Nacionalismo y autoayuda

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 22/09/13

· Deseo secesionista hostil «Desbrozado de mentiras, el proyecto secesionista no es proyecto, es deseo. Hostil, por cierto»

· Dejó dicho Ortega en España invertebrada: «No es el ayer, el pretérito, el haber tradicional, lo decisivo para que una nación exista (…) Las naciones se forman y viven de tener un programa para mañana».

Me pregunto si los secesionistas tienen ese ingrediente esencial de su desiderátum, un proyecto constructivo. Ilusión no les falta. La derramaban los pequeños del canal infantil de TV3 con palabras ajenas, sin saber hasta qué punto simbolizaban al nacionalista «de la calle», o, siguiendo con Ortega, a la masa: «Si lo quieren tantos catalanes, España se tendrá que rendir». Luego, canelones independentistas.

La parte de la rendición concitó gran interés y escándalo porque dejaba al descubierto varias miserias nacionalistas: reproducía un término bélico; recogía la tramposa dicotomía España-Cataluña, tan tramposa que hasta un ministro de Exteriores cayó en ella; desnudaba el adoctrinamiento infantil. A mí me interesó más la primera parte de la frase, quizá porque ya estoy acostumbrado a términos hostiles, trampas dicotómicas y adoctrinamientos nacionalistas: «Si lo quieren tantos catalanes…». La parte del pueblo catalán que se considera «el pueblo catalán» ve en la voluntad –una voluntad intensa– la vía de acceso a la independencia. ¿No es entrañable esta convicción, que sólo pudo formular en sus exactos términos una niña?

Queredlo y lo obtendréis. El género de la autoayuda ha hecho mucho daño. Del mismo modo que la sola voluntad no funciona en la vida privada ni en la profesional, tampoco sirve al colectivo para alumbrar naciones, ni mucho menos Estados. De lo que se trata, vuelvo a Ortega, es de saber quién tiene un programa para mañana. El movimiento nacionalista-secesionista catalán, no. Por eso fracasará, amén de otra sustancial razón que, extrañamente, pasa inadvertida: no es mayoritario. Mirad, niños: si tantos catalanes no la queremos, no habrá independencia. En negativo sí funciona, de mayores lo aprenderéis: es la diferencia entre defender la hipótesis fuerte, la que existe, y propugnar la hipótesis débil, la aspirante obligada a realizar todo el esfuerzo.

Unos dirán que España tampoco tiene un programa para mañana. Pero caerían en la trampa dicotómica: si fuera cierto, seguiría tratándose de un problema catalán. Cataluña es parte importante de España y, por ende, comparte, provoca, sufre, goza y refleja las virtudes y defectos del todo. Con especial fidelidad. ¿Catalanizar España? ¿Más? Otros dirán que los secesionistas sí que tienen programa. Ahí está la última pieza de propaganda convergente prometiendo un desempleo en la media europea merced al fin del odioso déficit fiscal. Prometiendo el oro y el moro. Pero ese folleto no es un programa, sino una colección de falsedades, es una proyección patatera basada en la interpretación torcida de una premisa falsa: el mantenimiento en la UE de una Cataluña independiente. Cuesta trabajo entender que se haya tardado tanto en desmentirla. En Gran Bretaña se ocupó del trabajo un entrevistador de la BBC cuando Alex Salmond difundía la misma falsedad. No se necesitó a nadie más para que el líder secesionista escocés agachara la cabeza en el parlamento. Aquí TVE se dedica a difundir alegre y emocionada la cadenita infantil.

Ha tenido que ser Almunia quien arroje el cubo de agua fría sobre las criaturas, cuando sólo hacía falta contarle a la gente –en horario de máxima audiencia, y unas cuantas veces, para los duros de oído– que el cubo ya lo habían vertido Jordi Pujol, Duran i Lleida, Romano Prodi, Durao Barroso, vicepresidentes y portavoces de la Comisión Europea, el presidente del Parlamento Europeo, su portavoz, el Comité de las Regiones. Desbrozado de mentiras, el proyecto secesionista no es proyecto, es deseo. Hostil, por cierto.

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 22/09/13