Mas anunció que lo pactado con Zapatero no significaba más que una etapa de la larga marcha hacia el Estatut Total, o sea, la independencia. Oportuno el aviso del Consejo de Estado sobre fijar en la Constitución el techo de competencias de los Estatutos. Sólo que para un viaje como ése necesita no ya unas alforjas muy grandes sino la compañía del PP.
Parece que por fin -qué hartazgo- va habiendo Estatut. Y con efecto sorpresa: cuando más parecía que no iba a haber nada sale Zapatero en plan Tamariz y se saca de la chistera un conejo, digo un Mas, que en realidad había venido siendo un menos porque no formaba parte del triunvirato que capitaneó la cosa.
Lo sucedido deja un regusto amargo sobre lo cruel que puede ser la política. Quien se creía insustituible y alardeaba de ello se ve sustituido -y quizá alardeado- por aquel a quien despreciaba y no parecía imprescindible. No es de extrañar, pues, que Carod –les carods sont cuites– se sienta traicionado y ande todavía en la mesa a ver si araña algo para no acabar de perder la compostura.
El viejo Esopo anticipó estas situaciones en los cuentos de la anchoa y de la corneja. Resulta que las ballena y los cachalotes estaban enredados en una guerra feroz cuando se les acercó una anchoa y les dijo que mejor sería que no lucharan, a lo que un cachalote le respondió: «Nos humilla menos combatirnos y morir los unos por los otros que tenerte a ti por mediador», lo digo para que Carod no vaya a subirse a las barbas de nadie. Y como me siento generoso aún le regalaré la conseja de la corneja. Había una corneja que nació mayor que sus compañeras por lo que, tras burlarse de ellas y despreciarlas, fue a unirse a los cuervos ya que se tomaba por tal. Pero los cuervos no la reconocieron como uno de los suyos y la echaron a picotazos. Cuando la corneja volvió entre sus homólogas recibió un tratamiento parecido ya que, ofendidas, se negaron a admitirla. El viejo Esopo culmina el cuento con una oportuna moraleja: «Cuando pienses cambiar de sociedad o amistades no lo hagas nunca despreciando a las anteriores no sea que más tarde tengas que regresar a ellas». Aunque no sé quién tendría que aplicársela, la corneja no, la moraleja, si Carod o Zapatero.
Hombre, Zapatero se está esforzando mucho por quedar bien con Carod y no parecer que le ha dado una puñalada pero, ¿se lo perdonará Carod? Zapatero sale ganando con el cambio ya que puestos a escoger un apoyo nacionalista siempre queda más presentable uno de la derecha que uno radical, claro que, el ponerse a coquetear con las derechas igual podría llevarle a echar de menos a Rajoy pero no parece que por el momento esté metiendo ese conejo en la chistera. Aunque quién sabe qué se puede esperar del maestro de las sorpresas.
Una cosa está clara, lo pactado con Mas parece que tiene fecha de caducidad, aunque los dos implicados no la entiendan del mismo modo. Zapatero ha dicho que el acuerdo es para 20 años y se comprende que cumplido ese u otro plazo bueno sería renovarlo ya que la sustancia del mismo es el vil metal y, evidentemente, el metal sólo entiende de plazos so pena de perder valor. En cambio Mas parece entenderlo de otra manera ya que a pie de firma anunció por los micrófonos, que lo pactado no significaba más que una etapa de la larga marcha hacia el Estatut Total, quiero decir, la independencia, con lo que podría volver a sospechar que nuestro Jefe de Gobierno no sabe muy bien en la que se ha metido. Por eso no parece de más -con perdón, Artur- el aviso del Consejo de Estado acerca de fijar en la Constitución el techo de competencias de los Estatutos de Autonomía. Sólo que ahí nuestro Zapatero tendría que acordarse de la fábula de la corneja porque para un viaje como ése necesita no ya unas alforjas muy grandes sino la compañía de otra corneja, el PP.
Y en esas estamos. Quienes gusten de estas cosas se verán encantados, el resto me parece que andamos más que aburridos por eso permítanme que me despida con la fábula de los enemigos. Iban dos enemigos en la misma barca pero uno en proa y otro en popa. Cuando se ven amenazados de irse a pique (lo siento), le pregunta el de popa al piloto por dónde se hundirá primero la txalupa y como le responda que por la proa exclamará exultante: «Entonces no espero la muerte con tristeza porque veré a mi enemigo morir antes que yo». País…
Javier Mina, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 30/1/2006