La política de tolerancia hacia los etarras en Venezuela les permite relacionarse con las FARC, pero es obligado extremar la prudencia para superar la crisis actual. El mejor camino, que las autoridades de Caracas den pasos efectivos de colaboración en la lucha antiterrorista, tal como se comprometieron en el comunicado del 6 de marzo.
No hay dirigente político en el mundo que tenga tantos conflictos con Hugo Chávez como el presidente de Colombia, Álvaro Uribe. Las relaciones Venezuela-Colombia sufren continuas tensiones hasta el punto de que hace dos años Chávez envió unidades militares a la frontera en una de sus crisis.
Uribe y Chávez están casi en permanente gresca, pero cuando se ha producido el conflicto de Venezuela con España tras conocerse el auto del juez Eloy Velasco en el que se denunciaban posibles connivencias del Gobierno de Caracas con ETA, el presidente de Colombia le ha echado un capote a su adversario: «El hecho de que sea necesario investigar a un funcionario de un gobierno por participación con el terrorismo no quiere decir que ese gobierno o ese estado sean terroristas, ni que estén participando con el terrorismo», dijo Álvaro Uribe al referirse a este asunto.
Estas manifestaciones aluden a un dato contenido en el auto que sería clave en las acusaciones formuladas. Concretamente, a la afirmación de que un civil vestido con una chaqueta con un distintivo de la Dirección de Inteligencia Militar venezolana acompañó a los etarras que acudieron a un campamento de las FARC y que, además, los terroristas tuvieron escolta de militares venezolanos.
Las relaciones entre etarras y miembros de las FARC son antiguas y están sobradamente acreditadas por documentos de las dos organizaciones terroristas, así como por el testimonio de varios desmovilizados de las FARC. Sin embargo, el dato de la presencia de militares acompañando a los etarras procede sólo de la declaración de un testigo protegido, identificado en el sumario como Patxo, que no es miembro de las FARC, aunque hizo trabajos de transporte para este grupo. Es este testigo el único que menciona al supuesto miembro de la inteligencia militar y el único que habla de la presencia de «un grupo de personas armadas que a juzgar por sus conversaciones le parecieron militares venezolanos». El testigo dice que «le parecieron», por lo que la cuestión no debía ser muy evidente. No hay corroboración por otras fuentes, documentales o testificales.
Esa circunstancia obliga a extremar la prudencia en la gestión de la crisis con Venezuela. La presencia activa de autoridades de Caracas en el apoyo a ETA tendría un nivel de gravedad importante, pero la política de tolerancia y permisividad de la que se benefician los etarras instalados en el país tampoco es neutra porque les permite relacionarse con las FARC, como viene ocurriendo desde hace muchos años. Esta segunda opción tampoco es satisfactoria para España.
El mejor camino para superar la crisis abierta sería que las autoridades de Venezuela dieran pasos efectivos para comenzar a colaborar con las españolas en la lucha antiterrorista, tal como se comprometieron a hacer en el comunicado del 6 de marzo.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 10/3/2010