Juan Carlos Viloria-El Correo

  • La absurda resistencia a utilizar la palabra Navidad se ha impuesto como uso social

En el cruce de wasaps entre amigos, familiares y conocidos ya se ha asentado la costumbre de felicitar la Navidad y la Nochebuena, o simplemente «las Fiestas». Como si fueran las fiestas del pueblo, la fiesta de la Rosa o las del barrio de Gracia. No está muy claro si quien felicita las Fiestas a secas, en lugar de la Navidad, quiere hacer una profesión de laicismo militante o es que le da igual que sea la Navidad, el nacimiento de Jesús, o la Virgen de la Paloma. Lo cierto es que esa absurda resistencia utilizar la palabra Navidad y su alcance espiritual y religioso se ha impuesto como uso social. Uso tan contradictorio como felicitar por una conmemoración religiosa que no compartes. No tienes obligación de felicitar como tampoco se felicita a un navarro por San Fermín.

Pero una cosa es que España sea un estado aconfesional y otra que los cristianos sean una amplia mayoría de la sociedad que merece un reconocimiento. Pues, a la cabeza de la manifestación, este año, el presidente Pedro Sánchez se ha grabado un vídeo inenarrable para felicitar «estas fechas». Y en un alarde de desdén a millones de compatriotas:    «Celebres con quien celebres, estés donde estés, decores, cantes, bailes, comas lo que comas…. Felices Fiestas». ¿Se puede ser más relativista? Pero el presidente, que ahora se prodiga en las redes juveniles, parece no haber caído en que el despertar de la religión está de moda. Que una tal Rosalía, tiene sus vídeos y composiciones llenas de símbolos cristianos y cruces en los conciertos como gesto estético y espiritual. Que cada vez más artistas y compositores de todo el mundo están conectando el arte pop con la tradición religiosa y hablan sin filtros sobre la espiritualidad, el vacío existencial y la conexión con lo divino. La cantante más reconocida este año utiliza la religiosidad para expresar emociones complejas como el desamor, la fe, la búsqueda de la redención.

El presidente, tan preocupado por las guerras y los oprimidos, ignora que según el Parlamento Europeo los cristianos son la minoría religiosa más perseguida del mundo. Que la OSCE cifra en 150.000 los cristianos asesinados este año. Que ante el genocidio de la comunidad cristiana en Nigeria a manos de Boko Haram, el grupo fundamentalista islámico, no ha tenido una palabra de solidaridad. Las maneras de felicitar también polarizan y no se debe ignorar que, aunque pase desapercibido hay grupos aquí que se dedican a deteriorar o derribar símbolos cristianos impunemente. Un socialista laico y ateo como François Hollande reconocía estos días que durante mucho tiempo la política a ha estado alejada de lo espiritual y que no solo es rito sino valores y moral. «Dudo de los milagros –dice el socialista francés– pero una pequeña luz, siempre está encendida».