La pared y el AVE

 

El plan de Ibarretxe es intrínsecamente perverso aunque sólo sea porque su fracaso puede servir como coartada lara los terroristas. Una ETA que nunca tuvo sentido, y que cada vez es más percibida como un artefacto antiguo, puede encontrar en el fracaso del plan nueva artillería argumental para seguir engañando a gente sobre su supuesta necesidad histórica.

E l muy votado alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, pide que el PNV se centre, razona, respecto del plan Ibarretxe, que no tiene sentido darse con la cabeza en la pared una y otra vez y rechaza a los que, dentro de su partido, piensan que todo se resuelve a base de órdagos, de echarse al monte y de tensar la cuerda.

Tiene Azkuna la virtud de la ironía, es amante de la ópera y en su mandato ha dado ejemplo de pragmatismo, espíritu liberal y gusto por las cosas bien hechas. Así, cuando Azkuna le recomienda a Ibarretxe que «si te das tres veces contra la pared, pues dale la vuelta a la pared y no vayas a la cuarta también contra la pared», el alcalde de Bilbao está haciendo no sólo un certero diagnóstico de la situación a la que conduce el cerrilismo del todavía lehendakari, está proclamando el pragmatismo como argumento básico del buen político, aquél que aspira a resolver razonablemente problemas sin crear nuevos galimatías.

Desde que Ibarretxe empezó con la brillante idea de su plan para dividir a los vascos, no sólo el PNV ha perdido votos de manera constante, han pasado también otras cosas. Por ejemplo, ha cambiado radicalmente la situación económica. Si en tiempos de bonanza los dibujos de Ibarretxe podían verse por algunos vascos sólo como un artificio innecesario, hoy se pueden percibir como una total y absoluta frivolidad. El empresariado y los trabajadores vascos notan en su día a día que las cosas están mal y pueden ir a peor y, en ese momento, sale el presidente del Gobierno vasco y les habla de cosas que no tienen nada que ver, ni por asomo, con los avatares de su gestión diaria. El artificio se puede llegar a perdonar si se ve en él una herramienta para matar el aburrimiento en tiempos de bonanza, pero resulta clamoroso e insoportable cuando choca con una realidad de crisis económica y con un futuro complicado como mínimo.

El choque entre la realidad económica sentida por todos y la irrealidad del delirio prepolítico que plantea Ibarretxe puede acentuar la tendencia a la baja que desde la caída de las elecciones autonómicas de 2005 ha llevado al PNV al batacazo de las últimas elecciones generales, derrotado por los socialistas en los tres territorios e incapaz de ganar al PSOE ni siquiera con la suma de sus dos socios de Gobierno, EA y EB.

Dentro del propio PNV existen destacados militantes que desean con todas sus ganas que Ibarretxe se estrelle cuanto antes para cortar esta hemorragia de votos y volver a la centralidad política. Digamos que en el partido que ha gobernado Euskadi en los últimos 30 años se pueden consentir todos los dibujos menos aquellos que pongan en riesgo el poder. Ibarretxe le sacó las castañas del fuego al PNV en el momento en que este partido más claramente vio que podía perder el poder -en las elecciones autonómicas de 2001-, pero hay quienes piensan que ya ha sido largamente recompensado por ello y que no tiene derecho a poner en riesgo la unidad del propio partido y, lo que es peor, a mandarlo a la oposición.

Será la Justicia la que decida si el plan aprobado con el apoyo imprescindible de un partido que no condena la violencia es o no constitucional, pero antes de que eso se sustancie ya podemos adelantar que el plan es intrínsecamente perverso aunque sólo sea, como ya argumentó Josu Jon Imaz, porque su más que previsible fracaso puede servir como coartada que alimente a la banda terrorista. Una ETA que nunca tuvo sentido, y que cada vez es percibida por más vascos como un artefacto antiguo, puede encontrar en el más que previsible fracaso del plan nueva artillería argumental para seguir engañando a gente sobre su supuesta necesidad histórica. El plan, ya se ha dicho, sigue a pesar de que haya terrorismo y sale adelante con el apoyo de un partido cercano al terrorismo. Dos evidencias que echan por tierra la palabra comprometida por su promotor.

Resulta como mínimo chocante que Ibarretxe, que no ha sido capaz de crear un consenso entre todas las fuerzas políticas sobre algo tan necesario, cargado de futuro, herramienta de progreso, como es el tren de alta velocidad en la Comunidad Autónoma Vasca, sí haya logrado para su plan el apoyo de una fuerza política que está radicalmente en contra del proyecto de ‘Y vasca’. ETA ya ha empezado a atentar contra el tren que nos une, mientras apoya el plan que nos divide. Ibarretxe ha sido incapaz de cohesionar ni siquiera a su Gobierno en torno a un objetivo percibido por la inmensa mayoría de los vascos como algo que sólo puede traer ventajas: la comunicación fluida entre las tres capitales vascas y de ellas con el resto de España. Es fácil encontrar declaraciones encendidas de Ibarretxe a favor de su plan, en verano y en invierno; es muy difícil encontrar, ni siquiera en primavera, testimonios equivalentes de Ibarretxe sobre las bondades de la alta velocidad en Euskadi. No hay más que preguntar a andaluces, catalanes, aragoneses y castellanos para no parar de oír excelencias sobre el tren de alta velocidad y saber cómo ha cambiado la vida de las personas a las que ha llegado. El plan divide y el tren une. Ibarretxe se obceca en lo que separa y olvida lo que nos une.

Me temo que Ibarretxe no va a hacer caso al muy votado alcalde de Bilbao. Me temo que seguirá chocando contra la pared y regando el victimismo, porque ésa es su esencia, su vocación mesiánica. Pero me temo que esta vez puede no salirle gratis esta contumacia, la crisis no admite desvaríos.

José María Calleja, EL CORREO, 22/7/2008