La ruptura entre UPN y el PP constituye un test sobre el estado del regionalismo en España. Sobre la viabilidad de un proyecto político nacional allí donde el regionalismo consigue sillones, carreteras, trenes o millones. Para el PP ahora, y para el PSOE en cuanto pase a la oposición y no tenga carreteras, trenes o millones que ofrecer. Que en eso consiste el ‘Navarra se rompe’ de Miguel Sanz.
La confusión de Sanz entre la estabilidad de su propio sillón presidencial y la estabilidad de Navarra, «prefiero romper el pacto que romper Navarra», provocaría un dura reacción ciudadana en cualquier democracia madura. En la nuestra, ya veremos. Que no está verde, pero le ha salido una enfermedad de la madurez, el regionalismo desbocado, que está alterando los usos democráticos tradicionales.
No hay que descartar que una parte significativa de los votantes de UPN se identifique con el sillón de Sanz. Y que confunda la estabilidad de Navarra con los privilegios que puedan ser arrancados al Gobierno central, que es en lo que consiste el regionalismo que corroe nuestro sistema político. O sea, que sillón garantizado para Sanz, y a competir con el resto de nacionalistas y regionalistas para sacar tajada de los impuestos de los españoles.
En ese contexto de degradación regionalista, la incongruencia ideológica que supone para la derecha navarra el pacto de Sanz con Blanco pasa aparentemente a segundo plano. O eso cree Sanz y por eso rompe con el PP. El pacto de los socialistas con ETA que incluía la negociación sobre Navarra se torna irrelevante. Los acuerdos con Nafarroa Bai, también. Las ideas de Zapatero sobre el «conflicto vasco» y la necesidad de satisfacer los objetivos nacionalistas, léase Navarra, otro tanto de lo mismo.
O no nos habíamos enterado y los votantes de UPN están dispuestos a entenderse con el PSOE, sus socios nacionalistas, y hasta con ETA, cuando la negociación vuelva a la mesa de Zapatero, o Sanz espera que la bandera regionalista ampare eso y lo que haga falta. Y saber si Sanz está en lo cierto nos dará la medida exacta del alcance del virus regionalista.
De ahí que la ruptura entre UPN y el PP constituya un test sobre el estado del regionalismo en España. Sobre la viabilidad de un proyecto político nacional allí donde el regionalismo consigue sillones, carreteras, trenes o millones. Para el PP ahora, y para el PSOE, en cuanto pase a la oposición y no tenga carreteras, trenes o millones que ofrecer. Que en eso consiste el Navarra se rompe de Miguel Sanz.
Edurne Uriarte, ABC, 30/10/2008