Santiago González, EL MUNDO, 6/7/12
Jon Koldo Aparicio Benito pertenece a aquella media docena de etarras que, encabezados por Francisco Múgica Garmendia, habían llegado en verano del año 2004 a la conclusión de que ETA no tiraba y de que tal vez sería mejor dejarlo. Que Santa Lucía les conserve la vista. Llegaron a esta conclusión justo cuando el portento leonés anunció que él tenía una agenda progresista para la lucha contra el terrorismo, cualquiera que sea el sentido que le demos a esa locución.
Jon Koldo y el resto de abajofirmantes fueron los primeros etarras derrotados por Zapatero. En cuanto anunciaron su voluntad de rendirse porque ningún Gobierno querría negociar con ellos, el presidente les demostró que sí y ETA les expulsó de su seno. Se arrepintieron, pero ya era tarde y JK fue radicalizando posiciones hasta ser alejado desde la cárcel de Zuera, hacia la de Puerto I, un camino de perfección para un terrorista que estuvo a punto de ser flor de Nanclares y terminó en carne del Puerto de Santamaría, antesala del noveno círculo del alejamiento, El Salto del Negro, en Las Palmas.
Aparicio está a punto de sentar la cabeza y quiere trascender, poblar el vientre de su chica de amor y sementera, tal como escribió el poeta, pero quiere estar seguro de que la semilla fructifique, que no están los tiempos para derroches. Al juez de Vigilancia Penitenciaria le ha parecido que lo más pertinente es acercar al recluso hasta Basauri para practicarle unas pruebas de fertilidad. Lo había prescrito Unai Parot, el terrorista itinerante. Su verdadera doctrina era una invitación a los gudaris para que pusieran a las vascas a parir, dicho sea en sentido literal, con el fin de poblar Euskal Herria de niños abertzales.
En 2008, Elena Beloki fue excarcelada para someterse a un proceso de fecundación in vitro de su compañero –llamarle sentimental sería un exceso–, Juan Ma Olano. Es opinión general entre ginecólogos que a partir de los 40 años la respuesta de los ovarios se va empobreciendo y que, a los 47, edad de Beloki entonces, las posibilidades son prácticamente nulas.
La Fiscalía no comprende que para practicarle pruebas de fertilidad a un recluso sea necesario trasladarle al País Vasco, más concretamente a la prisión de Basauri, que, justamente, es el pueblo del recluso. Jamás hubo incomprensión más comprensible. ¿Por qué atravesar España con el fin de hacer unas pruebas para las que basta un tubo de ensayo, una revista porno y el laboratorio más cercano, en Jerez o Cádiz, un suponer, para que le hagan un seminograma? También se puede congelar la muestra y enviarla al mejor laboratorio del mundo, no vaya a quejarse nuestro héroe de sufrir una sanidad con recortes.
Santiago González, EL MUNDO, 6/7/12