No debe sorprender que ETA se líe a poner bombas. No está pidiendo un respiro ni anunciando una tregua, sino demostrando que este Gobierno no le asusta. Zapatero apostó fuerte y, de momento, el único resultado perceptible ha sido una bomba en San Blas. Si guarda un as en la manga, que lo saque y nos deslumbre antes de que coloquen la segunda.
SEMANA instructiva, la que hoy concluye. ¿Aprenderá algo de ella el vaquero Rodríguez? Entre Suso de Toro y Josu Ternera debe haber un término medio y es menester que se ponga a buscarlo. Algún buey paciente y sensato tiene que quedar entre tanta vaca loca hozando en torno al pesebre. Viejos castrones desengañados con memoria suficiente para recordarle qué suele pasar con ETA cuando empiezan a circular rumores de negociación. Desechos de antiguas tientas que rumian rencores en apartadas provincias. Toreados victorinos que no entrarían al trapo ni aunque lo untasen con pachulí. Cabestros jubilados de ojos tristes, qué sé yo. Cualquier bóvido con la amarga experiencia de haberlo intentado alguna vez.
Tender cables a ETA o hacerle guiños no sirve más que para diferir su extinción. ¿Que la banda está en las últimas? No lo parece, pero, aunque así fuera, habría que esperar a que diese señales inequívocas -y, sobre todo, públicas- de claudicar para tomar iniciativas al respecto. Las suposiciones no bastan, por más fundadas que se pretendan. Las informaciones policiales, tampoco. Ni los mensajes secretos, aunque se compruebe la solvencia inmoral de la fuente. En materia de organizaciones terroristas, el factor subjetivo es fundamental. Momentos ha habido en que han dejado chiquito al extremo aquel del Alcoyano que pedía prórroga cuando su equipo iba perdiendo doce a cero. Mientras alguien en ETA crea que parte de la población sigue apoyándole -y hay nueve escaños frescos que lo demuestran- y que, si se diera el caso de su derrota irreversible, el enemigo lo tratará con benevolencia y generosidad, la banda no perderá la esperanza de forzar una negociación política. Por supuesto, nunca han faltado terroristas desmoralizados, con infinitas ansias de descolgarse, pero es muy improbable que se produzca, en las actuales condiciones, una deserción en masa.
Ésta -o su equivalente; es decir, el abandono del terrorismo- sólo tendría visos de credibilidad si se acordase por mayoría abrumadora de los miembros de la organización reunidos en una asamblea, cuyas decisiones fuesen inmediatamente publicadas y ratificadas por su brazo político (PCTV/Batasuna). Quedaría, no obstante, el problema de los refractarios, que podría ser más o menos preocupante dependiendo del número de los mismos y de su control de los recursos comunes (recuérdese lo que ocurrió, por ejemplo, con los grupos disconformes de la VI Asamblea o de la VII de los polimilis, que levantaron en poco tiempo nuevas organizaciones terroristas mucho más mortíferas que las anteriores). En cualquier caso, no parecen darse las dos condiciones para que se planteen la disolución o el desarme; o sea, la ausencia total de apoyo en la población vasca y la inflexibilidad política del Gobierno. La eficacia policial es altamente disuasoria, pero resulta mermada por las expectativas de trato penal favorable, tras el día de la rendición, que alimentan en los etarras el partido gobernante y sus aliados parlamentarios. Los terroristas interpretan tal actitud como un signo de debilidad gubernamental y, además, intuyen acertadamente que implica una disminución de su propio riesgo. Si no se alcanzara el objetivo de la negociación política, siempre quedaría la salida de una capitulación negociada que implicase lenidad a cambio de desistimiento. Es como practicar el funambulismo con red, y no debe por tanto sorprender que ETA, en medio de una productiva campaña de detenciones, se líe a poner bombas. No está pidiendo un respiro ni anunciando una tregua, sino demostrando que este Gobierno no le asusta.
En tales circunstancias, el presidente Rodríguez debería hacer algo más original que tratar de convencernos de que dispone de información privilegiada, sobre todo si no va a compartirla con la oposición ni con su partido. Apostó fuerte y, de momento, el único resultado perceptible ha sido una bomba en San Blas. Si Rodríguez guarda un as en la manga, que lo saque y nos deslumbre antes de que coloquen la segunda. Si no, más vale que comience a desandar el camino cuanto antes, solo o en compañía de sus boyeros y boyeras, tras los pasos de la Vaca Ciega de Maragall (del abuelo poeta), imagen trágica del infalible instinto de conservación.
Jon Juaristi, ABC, 29/5/2005