Junto a Patxi López se puede gritar «Aznar facha» sin recibir un codazo. Pero todavía nadie grita «Ibarretxe facha».
Los antibelicistas vascos somos unos frustrados. Uno quería exteriorizar su rechazo a los planes de Bush pero se encontró con la «manifa» del sábado en Bilbao y ante la única opción de coger la pancarta contra la guerra y el derramamiento de sangre entre Madrazo y Otegi, o sea entre Atila y el Conde Drácula, entre el patoso de IU que por donde pisa no vuelve a crecer el voto y ése al que se le ven los colmillos en la Mesa Nacional. Lo llevamos mal los antibelicistas vascos. O no nos podemos manifestar contra la guerra de Irak con los del resto de España o los del resto de España no quieren manifestarse con nosotros contra la guerra particular de ETA Militar.
Uno fue a la concentración del «Basta ya» ante la casa del lendakari, pero allí se gritó poco pese a que fueron varios actores de cine. Uno tenía en la memoria los gritos de Bardem por el megáfono ante las Cortes Generales ¬«¿Aznar, facha!»¬ sin que Patxi López le diera ningún codazo porque «se estaba pasando». Uno pensaba gritar como Bardem, pero allí nadie gritó «¿Ibarreche, facha!». Todavía no sabemos gritar como Bardem y eso que nos va la vida en ello. Todavía no nos hemos librado de Patxi López y sus codazos para que digamos con educación eso de «ETA no, hombre» o «ETA, ya vale, jopé».
A Marisa Paredes y demás peña del cine yo les agradezco que se sumaran a un acto que no sólo denunciaba la iniquidad de ETA sino la responsabilidad del Gobierno vasco. Pero a los pobres se les fue la alegría madrileña en un pis pas y de eso tenemos los vascos la culpa. Se les quedó a todos cara de Imanol Uribe. A ellos tan dicharacheros sólo unos días antes les entró en Vitoria esa tristeza espesa de tarde bilbaína de sirimiri y ese envaramiento pijo y saludón del paseo de la Concha, esa cosa sosa y tediosa como de coro de Santa Águeda o de fiesta de Euskadiko Ezkerra que ha heredado el socialismo vasco. Les entró una melancolía portuaria de taberna barojiana y ya no había nada que hacer. En cuanto vi esas caras de palo supe que estaba todo perdido, que ya los habíamos contagiado, que ya con ellos no tiraríamos jamás la verja de Ajuria Enea.
No tenemos remedio los vascos. Somos de un educado que da asco. Hasta las septuagenarias andaban frustradas esa tarde porque querían más marcha. Es normal que eche de menos la marcha un veinteañero. Pero para que la echen de menos las septuagenarias algo falla en el constitucionalismo vasco. No sólo tienen que venir actores de Madrid sino ir a Madrid nosotros a aprender a gritar como Bardem y a irrumpir con camisetas subversivas en el festival de cine donostiarra y en el Parlamento vasco cuando Ibarreche no se haya podido escapar a Valencia.
Iñaki Ezkerra, LA RAZÓN, 17/2/2003