Zapatero pasa ‘in extremis’ a la Historia y deja a Rajoy la patata caliente de la disolución de ETA

EL CONFIDENCIAL, 21/10/11

LA INFLUENCIA DEL «CESE DEFINITIVO» DE LA VIOLENCIA EN LAS ELECCIONES DEL 20-N, UNA INCÓGNITA

Lo ha logrado casi en el último minuto, cuando falta solo un mes para que abandone La Moncloa. Pero, aunque in extremis, será José Luis Rodríguez Zapatero quien pasará a la Historia como el presidente del Gobierno que acabó con el terrorismo de ETA. La banda armada anunció ayer el «cese definitivo» de la violencia, aunque no su disolución, una patata caliente que deberá gestionar Mariano Rajoy si, como pronostican todas las encuestas, vence en las urnas el próximo 20 de noviembre.

Zapatero, que se convertirá en presidente del Gobierno en funciones al día siguiente de las elecciones, celebró ayer como «una victoria de la democracia, la ley y la razón» el anuncio de ETA -difundido a través de un comunicado en vídeo en el diario Gara– del «cese definitivo» de su «actividad armada». Lo hizo en un tono solemne y con una emoción apenas contenida durante una breve declaración institucional pronunciada a las ocho en punto de la tarde en el palacio de La Moncloa y redactada contrarreloj por su equipo de asesores.

No hubo el menor asomo de euforia en sus palabras. Pero sí destacó la «importancia trascendental» del anuncio de la banda terrorista, que pone fin a 43 años de atentados, secuestros y extorsiones, con un balance sobrecogedor de 829 víctimas mortales y miles de dramas personales grabados a sangre y fuego en la memoria de los heridos, viudas y huérfanos que se ha cobrado el conflicto.

El jefe del Ejecutivo hizo un apresurado balance de todos cuantos han contribuido al final de la violencia: los presidentes que le precedieron, los ministros del Interior -con especial énfasis en Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque no le citó por su nombre-, las Fuerzas de Seguridad del Estado, los jueces, los partidos políticos, las autoridades francesas -aquí sí se refirió a la «determinante» ayuda de Nicolas Sarkozy– y «la firmeza» de la sociedad española y los ciudadanos vascos. Y, por supuesto, honró «la memoria de las víctimas», que «acompañará a las futuras generaciones de españoles».

Zapatero, sin embargo, apenas aludió al escenario de incertidumbre que se abre a partir de ahora, más allá de recordar que «al Gobierno y al Parlamento que resulten de las próximas elecciones generales les corresponderá conducir esta nueva etapa». Será Rajoy quien recibirá esa herencia envenenada si se cumple el guión previsto y llega a La Moncloa: la disolución de ETA, la entrega de las armas, el futuro de los presos y el muy probable avance del independentismo en el País Vasco.

Rajoy, en el papel de estadista

El líder del PP adoptó ayer una actitud más propia del estadista que ya roza con los dedos el poder que del dirigente de la oposición que desconfía del papel jugado por el Gobierno y de la letra pequeña del comunicado de ETA. Es cierto que dejó un resquicio a la cautela al afirmar que «la tranquilidad solo será completa cuando se produzca la disolución». Pero, a continuación, no solo calificó de «gran noticia» el cese definitivo de la violencia, sino que, de forma un tanto sorprendente para propios y extraños, aseguró que el anuncio de la banda terrorista «se ha producido sin ningún tipo de concesión política».

Mucho menos conciliadores que Rajoy se mostraron otros dirigentes del PP, que expresaron su profundo escepticismo tras conocer la noticia. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, advirtió que los comunicados de ETA tienen «credibilidad cero», y recordó, a través de su cuenta en twitter, que «los delitos de un asesino no prescriben porque declare que no va a matar más». Pero tal vez el mensaje más radicalmente alejado de la moderación mostrada por el líder del partido fue el del eurodiputado Carlos Iturgáiz, que, además de asegurar que el anuncio de ayer es «el precio que paga ETA al Gobierno por la negociación», insinuó que la banda terrorista trata así de favorecer electoralmente a Rubalcaba y al PSOE.

Pero, a falta de calibrar el impacto que pueda tener en las encuestas el fin del terrorismo, no parece que el pronóstico de Iturgáiz vaya a cumplirse. Primero porque una amplísima mayoría social daba ya prácticamente por amortizado el cese de la violencia, después de dos años sin atentados en España y con una ETA moribunda por el cerco policial y judicial. Y segundo porque, como admiten todas las fuerzas políticas, la crisis económica será el factor determinante a la hora de emitir el voto. Y en ese terreno el PSOE sigue teniendo todas las de perder.

EL CONFIDENCIAL, 21/10/11