Mejor las cosas por su nombre

EL CORREO 02/07/13
PELLO SALABURU

Todo esto mejoraría de forma sensible si llamásemos a las cosas por su nombre. Todo mejoraría, sobre todo para la izquierda patriótica, si aceptase de una vez que ETA ha sido derrotada y que ellos han tenido que cambiar de postulados y comerse muchos marrones para estar donde están ahora, bien sea en ese Parlamento vascongado que tanto han denigrado o en esa Diputación de Gipuzkoa en donde ondea señera la bandera rojigualda, al tiempo que proponen a la consejera de Educación que ni se le ocurra cumplir la ley Wert. Mejoraría tanto que ni siquiera tendríamos que ir repitiendo lo mismo cada vez que todas estas contradicciones quedan a la intemperie de forma tan evidente. Lo malo es que los demás también actúan a veces como si no se creyeran tampoco que ETA, agobiada por la Policía y los jueces, ha dejado de matar.
En todo esto de los diversos planes y ponencias de paz hay puntos de partida que no se deben confundir con los de llegada. Por supuesto, el que acabo de citar es el primero. Y, junto a ese está también el de reconocer, sin componendas ni florituras, que ETA, antes de dejar de matar, ha matado. Y mucho. Que ha secuestrado y que nos ha hecho la vida imposible. Y que, ya puestos, muchos de quienes nos han hecho la vida imposible se encuentran la mar de a gusto dándonos lecciones sobre la paz. Si se reconoce eso, que es como reconocer que a las dos de la madrugada es de noche, se ha avanzado mucho. Porque a partir de ese punto se puede discutir si a las seis de la mañana es ya de día, o seguimos todavía sin poder sacudirnos la sombra nocturna.

Pero la izquierda patriótica se empeña en fijar el punto de partida. Lo hace con convicción, a lo que parece, porque algunos de quienes debían tener estas cosas claras parecen dudar. Y la duda, en este caso, no es que ofenda, sino que contribuye a generar más confusión. Porque los camaleones de la izquierda esta son como la tortuga de la carrera de la que hablaba Zenón hace 2.500 años, nada nuevo bajo el sol. Resulta que Aquiles, aquel que corría como si tuviera EPO, decidió echar un pulso a la tortuga. Pero dado que era tan generoso como algunos de los nuestros lo parecen, decidió que le regalaría a la tortuga la mitad del recorrido. Así que Aquiles saldría desde Bilbao camino de San Sebastián y la tortuga lo haría desde Eibar. Para su pasmo, Aquiles nunca fue capaz de alcanzarla. Para cuando llegó a Eibar, la tortuga había avanzado hasta un punto siguiente X, hasta Elgoibar, por ejemplo. Y cuando Aquiles llegaba a Elgoibar, la tortuga se le había largado otros cuantos metros, de modo que el proceso se repetía una y otra vez de forma infinita. Aquiles no fue capaz de alcanzar nunca a la tortuga, que siempre estaba un poco más allá. Desconozco si esta se volvía de vez en cuando, como pasa aquí, y le daba lecciones: «Es que no te mueves».
Es en ese contexto donde se quieren poner las bases de los planes y ponencias de la paz. Me salto la pregunta impertinente que todos los protagonistas deberían responder: ¿Para qué queremos hacer nada, si ETA no ha desaparecido como tal y la izquierda patriótica no tiene intención alguna en reconocer lo que es una obviedad? ¿Ganamos algo con eso? ¿Nuestra vida va a mejorar en algo? ¿La sociedad va a ser mejor? Bien, supongamos que alguien responde de forma satisfactoria a esas preguntas, empresa no fácil, y nos situamos ya en el siguiente estadio. Ahí es donde empieza, mucho me temo, el procedimiento del ‘post it’: en la reunión correspondiente, las ocurrencias diversas sobre lo que desde hace años se llama misión, se van escribiendo en ‘post its’ de diversos colores que de forma primorosa se cuelgan en las paredes, a la vista de todos. Luego comienza el proceso laborioso de agrupar ocurrencias: «Pues parece que lo que pone aquí encaja muy bien en lo que dice allá». Un ‘post it’ menos. Se van quitando papelitos y al final, cuando queda solo un ‘post it’, sale la brillante idea que hubiera sido imposible de alcanzar de otro modo: «La compañía debe ser uno de los líderes del mundo en la producción y provisión de entretenimiento e información» (Disney); «El hombre es el creador del cambio en el mundo. Por eso debe estar por encima de sistemas y estructuras, y no subordinado a ellas» (Apple); «Traer inspiración e innovación para todos los atletas en el mundo. Si tienes un cuerpo, eres un atleta» (Nike); «Ahorrar dinero a la gente para que viva mejor» (Wal-Mart); «Trabajamos para estar cerca de ti y hacer de nuestro lema ‘contigo’ una realidad. Queremos convertir nuestras tiendas en las preferidas de los consumidores» (Eroski). Son todos ellos pensamientos de hondura inquietante, la verdad, que se van adecuando cada cierto tiempo en nuevas reformulaciones de pensamientos de honduras aún mayores, si cabe, y más turbadoras. Bueno, pues a ese conjunto de palabras llaman misión. A continuación dedican sus esfuerzos a lo que todas las empresas que hay en el mundo persiguen de verdad desde el momento de su concepción: ganar el máximo de dinero posible por el método más rápido y menos costoso.

Pues bien, no sé si nuestra forma tan aséptica de abordar la paz no nos va a llevar a afrontar el tema usando alguna nueva versión del método ‘post it’. Es verdad que en el Plan de Paz y Convivencia aparece la palabra ETA, salvo que me equivoque, hasta en siete ocasiones, en contextos formales muy tipo misión: en cuatro ocasiones asociado a cosas como «cese definitivo de su actividad violenta», «desarme y final efectivo», «fin de violencia» (dos veces); en otra se asocia con la Guerra Civil, con la dictadura y con los contraterrorismos ilícitos; en la siguiente a vulneraciones de derechos humanos no producidos por la banda; y en la última al temor a reescribir una historia justificadora de su violencia. Es una manera ‘light’ de mirar hacia atrás, porque la cuidadosa redacción del plan ha evitado, no por despiste o inocencia, imagino, las palabras ‘asesino’, ‘asesinato’, ‘secuestro’, ‘amenaza’ o ‘extorsión’. Aparece ‘desarme’, pero no así ‘arma’ o ‘armado’. No, por supuesto, ‘banda’. Ni siquiera ‘grupo’, referido a ETA. ¿Se habrá dedicado ETA a robar manzanas en todos estos años?
Creo que los partidos democráticos tienen que estar muy en guardia para no acabar como el pobre Aquiles, que no daba crédito a lo que le sucedía. Lo pasado tiene un nombre, por muchos colores que queramos colocar en nuestras gafas. No renunciemos a nuestra historia y recuperemos el valor de la palabra, llamando a las cosas por su nombre, ese que todo el mundo entiende. Es por lo que siempre hemos luchado, por el uso de la palabra.