mikel Buesa-La Razón
- Mi impresión es que la formación del presidente adolece de lagunas insalvables que acaban reflejándose en su pasión por el poder
Oskar Lange y Michal Kalecki fueron, sin duda, los dos economistas polacos más destacados del siglo XX. De formación marxista, ambos tuvieron un sesgo heterodoxo –más el segundo que el primero– y ambos realizaron aportaciones relevantes, uno en cuanto a la discusión sobre el cálculo económico en el socialismo y a la planificación, y el otro en lo referente a la teoría de los ciclos y al papel de la demanda efectiva en el manejo macroeconómico –tema este en el que se adelantó a Keynes–. Personalmente eran muy distintos: ocurrente Kalecki y muy serio Lange. Se cuenta que, en cierta ocasión, Kalecki le explicó a Lange la teoría de la crítica y la autocrítica, tan cara a la izquierda. «¿Qué es la crítica? –se preguntó–: asomarse al balcón y escupir hacia abajo; ¿y la autocrítica?: asomarse al balcón y escupir hacia arriba».
He recordado esta anécdota al conocer la reacción de Pedro Sánchez ante los resultados electorales de Extremadura. Mi impresión es que la formación del presidente adolece de lagunas insalvables que acaban reflejándose en su pasión por el poder. En algún momento de su biografía debieron contarle aquello de que Marx había vuelto a Hegel del revés para sustentar el progreso social sobre sus condiciones materiales; y de ahí dedujo que a todo había que darle la vuelta, singularmente en la interpretación de las corrientes políticas con relación a su partido, de tal manera que la autocrítica debiera trastocarse en crítica y viceversa. Es así como se explica esa dialéctica –que tal vez él cree basada en el filósofo alemán– que atribuye el resultado socialista a factores externos –la guerra sucia del PP y Vox, la denuncia falsa contra el candidato Gallardo, los electores que se quedaron inopinadamente en casa– a la vez que enfatiza en el fracaso de Guardiola porque no ha llegado a la mayoría absoluta y va a tener que arreglárselas con Abascal. Ninguna mención a los escándalos del PSOE en materia de corrupción y de abusos sexuales. O sea, escupir hacia abajo e inmediatamente pasar a otra cosa –tal vez porque cree que el futuro es suyo–, como ponerse de acuerdo con Bildu para prorrogar el «escudo social». Así es Sánchez.