ETA, las FARC y el Cesid

 

La narcoguerrilla colombiana congeló sus relaciones con la banda en 2000 por la presión del espionaje español, desvela Florencio Domínguez en ‘Las conexiones de ETA en América’. EL CORREO publica hoy un capítulo.

El canal utilizado por ETA en 1999 para solicitar relaciones oficiales con las FARC es identificado como Alberto Limonta, representante de esta organización en Cuba. Limonta podría ser Alberto Bermúdez, alias ‘el Cojo’, dirigente de las FARC al que en 2007 se le concedió documentación de identidad nicaragüense utilizando los mismos procedimientos [fraudulentos] que se aplicaron en 1990 para conceder la nacionalidad de ese país a miembros de ETA. (…)

Bermúdez, miembro también de la Comisión Internacional de las FARC, donde trabaja a las órdenes de Rodrigo Granda, vivió en Nicaragua en la década de 1980, y allí fue donde mantuvo sus primeros contactos con ETA.

(…) El 2 de noviembre de 1999, durante su estancia en Cuba, recibió una solicitud de ETA, canalizada a través de José Ángel Urtiaga, ‘Tobaneku’, para establecer relaciones oficiales con las FARC, al margen de las de naturaleza operativa, como la referida a la fabricación de artefactos, que se venían manteniendo. La petición fue sometida a debate en el seno de la Comisión Internacional de las FARC. El 20 de enero de 2000, Olga Marín, como encargada del área de Europa, advirtió a sus jefes de la inconveniencia de mantener contactos con ETA en Europa, ya que ello dañaría la imagen de la guerrilla en el viejo continente al verse asociada a una organización terrorista mal considerada por los gobiernos europeos.

Las prevenciones de Marín fueron tenidas en cuenta por el número dos de las FARC, Raúl Reyes, que ocho días después ordenó a Rodrigo Granda trasladar a ETA una invitación, en nombre de la Comisión Internacional, «ratificando que están invitados por la dirección a través de su representante en Cuba. Nos es conveniente que ni Olga ni Juan [Juan Antonio Rojas] se entrevisten con ellos en España, es preferible hacerlo en Cuba o aquí directamente».

A pesar de la respuesta positiva inicial, las relaciones con ETA quedan congeladas apenas cuatro meses más tarde. Al menos, las FARC deciden enfriarlas y dar largas a los etarras, tal y como se refleja en las instrucciones enviadas por Reyes a su representante en Cuba, Alberto Limonta, a quien le ordena dejar «en completa tranquilidad a los de la ETA». «No haga comentarios, sencillamente decir que espera respuesta de su dirección», indica Reyes a su subordinado el 23 de mayo de 2000.

Una semana más tarde, el 31 de mayo (dos días después de que el líder de las FARC se reuniera con un grupo de embajadores, entre ellos el español, en San Vicente del Caguán), Raúl Reyes ordena una casi suspensión de los contactos con los etarras. «Es mejor que haya una retirada decente con los de ETA -le escribe a Limonta-, no tenemos superado el faltante de lo que ellos saben hacer y en cambio nos pueden causar daño político». Mientras paraliza las relaciones con ETA, el número dos de las FARC da vía libre a los contactos con el IRA. (…)

En efecto, a partir de ese momento se abre un periodo de casi dos años en el que las relaciones ETA-FARC quedan congeladas. El motivo (…) hay que buscarlo, seguramente, en las relaciones que las FARC mantenían en esas fechas con el Gobierno español a través de los servicios de inteligencia, el Cesid [el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI)]. España formaba parte del grupo de países amigos de Colombia que trabajaba para favorecer un acuerdo entre el Gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla que pusiera fin a tantos años de guerra civil en el país sudamericano.

Contactos secretos

Las conversaciones de San Vicente del Caguán entre las autoridades colombianas y las FARC contaron con un amplio respaldo internacional. Numerosos países respondieron al llamamiento realizado por las dos partes para estar presentes en el proceso de paz, aunque sólo un reducido número, entre los que estaba España, integraban el llamado «grupo de facilitadores». Aquel aval diplomático proporcionó a la guerrilla momentos de gloria. El 29 de mayo de 2000, el líder de las FARC, Manuel Marulanda, pudo pronunciar un discurso ante embajadores de 24 países, entre ellos España, además de los representantes de la ONU y del Parlamento europeo, que se habían dado cita en la zona de despeje para apoyar las negociaciones.

«El encuentro de hoy con la Comunidad Internacional ha sido posible por invitación especial de la Mesa de Diálogo con el aval del señor presidente de la República, Andrés Pastrana Arango, y el Estado Mayor Central de las FARC-Ejército del Pueblo -afirmó ‘Tirofijo’ en su discurso-. De no haber existido el despeje en los cinco municipios para adelantar diálogos con el Gobierno Nacional y llegar a acuerdos que nos conduzcan a la paz con justicia social y soberanía, habría sido imposible este histórico encuentro, hoy convertido en realidad».

Tras la recepción general, el líder de la guerrilla, como si de un jefe de Estado se tratara, fue recibiendo, uno a uno, en conversaciones bilaterales a los diferentes embajadores.

(…) Además de las actividades canalizadas a través de los servicios diplomáticos españoles, los hombres del Cesid mantenían diversos contactos secretos con los representantes de las FARC con un doble objetivo. Por un lado, ayudar con sus capacidades a conseguir los objetivos que se había marcado el Gobierno de Madrid, como miembro del Grupo de Amigos del Proceso, con vistas a alcanzar la paz en ese país y a reforzar el peso de España en la política latinoamericana. Y por otro, tratar de evitar precisamente que hubiera relaciones entre ETA y las FARC y, además, si era posible, obtener algún tipo de información sobre la banda terrorista vasca.

La comunicación entre la inteligencia española y las FARC era bastante fluida, teniendo en cuenta la desconfianza natural entre una agencia de seguridad y un grupo terrorista y los diferentes objetivos que persiguen. Sin embargo, en 2000 y 2001 se llegó a establecer una relación que los propios miembros de las FARC consideraron satisfactoria.

Las conversaciones entre miembros de las FARC y del Cesid se mantuvieron en Madrid y en varios países de Latinoamérica: México, Venezuela, Colombia y Costa Rica. Este último país sirvió también de escenario para un encuentro secreto entre Phillip T. Chicola, director de la Oficina de Asuntos Andinos del Departamento de Estado de Estados Unidos, y los dirigentes de las FARC Raúl Reyes y Olga Marín, en 1998. El mediador en esta cita entre la guerrilla y Washington fue el político colombiano Álvaro Leyva, ‘el Profesor’, que sería también el puente entre los servicios de inteligencia españoles y las FARC.

El memorándum secreto, posteriormente desclasificado, elaborado por las autoridades estadounidenses sobre la reunión (…) comienza con una descripción física, con estimaciones de la edad, el peso y la altura de los dos interlocutores colombianos. «Reyes dice que es un campesino que ha ascendido en las filas de las FARC y sus pautas de habla y de comportamiento sugieren alguien que no ha recibido educación formal avanzada», señala. «Sin embargo, se expresa bien y de forma clara al discutir los asuntos del proceso de paz, evidenciando un profundo conocimiento de los asuntos del mundo y un conocimiento de los parámetros de las relaciones bilaterales».

Sobre Olga Marín se indica que «su rol formal en la estructura de las FARC nunca estuvo definido, pero es obviamente una estratega y consejera veterana, además de haber sido un comandante de campo». Se indica que «Olga lleva anillo de casada» y que sería la compañera de Raúl Reyes, y se añade que «aparentemente ha vivido en México y Costa Rica, además de haber viajado por Europa con Reyes».

En el encuentro, repartido en dos días, el 13 y el 14 de diciembre de 1998, el representante del Gobierno estadounidense y los de la guerrilla colombiana hablaron sobre una amplia gama de asuntos: la implicación de las FARC en el narcotráfico, los secuestros de ciudadanos estadounidenses, el proceso de paz y las negociaciones con el presidente Andrés Pastrana, los derechos humanos, la reforma agraria y las alternativas de desarrollo, las inversiones, etc.

ETA, tema «muy sensible»

Los contactos entre los miembros de la guerrilla y el servicio de inteligencia español culminaron con la decisión del Gobierno de José María Aznar de aceptar la presencia en Madrid, de manera discreta pero oficial, de dos representante de la guerrilla, Olga Marín y Juan Antonio Rojas, a los que se concedió la documentación correspondiente para que su estancia en la capital de España fuera legal. El 4 de abril de 2001, Marín, desde Madrid, comunicaba a Raúl Reyes la legalización de su situación:
-«Ya tengo la residencia por un año en España, hoy me dieron el documento. La actitud del Gobierno y de la inteligencia es buena. Mañana vamos a concretar con ellos el comportamiento nuestro en territorio español. Creo que hay que amarrar cosas para que no nos vengan con cuentos después. Dicen que no podemos meternos con gente de los ETAS [sic], tema muy sensible en este país».

Olga Marín, que durante su estancia en España utilizaba el teléfono número 34-659024XXX, era consciente de las contraindicaciones que suponía para las FARC cualquier relación con ETA, ya que provocaría la contrariedad del Gobierno español, que les estaba facilitando las relaciones internacionales proporcionándoles un punto de estancia seguro y con papeles tanto a ella como a su compañero Juan Antonio Rojas, que recibió la documentación unos días más tarde.
Madrid se convirtió en la plataforma para todos los contactos internacionales de las FARC en Europa, como reflejan las cartas que Olga Marín eviaba desde España a sus compañeros de Colombia.

(…) Otro signo del trato favorable dispensado a los miembros de las FARC es el hecho de que casi en las mismas fechas, en septiembre de 2001, se organizó el viaje a España de Alberto Bermúdez para recibir tratamiento médico, o el hecho de que la Comisión Internacional encargó a Juan Antonio Rojas que estudiara qué país era más favorable para abrir una cuenta en la que recoger fondos, si Suiza o España. Los agentes de la inteligencia española penetraron en las montañas de Colombia para celebrar un par de reuniones con Raúl Reyes e, incluso, con el número uno de las FARC, ‘Tirofijo’. Esos canales de diálogo fueron utilizados para conseguir la pronta liberación de algunos ciudadanos españoles que habían sido secuestrados por la guerrilla.

La situación de las relaciones con España era muy favorable para las FARC, que sabían que el precio que tenían que pagar por ello era no tener contactos con los etarras. Los agentes españoles se encargaban de recordárselo regularmente, como revela un mensaje enviado por Rodrigo Granda a Raúl Reyes y Olga Marín el 24 agosto de 2001 dando cuenta de un contacto con el representante del Cesid en Costa Rica:

-«’El Profesor’ conoció al encargado de inteligencia de los españoles. Es un hombre joven con diez años de experiencia en la lucha anti-ETA y está preocupado por la posible presencia de etarras en las FARC, lo cual fue tajantemente rechazado y el hombre quedó convencido. Asimismo se le informó que la relación de las FARC con los irlandeses se limitaba a relaciones de índole política».

Posiblemente en respuesta a este correo electrónico, Raúl Reyes envió otro, seis días más tarde, a sus dos subordinados, en el que insistía en la inconveniencia de las relaciones con ETA: «Las FARC no necesitan ayuda como la de ETA ni de otras organizaciones similares, dado que hemos acumulado mayor experiencia que ellos y se tienen concepciones y objetivos distintos».

Ese mensaje suponía la confirmación de la decisión de la cúpula de las FARC adoptada año y medio antes de mantener congeladas las relaciones con ETA, utilizando diversas excusas, para no reconocer que era la contraprestación que la guerrilla tenía que pagar a cambio de la relación privilegiada con las autoridades españolas. En esa época, dirigentes de las FARC que tuvieron algún contacto con ETA apreciaron que esta organización desconfiaba de la guerrilla colombiana por sus relaciones con los servicios de inteligencia españoles.

Cuando en mayo de 2000 Reyes ordenó congelar las relaciones con ETA, acababa de regresar de un viaje oficial que había hecho a España una comisión mixta formada por ocho representantes del Gobierno colombiano y otros tantos de la guerrilla. Entre estos últimos, además del propio Reyes, se encontraban Olga Marín, Iván Ríos y Joaquín Gómez. Los guerrilleros cambiaron por unos días el uniforme de camuflaje y las botas pantaneras por el traje y la corbata, dejando de lado el fusil y adoptando los usos diplomáticos y la palabra como arma.

Condolencias por Buesa

Durante su viaje a España habían sido recibidos en Madrid por el presidente del Congreso, Federico Trillo, por cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores, por representantes de los sindicatos UGT y CC OO y la patronal CEOE, así como por los directores de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Instituto Nacional de la Seguridad Social, que les explicaron cómo funcionaban estos dos organismos.

El Gobierno de José María Aznar dispensó a la delegación un trato protocolario de nivel medio -en Exteriores fueron recibidos por el director general de Política Exterior para América Latina-, pero una parte del programa del viaje se desarrolló en Valencia, donde fueron recibidos con toda solemnidad en el palacio de la Generalitat por el entonces presidente autonómico, Eduardo Zaplana, y miembros de su Gobierno.

El penúltimo día del viaje de la delegación colombiana a España se produjo el asesinato del dirigente socialista Fernando Buesa y de su escolta, Jorge Díaz Elorza, a manos de ETA en Vitoria. Raúl Reyes y sus compañeros, al igual que los delegados gubernamentales, expresaron sus condolencias por el crimen etarra y guardaron un minuto de silencio.

El balance de este viaje realizado por las FARC fue altamente positivo, tal y como lo refleja Raúl Reyes en una circular enviada a los principales dirigentes de la guerrilla tras su vuelta a Colombia: «Es indudable que la ganancia para las FARC-EP es considerable en todos los aspectos -explicaba Reyes-. Logramos consolidar las relaciones políticas que ya teníamos y abrir otras de gran importancia y que debemos atender con especial tino. La presencia de Olga en la delegación permitió presentarnos ante los delegados del Gobierno con un buen trabajo en Europa, al punto que buena parte de las agendas se elaboraron partiendo de nuestros amigos y contactos».

El principal logro que Reyes apuntaba en el haber de la guerrilla era el de haber conseguido un «reconocimiento de beligerancia de facto por parte de cada uno de los gobiernos que tuvieron a bien recibirnos en las mismas condiciones en que lo hicieron con la delegación del Gobierno de Pastrana». La lucha por ser reconocidos como «fuerza beligerante» y no como grupo terrorista o como narcoguerrilla ha sido una tarea permanente del grupo colombiano, que mantiene esa aspiración todavía en la actualidad.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 20/6/2010