Democracia real ya, Strauss-Khan y el movimiento ciudadano que recorre España están vinculados con la ‘leyenda’ islandesa, que simboliza el sueño republicano del poder ciudadano. Lo que aquí se dirime emana de la falta de respuesta institucional a los problemas creados por la crisis económica y a una democracia en serio riesgo por la adulteración del parlamentarismo y del Estado de derecho.
Cansancio, desencanto, desilusión, hartazgo y hastío fueron los detonantes de las concentraciones ‘pseudo-espontáneas’ que se celebraron en numerosas ciudades españolas y extranjeras el pasado 15 de mayo. Miles de personas gritaban contra las carencias del sistema democrático occidental, contra sus desprestigiados representantes, contra los responsables de la crisis económica que ha empobrecido a innumerables ciudadanos y contra la exigua minoría que desde sus poltronas se enriquece sin pausa y sin control alguno. Pensar que esto puede ser el principio del fin del sistema actual es muy aventurado, pero lo que nadie puede negar es que expresa algo que todos sabemos, que nuestras democracias hacen agua por todas partes y que los encargados de las reparaciones están muy a gusto en la parte alta del barco sin preocuparse de los esfuerzos que se hacen en las salas de máquinas.
El país que encabeza la falange reivindicativa en Europa es España. La ‘spanish revolution’, tal y como la denominan numerosos medios de comunicación internacionales, se ha extendido por toda su geografía. El pabilo encendido por la organización Democracia real ya, se ha propagado espontánea y rápidamente a gran parte de la sociedad española, la que más cuestiona y padece la precariedad laboral; la que ve en la clase política, en la actual Ley Electoral y en el bipartidismo, que de facto caracteriza el espectro político, un lastre insoportable; la que desea que los poderes económicos sean controlados para no llegar a situaciones como la que se inició en 2008; la que sueña con una democracia diferente.
La grieta abierta el 15 de mayo es una inflexión en la respuesta social a la crisis en España, al desgaste y menoscabo económico, medioambiental, social y político y a las medidas adoptadas para salir de la citada crisis. Pensar que lo que está ocurriendo se inició el pasado día 15 es un error ya que existen numerosos antecedentes que se han ido urdiendo desde tiempo atrás y que se engarzan, muchos de ellos, en la Reforma Laboral del pasado año. Desde Nolesvotes hasta Democracia real ya y sus 40 puntos programáticos, pasando por Avaaz, Actuable, Juventud sin futuro y las marchas del 7 de abril, sin las que no se puede entender el 15 de mayo, etcétera. Actuaciones, todas ellas, que circulan a velocidad de crucero por la Red y que han llegado a los últimos rincones del planeta. Redes sociales, ciudadanos anónimos, ausencia de partidos políticos y organizaciones sindicales son características de las movilizaciones que están sorprendiendo a todos y que, lo creamos o no, son parte del efecto contagio de las que se están produciendo en otras partes del mundo y que están cambiando lo que parecía inamovible.
La réplica al fenómeno ciudadano del gobierno, de las instituciones, de los partidos políticos y de otras fuerzas ‘establecidas’ es un paradigma de su éxito, ya que se limitan a estigmatizar, etiquetar, infamar y minusvalorar las propuestas amparándose en que las lideran peligrosos grupos antisistema. Claro que el sistema vigente también castiga a sus hijos díscolos, y no sólo a los «destructivos disidentes», cuando intentan caminar por una senda diferente de la fijada. El caso de Dominique Strauss-Khan así lo corrobora. El ex-presidente del FMI, acusado de violación y defenestrado a causa de ello, se había buscado muchos enemigos entre quienes controlan el poder económico al variar el rumbo del FMI, al distanciarse de los viejos dogmas sobre los controles de capital y la flexibilidad del mercado laboral y al intentar orientarlo en una dirección más ‘amable’ que no requería que los países abrieran sus economías a los estragos del capital extranjero que llega tan rápido como se va, dejando corrupción, desempleo, desigualdades, industrias dañadas y privatizadas, sindicatos desarticulados y profundas recesiones. La culpabilidad o no de Strauss-Khan está por demostrar, su expulsión de las elites financieras y políticas internacionales es una realidad de la que ya no se sobrepondrá. Mientras tanto, el FMI seguirá imponiendo programas draconianos de austeridad que caerán siempre sobre los ciudadanos, seguirá apoyando que la iniciativa y los intereses privados sean sustentados por políticas de los poderes públicos que tiendan a eliminar lo social y seguirá defendiendo un modelo económico estructuralmente generador de pobreza.
Democracia real ya, Strauss-Khan y el movimiento ciudadano que recorre España poco antes de las próximas elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo tienen una clara vinculación con la ‘leyenda’ islandesa. Leyenda que es una realidad y que simboliza el sueño republicano del poder ciudadano. Leyenda que es un sueño que, al igual que otros muchos a lo largo de la historia, puede ser una realidad. España es el escenario en el que este sueño se está continuando y el movimiento ciudadano que lo está llevando a cabo, aun difícil de caracterizar, choca con la realidad que vendrá después de las citadas elecciones y que será la de mayores recortes sociales y la misma democracia. Lo que aquí se dirime emana de la falta de respuesta de la política institucional a los problemas creados por la crisis económica y a una democracia en serio riesgo a causa de la adulteración del parlamentarismo y del Estado de derecho. El ‘¡Indignaos!’ de Stéphane Hessel se puede estar convirtiendo en algo material y tangible.
(Daniel Reboredo es historiador)
Daniel Reboredo, EL CORREO, 19/5/2011