El autor es optimista sobre lo que suceda en la manifestación, pero menos acerca del día después.
La manifestación que el lehendakari ha convocado para el día 22 en Bilbao tiene el éxito asegurado de antemano. El escueto lema de ‘ETA kanpora’ no ofrece resquicio alguno por el que las reticencias puedan escabullirse y convertirse en ausencias. De buena o mala gana, por Bilbao desfilarán todos los que deben desfilar. La multitudinaria afluencia no será, como es obvio, un clamor unánime a favor del ‘Plan Ibarretxe’. Tampoco lo pretende quien convoca la manifestación. Sin embargo, a partir de ese día, el plan habrá quedado, en cierto sentido, descontaminado.
La coincidencia, casual o buscada, del comunicado con que ETA lo rechaza como un «plan para la guerra» y de la convocatoria con que el lehendakari le responde en términos no menos contundentes, convergen en dejar claro que, cualquiera que sea el camino por el que el plan traerá, como promete su promotor, la paz, no pasará de nuevo por Lizarra. La paz no se hará, esta vez, con ETA, sino contra ETA. La manifestación habrá tenido, en tal sentido, el efecto de librar el plan de toda sospecha de connivencia. El lehendakari habrá logrado lo que quería.
Pero, a partir de ahí, las cosas volverán a su sitio. El debate de los Presupuestos, que por las fechas de la manifestación habrá alcanzado su punto más álgido en el Parlamento, colocará de nuevo al lehendakari frente al espejo de su propia debilidad. La minoría que sustenta a su Gobierno y su incapacidad de labrar consensos plurales pondrán, una vez más, en evidencia la desconfianza política y la precariedad institucional en las que el país se halla sumido desde hace tiempo. La descontaminación que, respecto del terrorismo, el plan habrá experimentado en la manifestación de Bilbao no servirá para librarlo también de sus adherencias soberanistas, que son las que constituyen el obstáculo insalvable para erigirlo en la nueva base del entendimiento político y de la convivencia ciudadana.
Por contra, la desconfianza política y la precariedad institucional que se pondrán de manifiesto en el Parlamento sí contribuirán, en cambio, a desvirtuar la unidad antiterrorista que se habrá manifestado días antes por las calles de Bilbao. Aparecerá ésta, a posteriori, como una unidad efímera, forzada y, en último término, irreal. Se revelará, en suma, como una unidad que, para consolidarse en el tiempo y ser de verdad eficaz, necesita de otros consensos más amplios y profundos que el mero rechazo unánime de ETA. Porque, mientras todos los que se habrán manifestado en Bilbao el día 22 no dejen de mirarse con recelo y de considerarse unos a otros estorbos en el camino que cada uno se ha trazado para alcanzar su particular proyecto político, incluso la unidad ese día lograda contra el terrorismo volverá a saltar por los aires el día menos pensado.
Jose Luis Zubizarreta en EL CORREO 11/12/2002