Los ‘abertzales’ atribuyen los últimos actos de violencia callejera a unos pocos

EL MUNDO 28/11/13

· Aseguran que no atienden a las consignas porque no se resignan a que «esto ha acabado».

La izquierda abertzale asegura que hay un grupo de irreductibles asentado mayoritariamente en Vizcaya que se resiste a admitir que «esto ha acabado» y que desafía sistemáticamente las «directrices» emanadas de la dirección de Sortu, en las que se ha pedido que no se celebren actos de homenaje a los etarras beneficiados por la doctrina Parot.

Esa vendría a ser la explicación de por qué las cinco recepciones a presos de la organización terrorista detectadas hasta el momento por la Delegación del Gobierno en el País Vasco y todos los actos de violencia callejera habidos en los últimos días –el último anoche– han tenido lugar en municipios vizcaínos.

Incluso antes de que el Tribunal de Estrasburgo hiciera pública la sentencia que acabó con la doctrina Parot, la izquierda abertzale hizo llegar a los suyos que no era conveniente recibir con grandes alharacas a los presos de la banda. Por varios motivos, algunos confesados y otros no. Porque necesitan mantener el control y esto es más difícil si el protagonismo se lo llevan los etarras que vayan saliendo a la calle. Porque no les conviene que cualquier indiscreción que éstos puedan cometer o el mismo recibimiento como acto político les obligue a definirse. O porque quieren evitar lo ocurrido en su día con De Juana Chaos y que unas declaraciones del preso saliendo de prisión puedan significar la apertura de otro procedimiento.

Y finalmente, porque aunque la izquierda abertzale no lo reconozca, la operación contra Herrira, después de que esta organización hubiese preparado más de 100 actos de homenaje a los presos de la banda terrorista, les hizo albergar algunos temores.

En el caso de la mayor parte de los reclusos, la consigna ha surtido efecto. Pero en Vizcaya hay un grupo que ha seguido tanteando abiertamente hasta dónde podía llegar. «Es que hay algunos que no asumen la decisión de que esto se ha acabado», sostienen las fuentes consultadas por este periódico. «Ha habido pequeñas resistencias», según reconocen, y hay pueblos en los que, a pesar de la tesis general, se sigue hablando de exigir la amnistía y de reivindicar públicamente a los etarras, porque «otra cosa sería dar marcha atrás frente al Estado y bajarse los pantalones».

Según los dirigentes de la izquierda abertzale, los propios presos están pidiendo que sus recepciones sean de «perfil bajo», porque «no quieren tener problemas».

El hecho es que es muy difícil que los dirigentes de la izquierda abertzale no sepan quiénes entre los suyos están generándoles este tipo de contraestrategia. De hecho, el protagonismo de algunos de ellos es muy evidente y han acostumbrado a enfrentarse a los llamados posibilistas de Batasuna en momentos en los que a éstos les convenía mantener su perfil negociador.

En uno de los actos de recepción que más problemas ha generado, el que se celebró en Bilbao para homenajear a Artola, la verdadera protagonista fue Arantza Zulueta, abogada durante décadas de los etarras, que sigue teniendo un ascendiente sobre un sector de las bases abertzales–con las que ha tenido mayor contacto durante años–, que se ha manifestado partidaria de la línea más irreductible en su trabajo con los presos y que siempre que ha podido –a pesar de estar en libertad provisional por un procedimientos de pertenencia a ETA– ha exhibido sus capacidades en este sentido.

No es la única, pero sí es la más reconocible. La izquierda abertzale sostiene que si no aparta a aquéllos que están supuestamente saboteando la directriz que dicen mantener es porque los levantiscos son pocos y su sofocamiento autoritario sería «contraproducente».

El hecho es que empezaron recibiendo en el aeropuerto de Loiu al etarra Piriz, sin demasiado ruido, y se han crecido hasta el acto a favor de Javi de Usansolo. Empezaron pintarrajeando dos sedes del PP y anoche quemaban tres contenedores en Santutxu. Según algunos abertzales, eso es mezclar «las emociones con la política» y el resultado no suele ser el esperado.

EL MUNDO 28/11/13