Testimonio de una profesora de euskera que ama a esta lengua a pesar de todo.
Qué ha pasado contigo? ¿Qué te han hecho? ¿En qué te han convertido?
Tú no eres mi madre, ni siquiera mi lengua materna. Mi madre me hablaba en castellano y en la escuela de Burdeos aprendí a leer y escribir en francés. A ti te adopté siendo adolescente. Fuiste mi lengua por elección, junto a la de mis padres y a la de mi ciudadanía. Te dediqué muchas horas de estudio y muchas más de trabajo con una tiza en la mano. Y ahora, después de pasar contigo casi una vida, me pongo a escribirte como si fueras una persona.
Pero no eres un ser humano. Aunque te haya respetado y te respeto, te haya reconocido y te reconozco como lo que eres, una lengua. Te he agradecido las posibilidades que me ofrecías y el reto que ponías ante mí por comprenderte. Con los años he cambiado de ideas, he matizado unas y desechado otras. Me he sentido derrotada muchas veces y me he alejado de personas que fueron amigas o amantes. Pero contigo siempre he permanecido fiel.
Aunque también ha habido épocas en las que te he odiado, en las que he volcado en ti toda la ira que sentía al verte convertida en una barrera que impedía el paso, en una bandera de odio, en coartada para camuflar la mentira. Y también te he visto convertida en arma cargada de odio, y de terror. Sirviendo al monopolio de ideologías sin piedad, sirviendo al lado tenebroso del alma humana. Entonces no te he reconocido.
Ya sé que tú no piensas, que no sientes. Pero cuando han hecho de ti «ese inglés que sirve para encontrar trabajo», y esa pegatina para reconocerse en una secta, o esa macabra señal de tráfico alde hemendik con flecha apuntando al cementerio, yo, que quería llegar a sentir y pensar a través de tí, ¿cómo crees que me sentía? ¿Crees que podía sentirme orgullosa de ser euskaldun?
Otros no han necesitado conocerte para enarbolarte, para asegurarse un puesto directivo, para fotografiarse detrás de un periódico abierto denunciando «nos quitan nuestro euskera». ¿Cómo les podrían quitar lo que nunca les ha pertenecido? Quiénes son ellos para proclamarse tus propietarios, si ni te comprenden ni te hablan. Si no quieren compartirte. Ellos son los que te están matando.
Primero te secuestraron diciendo que una lengua hace una nación. Y no es cierto; hay naciones con distintas lenguas. Y hay lenguas compartidas por muchas naciones. También dijeron que la lengua es una concepción del mundo. Y tampoco es cierto. En euskera se expresaban los requetés y los gudaris mientras se mataban entre ellos sin piedad. Contigo se puede amar y también se puede odiar. Contigo puede uno comunicar grandes ideas y es posible incomunicarse, diciendo tonterías sin parar.
Sin embargo, me reconcilié contigo y disfruto de servirme de ti y de enseñarte a mis alumnos, aunque muchas veces con dificultad y con un enorme cansancio, porque, mal que les pese, no eres sólo de los otros, también eres mía, y también lo eres de las buenas gentes de este país que saben expresar en ti la belleza, la bondad y la verdad de las que también es capaz el ser humano. Y es en esos momentos cuando me siento más unida a ti que nunca, cuando tu dignidad como lengua moderna se restablece y calma el desasosiego.
Pareces decir: «Tranquila, no me han destruido, sigo estando aquí y no soy un monstruo». Y yo quiero creerte, necesito creerte. De otro modo, ¿cómo seguir adelante? ¿Cómo mantener un esfuerzo constante por conocerte cada vez más y mejor, por transmitir toda tu belleza e intentar entusiasmar a los jóvenes con tu lectura? ¿De qué serviría el inmenso trabajo, nunca reconocido por el poder, que tanta gente realiza a diario desde sus aulas para transmitir en euskera la cultura universal a niños y adolescentes?
Sé que hay también quien identifica la enseñanza a través de ti con manipulación de la ideología nacionalista dominante. En muchos casos es cierto, pero hay también buenos profesionales, buenos escritores que te dignifican, que te usan desde la pluralidad y el respeto, aunque entre tanto ruido parezcan voces calladas.
¿Dónde encontrar, entonces, una pequeña esperanza? No lo sé, sinceramente no lo sé. Pero tal vez de entre los muchos jóvenes que hoy se han escolarizado contigo pueda salir la normalidad que necesita toda lengua, porque ellos ya te conocen, te usan, y lo hacen para decir cosas dispares, porque ellos entre sí son diferentes, tan diferentes como los ciudadanos adultos que forman esa sociedad que quienes pretenden ser tus dueños se empeñan en no reconocer.
Tu enemigo no hay que buscarlo fuera, siempre ha estado dentro, y sigue estándolo. Es desde las entrañas del clan cerrado desde donde se corrompe todo, y también la lengua, aunque ellos pregonen ser tus salvadores. Su salvación consiste en evitar a toda costa que te contamines de las impurezas del exterior del clan, y así es como consiguen ensuciarte hasta la náusea de toda su miseria.
Pero otros te seguiremos respetando y amando, agarrados a pequeñas esperanzas, y descubriendo cada día que somos capaces de reír contigo y de llorar también en los momentos difíciles.
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Otros artículos de la misma autora pueden verse en la web http://cronicasdelsitio.virtualave.net
Ainhoa Peñaflorida en EL PAÍS del PAÍS VASCO, 26/2/2003