Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 14/9/11
Definitivamente, Patxi López pasará a la historia como el lehendakari que devolvió a Euskadi la Vuelta Ciclista a España. Que no se queje, la historia tiende a caricaturizar a sus personajes, y aunque haya hecho alguna cosa que crea más importante lo que le va a marcar va a ser esto. Pues es este hito, que implica una normalización política evidente en eso que Eguiguren llama el «arreglo vasco», y otros la «chapuza nacional», lo que permite que la serpiente multicolor -denominación cursi donde las haya que algún locutor nacional sindicalista le puso- pueda regresar de treinta años de exilio. La noticia en otros webs webs en español en otros idiomas Que no se queje si le parece poco, que la historia con singular capricho nos impone su calificación, pues otros salieron peor parados. Por ejemplo, su correligionario, y mí muy admirado, Indalecio Prieto, que pasaría a la historia por algo de lo que se arrepintió mil veces, como promotor de la revolución de Asturias. O Trotski, que luego se las dio de muy tolerante, pero que ha pasado por las fauces de la posteridad como el bolchevique que militarizó a los sindicatos soviéticos. O el mismo Mussolini, que quería pasar al futuro como el moderno César del nuevo estado corporativo y se quedó como el hombre que consiguió que los ferrocarriles italianos llegaran a su hora. No está mal para Patxi «el hombre que trajo la Vuelta», pues «El Hombre que Pudo Reinar» la dejamos, por pretencioso, para el cine. Verdaderamente ha sido muy bien recibida la Vuelta. No en vano surgió aquí, y la memoria, ésta si histórica, reclamaba nostálgica aquellos tiempos en que el acontecimiento de la Vuelta rompía la triste rutina de los días. Los colegios daban fiesta a los chavales a media tarde para ir a ver su llegada, librándonos oportunamente de declinar en ese momento hinc, hanc, hunc. La caravana publicitaria con un Gargantúa más moderno que el del ayuntamiento daba pastillas de un sucedáneo de mantequilla que luego supimos se llamaba margarina, y una bruja subida en un aspirador pasaba ante nuestras narices. Y luego estaba la epopeya, la pugna entre nuestros grandes Loroño y Bahamontes, aunque en una ocasión apareció un casero que desde niño andaba en bici, que ni siquiera pertenecía al equipo nacional, sino al modesto equipo de la Federación Vasco-Navarra de ciclismo, y les sacó un montón de tiempo y ganó la etapa. Aquel héroe, que pasó a mi crónica particular, pues no se me olvidó, se llamaba Aizpuru. ¡Cómo en nombre de la patria unos canallas nos quitaron nuestras vivencias! Nos arrebataron durante años lo que era parte nuestra. Cuánto tiempo perdido en nombre de una fantasmal parusía, para que muchos años después se empiece a ver que tanta brutalidad y muerte no servía más que para sostener por la fuerza lo irracional e imposible. Sus camisetas de presoak etexera querían chafarnos la fiesta pero no podían, que se vayan haciendo a la idea, sin ETA no nos pueden seguir robando nada. Gran entrada en meta.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 14/9/11