Frente a quienes reclaman la capacidad de decisión de los vascos como excusa justificativa de la violencia, resultaba necesario que el presidente aclarara que los vascos, lo mismo que hicieron en 1979, decidirán, también ahora, en libertad. Más plena, si cabe, toda vez que no estarán constreñidos, en esta ocasión, por la amenaza de ninguna violencia.
El presidente Rodríguez Zapatero se ha decidido a anunciar el inicio del diálogo con ETA sin el apoyo del Partido Popular. No debería extrañarnos. Una vez que se aprobó en el Congreso, el 17 de mayo de 2005, aquella resolución por la que se apostaba por el «final dialogado» de la violencia, resultaba lógico pensar que los populares no se sumarían a la estrategia diseñada por el Gobierno. Opondrían, como de hecho están oponiendo, objeciones de carácter aparentemente técnico sobre la modalidad concreta del diálogo, pero sus discrepancias de verdad tendrían que ver con el fondo mismo del asunto. A los populares no les satisfaría nada que no fuera la pura y dura derrota policial. Es su opción.
Zapatero, en cambio, cree en el diálogo y, por lo que se ve, ha encontrado en el Acuerdo de Ajuria Enea la mejor expresión de su creencia. De hecho, la resolución citada recogía ya, al pie de la letra, uno de los puntos fundamentales de este texto. Pero, además, en el anuncio que ayer hizo en el Congreso se atuvo, en lo sustancial, a lo que constituye, en mi opinión, la esencia del documento. De un lado, la ilegitimidad radical de la violencia como instrumento de intervención política y, de otro, la receptividad del sistema democrático respecto de cualquier reivindicación que sea hecha por medio de la palabra.
En este sentido, resultó oportuna, y no sólo por su valor táctico frente a las objeciones del Partido Popular, la cita literal que el presidente hizo del «principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular», tal y como rezan tanto el mencionado Acuerdo como la citada resolución. Era preciso que, en el momento en que se anunciaban las conversaciones con ETA, el presidente le dejara a ésta claros los límites infranqueables que aquéllas no pueden traspasar.
Del otro lado, resultó igualmente apropiada la referencia a la capacidad de decisión de los vascos. Frente a quienes la reclaman como excusa justificativa de la violencia, resultaba necesario que el presidente aclarara que los vascos, lo mismo que hicieron en 1979, decidirán, también ahora, en libertad. En libertad aún más plena, si cabe, toda vez que no estarán constreñidos, en esta ocasión, por la amenaza de ninguna violencia.
Entre estas dos riberas -ilegitimidad de la violencia y receptividad de la democracia- deberá discurrir el diálogo que ahora comienza. Su éxito dependerá, más que de ninguna otra cosa, de si todos los participantes han aceptado de hecho el principio de realidad. No otra cosa es lo que ayer trató de exponer el presidente.
José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 30/6/2006