Cuando nada cambia en ETA

LA RAZÓN 27/04/13
J.M. ZULOAGA

Nada ha cambiado en ETA. Si se analiza lo que han manifestado los etarras que acaban de ser juzgados, y condenados, por el asesinato de dos guardias civiles en Capbreton, en diciembre de 2007, y lo que decía la banda en el comunicado en el que asumió la responsabilidad de esos crímenes, se observa que la banda, en el fondo, mantiene sus mismas posturas dogmáticas. Si anunció el «cese definitivo», en octubre de 2011, fue por razones tácticas (logró que su brazo político fuera legalizado) y operativas, por los golpes policiales sufridos, en España y Francia.

Ahora, como no ha logrado que el Partido Popular hiciera suyo el resto de lo pactado (con nacionalistas y socialistas) en el «proceso», la banda vuelve por donde solía. Los últimos informes de los expertos antiterroristas españoles, con los que coincide Europol, advierten de que la banda (o un sector) puede volver a cometer atentados. Resultan curiosas a este respecto las declaraciones que ayer mismo hizo uno de los mentores de dicho «proceso», Jesús Eguiguren, en el sentido de que se puede producir una escisión en la banda, quizás por dejar a salvo a los «oteguis» y demás «hombres de paz».

En aquel comunicado, ETA preguntaba al Gobierno francés si «estaba dispuesto a continuar con su apoyo a las Fuerzas Armadas de España», lo mismo que han denunciado durante el juicio los etarras.

Como ha ocurrido ahora, el comunicado hacía referencia al «encarcelamiento de los interlocutores de la negociación», que se había producido con el Gobierno socialista durante 2006 y 2007. Se referían a la detención de unos etarras que participaban en las conversaciones. Durante el juicio, los ahora condenados denunciaron, a través de Ibon Gogeascoechea, que se haya cerrado el «espacio de diálogo» que tenían en Noruega para que los gobiernos de España y Francia se sentaran con los terroristas. Los pistoleros no cambian y, si ellos no lo hacen, los que están del lado del orden y la Ley, de la Constitución, tampoco deben hacerlo. Si los etarras quieren acabar, lo tienen fácil. Lo que ocurre es que, tras su siniestro periplo de muerte y destrucción, pretenden que se les reconozca su contribución a «la paz».