Compara el autor a unos políticos con otros y se queda con el ejemplo que da cada día Antonio Basagoiti
Tiene gracia la extraña reacción con que algunos medios interesados han acogido la noticia de la presencia de Aznar en la lista electoral de Bilbao para las próximas municipales. En lugar de ver lo que es un buen espaldarazo moral no sólo a Antonio Basagoiti sino a todos los candidatos y concejales vascos del PP, un modo de decir a los amenazados «nos dais igual» y un literal «me tenéis a vuestras órdenes) hay quien anda por ahí intoxicando y haciendo mezquinas interpretaciones de intrusismo que no se ajustan en absoluto a la realidad. Tiene gracia que sea Patxi López quien diga que «lo que importa es patearse la calle» cuando é1 no la pisa y es el más genuino producto de las intrigas y el aire cerrado de los despachillos. Patear la calle es lo que está haciendo en su partido Nico Redondo, que ha demostrado que puede ganarse la vida fuera de la política y que no estaba en esa movida porque no valía para otra cosa. Patearse la calle, los barrios bilbaínos, es lo que lleva haciendo años Basagoiti, como lo han destacado los periódicos de estas últimas semanas.
No puede haber un caso más surgido desde las bases sociológicas, desde el seno de la propia sociedad bilbaína, que este candidato que ha vivido desde niño las amenazas de ETA a su familia y que no ha querido marcharse, dejar Euskadi a los nacionalistas. A Antonio Basagoiti le animó a entrar en el PP Jaime Mayor, quien ahora ve con indudable satisfacción ratificada su apuesta, pero lo que definitivamente le decidió a Basagoiti a dar ese paso a la política fue el asesinato de Gregorio Ordóñez. Hay algo de lo que no se habla y es de la ola de jóvenes que entraron en ese partido tras ese asesinato movidos por un verdadero romanticismo democrático. Hace treinta años los románticos se afiliaban al PC o la CNT. Hoy en Bilbao hay hasta románticos de centro como este que tiene sentido social y quiere dar viviendas a la gente joven y acabar con la corrupción nacionalista. Cosas del laboratorio vasco. No es lo mismo hacerse del PP en Euskadi que en Galicia.
Basagoiti no ha entrado en la política porque no valga para otra cosa. Más bien ha renunciado a otras cosas porque cree que hacer política en el País Vasco vale la pena. Podía estar hoy viviendo en Madrid con un importante puesto en la banca o la empresa privada dados sus contactos y su tradición familiar ligada a la fundación del Central Hispano. Podía estar llevando una existencia cómoda, tranquila, anónima y sin amenazas, pero decidió un día renunciar a todo eso por una vida con escolta y un sueldo de concejal, por quedarse en el País Vasco con su familia para intentar cambiar allí las cosas. A mí me parece que en gente como Basagoiti está la gran esperanza vasca.
Iñaki Ezkerra en LA RAZON, 21/1/2003