ABC 27/01/13
· El municipio guipuzcoano considera al etarra en libertad «una buena persona»
· Habla un vecino «Este hombre ya ha pagado. Ha estado en prisión, y regresa ahora muy enfermo. ¿Qué más queréis?»
En Mondragón, como en la mayoría de los municipios vascos, el mundo gira al revés. Entre sus habitantes hay un asesino confeso, y lejos de mostrar rechazo o, cuanto menos reticencias, lo consideran «integrado» porque, «es buena persona». Aquí, en esta localidad del Alto Deba, el «tribunal popular», presidido por Bildu, ha dictaminado que sean las víctimas, también los periodistas, sobre quienes recaiga una orden de alejamiento y, por el contrario, brindan protección al verdugo, Jesús María Uribetxeberria Bolinaga, «Boli», que dispone de escoltas privados y chófer. «Dejadle en paz, es buena gente» proclaman sus convecinos, que ya han comenzado a redactar su particular relato de los últimos cincuenta años, en los que Boli ha sido una víctima del «conflicto».
Gran parte de los poco más de 20.000 habitantes de esta localidad guipuzcoana están indignados tras divulgarse las palabras de Uribetxeberria, en las que asegura que no se arrepiente, pese a reconocer que «causé daño». Indignados pero…, no por la falta de contricción del etarra. No, los habitantes de este mundo al revés que es Mondragón echan chispas porque la cadena de televisión Intereconomía ha divulgado la prueba de cargo que confirma su falta de remordimiento. Testimonio grabado con cámara oculta y, por tanto, sincero.
«No tenéis vergüenza, carroña, que sois carroña», reprocha la cliente de una librería ubicada en la calle Garibai, en plena parte vieja, cuando se le pregunta por la apología que hace Bolinaga de su propio pasado terrorista. «Busca en España, ahí sí que hay corruptos», sentencia sin atender a razones.
Tras la embestida de la mujer, parece aconsejable tomar oxígeno en la cercana iglesia de San Juan Bautista, que celebra estos días su «Semana Bíblica». Un sacerdote supervisa los retoques en el altar por parte de quien debe de ser el sacristán. «¿Cree que Bolinaga debería pedir perdón por el mal causado, como predica el Evangelio?». «¿Qué Bolinaga? ¡Ah! sí, el enfermo», exclama el cura en lo que parece un intento de eludir la respuesta. «¡Cómo voy a contestar a esto!». «Pero, ¿visita la iglesia?», se le insiste. «Por aquí, venir no viene, al menos que yo sepa. Pregunte en la iglesia de aquí al lado». «Ya, pero, ¿qué opina de que Bolinaga haya dicho que no se arrepiente de sus crímenes?» «No estoy al corriente de eso. Pero el arrepentimiento es algo personal, muy íntimo. Es una actitud ante Dios…. Por favor, no me saque en el periódico».
En la «Herriko Plaza» se ubica el Ayuntamiento. Por no izar la bandera de España, su alcalde, Inazio Azkarraga, de Bildu, ha decidido que no ondee ninguna, tampoco la ikurriña o la enseña de la localidad. Eso sí, del balcón principal cuelga una gran pancarta con la palabra en euskera «encausado» y el número que como recluso corresponde a Arnaldo Otegi.
«Este hombre ya ha pagado bastante lo que hizo. Ha estado en prisión, lejos de su pueblo y regresa ahora muy enfermo. ¿Qué más quereis?», comenta una mujer a la entrada de un establecimiento hostelero de la calle Otalora. «¿Bolinaga? Creo que es uno que secuestró hace tiempo a un poli», contesta una joven que aguarda el autobús que ha de llevarla a Vitoria. «Ah, pues no sabía que estuvo secuestrado aquí, en Arrasate (Mondragón)».
ABC 27/01/13