Memoria

EL CORREO 02/09/13
PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

La memoria y esas cosas. Hablamos tanto de ella. Lo hacen los profesores y los analistas, los políticos, los pregoneros. También los esdrújulos portavoces del reverso verdadero del conflicto, con su aire transido y sociológico, con sus camisas raras de cuellito Mao. La memoria, en fin, amenaza con terminar siendo entre nosotros un difuso malabarismo relativo. Y tal vez fuese mejor apostar por Ockham. Entender que lo que pasó fue lo que pasó, y lo que hacíamos los demás mientras pasaba. Esa sencillez difícilmente soportable. Porque para memoria la de los agentes del grupo 5 de la comisaría central de la Ertzaintza en Bilbao que se reúnen cada verano y celebran que siguen vivos. El 31 de agosto de 2002 siete de ellos se dirigían en una furgoneta a garantizar que unos toxicómanos pudieran acceder a un centro de Cáritas en La Peña, donde se les había comenzado a atender, levantando la ira vecinal. Obsérvese que lo que se disponían a hacer esos agentes era una tropelía absolutamente cipaya y neofranquista: asegurarse de que unos yonquis pudiesen ducharse y cenar caliente.
En aquel trayecto a La Peña, a la altura de la calle Zamakola, la furgoneta policial pasó junto a una furgoneta en la que ETA había colocado 30 kilos de explosivos. Estaban listos para estallar en el momento preciso, cuando más daño pudiesen hacer. Era sencillamente la caza del hombre. Y fue aquí, en La Peña, hace diez años. El uso del inhibidor, o quizás solo el azar, impidió que la furgoneta bomba explotase al paso de los agentes. Y los miembros del grupo 5 celebran desde entonces que siguen vivos. Alguno asegura que prefiere no pensar en lo que pudo haber pasado, teniendo hijos pequeños, por temor a que se le vaya la cabeza. Es comprensible. El olvido es una opción individual, pero no es una salida colectiva. Tampoco la tergiversación doliente y pomposa. La memoria no puede ser esa bolita que manejan los trileros del ideal y el subjuntivo. Nuestro pasado es doloroso, pero no es tan complejo. 30 kilos de explosivos y un mando a distancia. Cuantos más semejantes muertos mejor. Sucedió en La Peña, hace diez años. Otra historia de muchas. No hace falta tener tanta memoria.