EL CORREO 29/04/13
TONIA ETXARRI
Los socialistas vascos, que controlan sus movimientos, van lentos con el PNV y rápidos con la izquierda abertzale
Cuando los socialistas vascos sacaron ‘tarjeta roja’ al lehendakari Iñigo Urkullu, la pasada semana, para decirle que había perdido el tiempo con su enrocamiento en política presupuestaria, le estaban hablando ya del siguiente partido. El de 2014. Las Cuentas del próximo año que debería estar ya negociando, si no se hubiera retrasado tanto en su empecinamiento por tener unos Presupuestos sin negociación. Con ese toque de atención no se están ofreciendo como socio estable de un gobierno de coalición que prácticamente nadie, a excepción de Ramón Jáuregui desde la distancia, añora. De la forma como Urkullu anunció su fracaso al tener que retirar sus presupuestos (se fue a Bruselas para darse cuenta de que es en Euskadi donde no tiene apoyos suficientes para sacar adelante sus Cuentas) no han querido ensañarse. Se han limitado a desautorizarlo por no haberse atrevido a presentarse ante el pleno del Parlamento.
Pero si los socialistas no tienen prisa ante lo que consideran un «necesario viraje» del PNV en su forma de gobernar, tampoco pretenden poner el acelerador en la pugna por el relevo en la dirección del PSOE. Que ése es un debate doméstico de gran envergadura. Tan es así, que el sanedrín de Madrid no ha tenido mejor ocurrencia que poner el ventilador de las elecciones primarias hacia todos los partidos. «¿Por qué no una ley para que todos los partidos elijan a sus líderes en primarias como nosotros?». A ver si, con algo de suerte, la opinión pública se olvida de sus líos internos, como se olvidó de la crisis de Ponferrada, que en principio, iba a costarle el puesto de portavoz a Óscar López, pero que sigue sentado a la derecha de Dios padre.
Los socialistas vascos, aunque Odón Elorza mostrara su entusiasmo con Eduardo Madina «porque es vasquito», están en su mayoría alineados con Rubalcaba. Por lo tanto, repiten el mantra del momento político. «Ahora no toca» hablar de herederos de Rubalcaba. Pero no es lo que piensa Carme Chacón ni Tomás Gómez, que no ocultaron su malestar en cuanto supieron que el exlehendakari había realizado sus movimientos por las federaciones para pulsar el equilibrio de fuerzas. Insiste Patxi López en que las especulaciones sobre la carrera por la sucesión vienen «de fuera del PSOE», pero basta darse una vuelta por Cataluña para saber que no es así. Con los últimos sondeos metroscópicos, los socialistas vascos insisten en que su problema no se arregla con un cambio de foto.
Y no les falta razón. Carecen, hoy por hoy, de un proyecto claro de alternativa de izquierda que sea capaz de movilizar a la sociedad. Y cada vez que los sondeos de intención de foto les indican que, de la sangría de sus bajas, se podrían beneficiar Izquierda Unida y UPyD, es cuando teorizan sobre la importancia de los debates serenos. Saben que están en el tobogán de caída. Y que, probablemente, en las próximas elecciones europeas, mayo de 2014, seguirán experimentando una considerable fuga de votos. La duda que tienen es si van a ser capaces de esperar tanto tiempo sin presentar a la sociedad un recambio.
En la conferencia política de otoño tendrán que decidir si esperan a la resaca de las próximas elecciones europeas o si aceleran el debate sobre la renovación del liderazgo. Lo que parece claro es que ni la oposición más enrocada desviando sus problemas hacia la crítica al Gobierno de Mariano Rajoy está consiguiendo frenar la fuga de intención de voto. Tampoco los mensajes contradictorios son la mejor opción para retener a los votantes. En Euskadi los socialistas siguen buscando la receta para atraer a parte de esos cien mil ciudadanos que dejaron de creer en ellos en las últimas elecciones autonómicas. Patxi López acaba de decir que «asistimos con perplejidad a una vuelta de Batasuna al pasado». Por eso, precisamente, muchos no entendieron la escena de la entrega del Premio de la Paz, recogido al alimón, por las hijas de Otegi y Eguiguren, con motivo del aniversario del bombardeo de Gernika. Independientemente de los discursos, a muchos les rechinó esa imagen de normalidad compartida. Parecía que los presagios más pesimistas expresados por la hija de Isaías Carrasco hace tan sólo un mes, en el acto de homenaje a su padre –«entiendo que el entorno de ETA proteja a los suyos pero no que algunos que antes estaban con nosotros, ahora parezca que están en el otro bando»– se estuvieran cumpliendo.
Pero no hay que engañarse. La imagen de las hijas de Eguiguren y Otegi cuando aún la izquierda abertzale tiene que dar tantos pasos para renegar de la historia de ETA, removió la sensibilidad de muchos ciudadanos desencantados. Los dirigentes socialistas no se encontraron especialmente incómodos en ese acto pese a que en su electorado perdido se reciba con perplejidad ese salto en el camino. Aquí sí que los socialistas parecen tener prisa en recorrer el camino del blanqueamiento político de la izquierda abertzale. No sólo en las alianzas institucionales en Gipuzkoa, que ya las tienen, sino en cierta convergencia emocional en el relato del fin de la violencia.