Jesús Cacho-Vozpópuli
- El rey reina pero no gobierna, y el que gobierna es un delincuente vocacional
«El año 2025 fue difícil para todos, pero no se preocupen, el año que viene será mucho peor». La profecía pertenece a la primera ministra italiana, Georgia Meloni, y es parte de su tradicional alocución de fin de año al personal del Palacio Chigi, su residencia oficial. Sorprende la sinceridad de la dirigente italiana para llamar a las cosas por su nombre. La Italia de Meloni es un triunfo del buen hacer en un mundo plagado de problemas y en una Unión Europea que se debate víctima de la mayor crisis de su ya larga historia. Una UE abrasada por la agenda burocrática de Bruselas, despreciada por “el amigo americano” que tantas veces la sacó del barro y ridiculizada por ese siniestro personaje que es Vladimir Putin. En este sombrío panorama, Meloni ha hecho de Italia la reina del cabaret europeo. Lo decía ayer Financial Times. “Italia sigue siendo la octava economía del mundo y la tercera de la UE. Es la segunda potencia manufacturera del continente, con exportaciones por más de 600.000 millones y un sólido superávit comercial. Sectores como maquinaria, tecnología, diseño, componentes, farmacia, moda y alimentos funcionan gracias a redes densas de pymes, flexibles y competitivas”. Según el diario británico, “Europa debería aprender de Italia”, un país que está demostrando lo que ocurre “cuando la estabilidad política, la credibilidad fiscal y la fortaleza industrial van de la mano”. Vista como el “eslabón débil” de Europa durante mucho tiempo, esa imagen ha quedado hoy anticuada. “Los mercados y los inversores lo tienen claro: Italia se ha convertido en una historia de éxito”.
Contrasta sobremanera la forma en que Meloni trata a los italianos como seres adultos a los que no se puede ni se debe engañar con baratijas, y los sobreentendidos a los que se ve obligado a recurrir año tras año el rey Felipe VI cuando se dirige a los españoles en su mensaje de Navidad. Es la metáfora del elefante en la habitación. El paquidermo ha destruido el mobiliario, se está cargando el piso, los cascotes inundan las habitaciones y el polvo lo nubla todo, pero hacemos como si no pasara nada. Nadie puede hablar del destrozo, nadie puede citar a la bestia y menos el Rey, de modo que fingimos que no la vemos, que no advertimos el destrozo. No hay elefante y, si lo hay, nos comportamos como si no existiera. La realidad se disfraza entonces de un lenguaje de sobreentendidos, de mensajes entre líneas, de ideas e intenciones supuestas y no verbalizadas. El Rey alude al deterioro de nuestra convivencia democrática pero no puede citar al responsable de la situación y echa la culpa a extremismos y populismos. Se supone que se refiere a Vox, que no a la izquierda cainita que a cara descubierta trabaja por la destrucción de la nación a las órdenes del jefe de la Banda. Es la doble realidad en la que viven los españoles o, mejor dicho, la existencia de una realidad oficial paralela con la que se disfraza el drama del país. El rey reina pero no gobierna, y el que gobierna es un delincuente vocacional. El BOE está en manos de un capo mafioso, pero fingimos estar instalados en una democracia parlamentaria sometida al imperio de la ley. Y en estas aguas pestilentes navegamos día tras día en un ejercicio de paciencia infinita, tan agotador como frustrante. Cobardía y miedo. Y así hasta que el bandolero especialista en nada quiera. Vale la cita atribuida a Darwin: “La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento”.
Que quiere, naturalmente. Quiere seguir. Continuar disfrazando la situación de impostada normalidad. En un nuevo ejercicio de ese insuperable cinismo que le caracteriza (¡todo lo tiene bonito mi María Antonia!), el presidente enseñó el viernes a los españoles una parte del palacete donde vive con Begoña (vídeo difundido por la plataforma TikTok), en el que personalmente anuncia que va a hacer “un pequeño house tour por el Palacio de la Moncloa en plan Isabel Preysler” (sic). Como dijo Aldous Huxley, “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposo y ridículo se vuelve su lenguaje”. Todo como si no pasara nada. Como entremés a los 15 días que se va a tomar de vacaciones con cargo a los impuestos que pagan los ciudadanos. Como si no acabara de pegarse un monumental castañazo en las elecciones extremeñas. Como si no estuviera de corrupción familiar y amical hasta las orejas. Como si no fuera evidente su falta de legitimidad para gobernar. Quiere meter a los españoles en la Moncloa porque él no puede salir a la calle a pecho descubierto sin que le abucheen esos mismos españoles. Hablamos de un tipo obligado a vivir prácticamente escondido, que se desplaza por Madrid camuflado en una comitiva compuesta por hasta 7 vehículos de alta gama y protegido por una veintena de escoltas. “Todo un hombre”, que diría Tom Wolfe.
Se acaba su tiempo. Se le termina el chollo. En contra del vaticinio de Georgia Meloni, 2026 va a ser un buen año para España, un gran año incluso para esa mayoría de españoles (60% de centro derecha, porque la mayoría de los españoles, como la mayoría de los franceses, de los alemanes y de los italianos, son hoy de centro derecha) que sueña con volver a la normalidad democrática. El 26 será el año en que despidamos para siempre al sátrapa que nos Gobierna, el individuo que con trampas se hizo con el control de su partido, con mentiras se alzó con la presidencia del Gobierno y en contra del espíritu constitucional se adueñó finalmente del Estado para ponerlo a su servicio y el de sus conmilitones. El pasado viernes 19, Zapatero y señora, Sonsoles Espinosa, en compañía de sus dos hijas, empresarias de reconocido prestigio, estuvieron cenando en un reservado del hotel Santo Mauro, antigua residencia del duque del mismo nombre, Zurbano 36, con Pedro Sánchez y Begoña. A los nuevos señoritos del socialismo patrio les encanta el lujo. “Siéntete como en casa en un palacio”. 180 euros por persona menú degustación. Cuentan que Zapatero aflojó la cartera. El petróleo venezolano y los negocios chinos dan para eso y mucho más. Una noticia que sin duda hará las delicias de los miembros de la “banda del Peugeot” que pasan la Navidad en el palacete de Soto del Real con vistas a la Maliciosa o que han pasado por allí, caso de Santos Cerdán. Ellos pusieron a Sánchez en el pedestal, con Ábalos como jefe de la cofradía, y ellos son los que se van a comer el marrón del talego durante un porrón de años si no se deciden pronto a cantar lo que saben, que es todo o casi. De eso iba “esto” desde el principio, de forrarse como se ha forrado Zapatero, Bono, Moratinos, De Paz, etc., etc., y como, según cuentan Aldama y Koldo, se está (supuestamente) forrando Sánchez. De hacerse millonarios con cargo a España y los españoles. Por eso necesitan durar. De ahí la necesidad imperiosa, casi desesperada, de estirar este chicle insano y pestilente que estamos viviendo.
No le va a durar mucho. Será difícil que nuestro autócrata logre superar la yincana electoral que le ha planteado Núñez Feijóo durante la primera mitad del próximo año. Si lograra superar el verano, una mayoría de opiniones cualificadas coinciden en colocar las próximas generales en el otoño del 26, probablemente en octubre. Sería un adelanto de poco más de medio año. Ello si los jueces no obligan a adelantar el calendario a golpe de sentencia condenatoria. Alguien ha descrito las tres formas por las que el sujeto podría abandonar el poder sin rastro de honor: saliendo de Moncloa escoltado y esposado por la Guardía Civil; sorprendiendo a los españoles una buena mañana desde República Dominicana, anunciando su intención de no volver, y acabando su carrera expulsado de su PSOE por esos miles y miles de alcaldes, concejales y cargos varios cuyos garbanzos se está jugando el canalla. No creo en ninguna de ellas. Serán los españoles quienes, más pronto que tarde, le pongan en la calle depositando su voto democráticamente en las urnas. Hasta entonces toca resistir. Soportar el acelerado deterioro de la convivencia. Asistir incrédulos al desbarajuste institucional. Controlar los nervios ante la pavorosa muestra de nepotismo, la escandalosa utilización de las empresas, públicas y privadas, para colocar a amigos y conmilitones, dispuestos todos a participar en ese festín que consiste en enriquecerse con lo que esté más a mano. ¿Qué nos depararán los “meses de la basura” que vamos a vivir? Ninguna sorpresa. El sujeto está de rodillas ante sus socios, dispuesto a pagar el precio que le pidan para seguir en el machito (la financiación singular o “cupo catalán” se va a reactivar en enero). Complacer a Puigdemont y seguir echando alpiste a su grey con el gasto público (“escudo social” llama el soplagaitas a la compra de votos). Y tiene dinero para aburrir. Como ayer contaba Mercedes Serraller, Hacienda ha ingresado un 70% más desde que Sánchez es presidente, pasando de los 193.951 millones ingresados en 2017 a los 325.000 que contabilizará este 2025.
Nada tan importante en la historia reciente de España como la necesidad de un acuerdo entre PP y Vox para encontrar una salida a la profunda zanja en la que ahora mismo se encuentra sumido el país. Una salida democrática, a la que habrá que necesariamente incorporar a una izquierda igualmente democrática, totalmente alejada de esta extrema izquierda guerracivilista a la que hoy manosea con desparpajo el okupa de Moncloa. Porque no se trata de echar a Sánchez, como cualquier español con dos dedos de frente sabe. Sacarlo del poder es apenas el primer paso para otro trascendental centrado en la búsqueda de un proyecto de país que dé cobijo a la mayoría de los españoles. No hablamos de gestionar el desastre dejado por herencia, sino de reformar casi por completo el sistema. En esto tiene razón Mario Conde, quien, comentando el discurso navideño del Rey, aseguraba estos días en la red social X que “el problema no es la democracia; el problema es el sistema”. Un sistema en el que ha desaparecido la separación de poderes y que habrá que resetear en profundidad. Abrir la Constitución en canal. Último intento para el Partido Popular o a la tercera va la vencida. Todo lo que no sea eso será una broma que no lograría sino alargar la agonía. Esperemos que los líderes del centro derecha sepan estar a la altura del envite que muy probablemente afrontaremos como nación en el año que empieza.
Todo lo mejor en 2026 para los lectores de Vozpópuli.