El retroceso

EL CORREO 20/11/13
TONIA ETXARRI

Rectificación pedía el PNV. Es una apología de ETA, describía el PP. «Siniestro» que reivindique un pasado de apoyo al terrorismo, se quejaba el partido socialista. Ilegalización, exigía UPyD. Las declaraciones del presidente de Sortu, Hasier Arraiz, el mismo que insultó en sede parlamentaria al portavoz popular Borja Sémper llamándolo «fascista», han levantado ampollas entre los partidos políticos democráticos que, aparte de mostrar su indignación, daban la impresión, a excepción del partido de Gorka Maneiro, de exigir poca cosa más a la izquierda abertzale que una corrección de sus palabras. Pero el representante de Sortu no parece que esté en disposición de enmendarse ni que vaya a entretenerse con la contradicción entre lo que dice ahora y los estatutos que presentó su partido para pasar el filtro de la legalización. Porque las ideas que quiso fijar en su conferencia estaban muy meditadas: reivindicar la historia de ETA. Con sus 840 asesinatos. Y justificar su existencia para que generaciones posteriores crean que la banda tuvo que inventarse en defensa propia. Durante la dictadura de Franco y en democracia.
«Reivindicamos lo que fuimos y lo que somos, lo que hicimos y lo que hacemos», dijo para pasmo de aquellos que siguen creyendo que la izquierda abertzale está a punto de convertirse a la democracia . Ya no es que EH Bildu esté siendo incapaz de aceptar las bases mínimas de deslegitimacion de la violencia necesarias para constituir la ponencia para la paz, sino que Sortu se ha vanagloriado del cruento currículum de la banda. «El problema no ha sido nunca ETA, sino que la reivindicación del derecho a decidir no tiene cabida en un Estado antidemocrático», son las excusas de quienes quieren reescribir la historia. Mensajes que ni el propio Otegi, actualmente en la cárcel, se atrevió a emitir en sus últimas apariciones.
En un momento tan delicado como el actual se empieza a visualizar la colisión de dos discursos sobre quién sale ganando y quién pierde tras la anulación de la aplicación retroactiva de la ‘doctrina Parot’, que aporta bien poco al necesario rescate de la memoria.
Para la izquierda abertzale, que está recibiendo un balón de oxígeno con las excarcelaciones de los presos de ETA afectados por la aplicación retroactiva de la ‘doctrina Parot’, la crónica del «minuto y resultado» no puede ser más gratificante. Lo expresó el propio Arraiz. La cosecha la están recogiendo «en los ayuntamientos que controlamos y en la Diputación de Gipuzkoa». Gracias a la legalización han ampliado su cota de poder en las instituciones; por lo tanto, no le falta razón cuando realiza esa lectura. Se entiende menos, sin embargo, que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en un análisis autocomplaciente, llegue a creer que las excarcelaciones son el reflejo de la derrota de la banda por la sencilla razón de que se sentirán incómodos al haber sido tratados como los violadores y delincuentes de otra calaña. Lo que en realidad les importa a los reclusos de ETA es poder salir de la cárcel, sin arrepentirse, sin pedir perdón, sin colaborar con la Justicia. Y orgullosos de su historia. En muchos casos ya lo han conseguido.