La sentencia sobre Sortu debió hacer ver a los socios de Batasuna que los riesgos de la operación eran muy altos. Apostaron por Bildu y el Supremo los ha dejado fuera. Si el TC no cambia de criterio, habrán sido unos daños colaterales indeseados por acercarse a una izquierda abertzale que todavía no se ha ganado su puesto en la democracia.
Durante el proceso de preparación del nuevo partido de la izquierda abertzale, Sortu, los dirigentes oficiales de Batasuna asumieron todo el protagonismo político, excepto el derivado de la tramitación en el registro del Ministerio del Interior. Querían dejar bien claro que suyo era el impulso de la nueva formación que debía sustituir a Batasuna, aun a riesgo de que esa presencia notoria diera pie a que se considerara a Sortu como la sucesión fraudulenta de un partido ilegalizado. Quienes defendieron que aquel partido debía ser considerado legal argumentaron que era, precisamente, el protagonismo público de Batasuna el que le dotaba de más valor político a la iniciativa por lo que suponía de cambio con la trayectoria anterior.
En la formación de la coalición Bildu, sin embargo, el protagonismo oficial de Batasuna ha sido escaso. La izquierda abertzale ha preferido dejar que fueran sus socios, Eusko Alkartasuna y Alternatiba, los que aparecieran ante la opinión pública protagonizando la creación de la coalición. Sin embargo, a nadie se le escapa que Batasuna ha tenido tanto o más protagonismo real que sus socios en la puesta en marcha de ese proyecto electoral. Y Batasuna sigue siendo una formación ilegal que, como se vio en la sentencia de Sortu, no ha terminado de convencer al Tribunal Supremo de su desvinculación efectiva con ETA.
Los riesgos de aliarse con una formación ilegal como Batasuna, aunque fuera una alianza disfrazada con una presencia abrumadora de supuestos independientes, eran conocidos por los socios de la izquierda abertzale. El secretario general de EA, Pello Urizar, había insistido durante muchos meses en que esa coalición sólo se formalizaría si la izquierda abertzale era legal. El 26 de noviembre de 2010, por ejemplo, declaraba que para que el proyecto estratégico que defendían la izquierda abertzale y EA pudiera desarrollarse «ambas fuerzas tienen que ser legales». Urizar subrayaba entonces que su partido había exigido a sus interlocutores que apostaran por las vías políticas: «Eso ya está aceptado, interiorizado y está en práctica por parte de la izquierda abertzale, pero el siguiente paso es que se convierta en una fuerza legal», añadía. El siguiente paso que se requería en noviembre todavía no se ha dado.
El discurso de EA fue modificándose a partir del anuncio de tregua de ETA y las cautelas que se habían expresado hasta entonces se fueron diluyendo y se formó Bildu sin que la izquierda abertzale hubiera sido legalizada. La sentencia sobre Sortu debió hacer ver a los socios de Batasuna que los riesgos de esa operación eran muy altos, por más que trataran de disimular el papel de Batasuna para disminuirlos. A pesar de ello, apostaron por Bildu y el Supremo los ha dejado fuera de la competición. Si el Constitucional no cambia de criterio, EA y Alternatiba habrán sido unos daños colaterales indeseados por acercarse a una izquierda abertzale que todavía no se ha ganado su puesto en el escenario democrático.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 3/5/2011