Plebiscito

IGNACIO CAMACHO, ABC 27/09/13

· Mas se ha hecho un lío con su propia ruta. En democracia las elecciones son siempre una solución, no una amenaza.

Raro concepto de la democracia es el que entiende las elecciones como una amenaza. Así parece deducirse de la última proclama de Artur Mas, que alude al horizonte electoral como una suerte de venganza si el Estado no le concede –que no se lo puede conceder– ese referéndum de autodeterminación en el que ha cifrado la clave de su mandato. Alma de cántaro. Menudo ultimátum éste que toma por situación límite una elemental consecuencia política. Si fracasa tu proyecto estrella no tienes más que dos alternativas: o convocas elecciones o te vas a tu casa. O muy probablemente las dos.

Para rodear de un halo intimidatorio la única salida que le va a quedar a su fuga hacia delante, Mas llama «plebiscitarias» a las elecciones que no tendrá más remedio que adelantar. Se supone así que en ellas los partidos irán con una propuesta explícita, sí o no, sobre la independencia. Ése sería un modo correcto de ejercer el cacareado derecho a decidir aunque tiene el pequeño inconveniente de que plantearía un dilema falso, puesto que la secesión unilateral es tan imposible legalmente como la consulta referendataria. Pero convengamos en que armaría cierto jaleo político. Sólo que no va a ocurrir.

Y no va a ocurrir porque CiU no quiere ponerse a sí misma ante el abismo independentista. Si concurriese a las urnas con un programa de punto único, la separación de España, no se diferenciaría en nada de los separatistas de patanegra y éstos, que ya le están comiendo la merienda, se la zamparían en una calçotada. Además, con alta probabilidad se rompería la propia coalición nacionalista puesto que Unió no parece dispuesta al desafío terminal. Así que Mas volverá a sus casuismos y ambigüedades, al sí pero no pero ya veremos, al soberanismo imperfecto, al confederalismo impreciso. A lo mismo de ahora. Porque, en realidad, las elecciones de 2015, o cuando sean, no se diferenciarán en nada de las de 2012, salvo en que el president tendrá bastantes menos salidas. Ni siquiera hay garantías de que una convocatoria a cara de perro sacase de la ambivalencia al PSC.

El camino que Mas ha emprendido sólo lleva al punto de partida. El bloque soberanista ya existe, y está dividido por la disputa del mismo espacio. Lo único que se puede plebiscitar en esas urnas es el liderazgo de un presidente encerrado en su propio laberinto que sólo busca, con la complicidad pasiva de Rajoy, ganar tiempo. Ambos podrían haber suscrito un pacto tácito a la espera de mejores circunstancias, y en ese ínterim Mas hará la pantomima del referéndum y el Gobierno lo recurrirá al Constitucional para prohibirlo. Luego, al final de la representación, tendrá que haber, en efecto, elecciones. Pero por mucho que en ellas se pretenda dirimir una fantasmal secesión a tumba abierta, lo que estará en juego no será tanto independencia como lo que de verdad interesa al nacionalismo. El poder.

IGNACIO CAMACHO, ABC 27/09/13