Una aceptación realista de la nación española, capaz de convivir con un espacio autónomo en Cataluña y el País Vasco, hubiera supuesto un camino más prudente para los esfuerzos políticos e intelectuales del catalanismo histórico.
Enric Ucelay da Cal ha escrito un extenso y detallado estudio consagrado a analizar la génesis y desarrollo de la idea de un imperialismo catalán como intento del catalanismo histórico de resolver su encaje y sus relaciones con el resto de España. Se trata de un muy sobresaliente libro en que el historiador catalán hace gala de un conocimiento excepcional de la vida política y cultural no solamente catalana y española, sino europea y americana de la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX. Una visión internacional que le permite situar muy adecuadamente las intenciones de un discurso imperialista con que el catalanismo histórico, particularmente Enric Prat de la Riba, Francesc Cambó y Eugenio d’Ors, intentaron armonizar la construcción nacional de Cataluña con su contexto español. El punto más polémico del ejemplar estudio de Ucelay es el intento de conectar este discurso imperialista catalán con el imperialismo de inspiración fascista que tuvo una significación política importante en los primeros años del régimen de Franco.
La tesis del estudio es la combinación de dos grandes objetivos políticos en el desarrollo histórico del nacionalismo catalán: la construcción de la unidad cultural hacia dentro de Cataluña con la pretensión de utilizar un proyecto imperial para resolver sus relaciones con el resto de España. Un proyecto imperial en el que destaca siempre, sobre su proyección exterior, el intento de articular unas relaciones en el interior de España capaces de sacar partido de la práctica imperial europea tal como la conoce el continente hasta la Primera Guerra Mundial. Concretamente, se trata de aprovechar la práctica del Imperio Austro-Húngaro, del Imperio Alemán y del Reino Unido como horizonte europeo capaz de desbordar al modelo francés a la hora de inspirar la organización de la vida político-administrativa española.
En esta gran empresa político-intelectual de articular un proyecto integrador para España, llama la atención la dificultad histórica del catalanismo para entender justamente la realidad de una España con la que se aspira a convivir. Prat de la Riba sentó la distinción entre una Patria (Cataluña) y un Estado (España) que va a estar presente en las dificultades históricas del catalanismo para encontrar el esquema de relaciones capaz de solventar la cuestión.
La ausencia de una idea nacional de España, susceptible de armonizarse con una construcción nacional de Cataluña, es el hilo conductor de una empresa al fin fracasada de construir un Estado unido bajo los pliegues de un artificio imperial. Lo que pone de manifiesto el libro de Ucelay es la búsqueda sincera y esforzada de unos cauces de convivencia sin aceptar una idea de pluralismo nacional visible en la vida española desde las últimas décadas del siglo XIX. El empeño del catalanismo en ver el tema como una relación entre una auténtica nación (Cataluña) y una realidad política secular pero estrictamente estatal (España), sin aceptar la viabilidad de un pluralismo nacional en la vida española, el representado por la nación española y las incipientes nacionalidades catalana y vasca está detrás del fracaso de un generoso y esforzado intento de solventar la cuestión nacional española en nuestra vida contemporánea.
Dentro de este fracaso llama especialmente la atención el intento de Francesc Cambó por modificar la vida española mediante la promoción de unos proyectos regionalistas y nacionalistas que dieran verosimilitud al proyecto imperial surgido desde Cataluña. Ante este proyecto regionalizador caben dos grandes hipótesis interpretativas. Que estemos ante un sincero proyecto de modernización política de España auspiciado por el componente regenerador del catalanismo político, o que se trata de un proyecto capaz de institucionalizar el espacio político catalán a través de un intento generalizador de una planta política acorde con el proyecto imperial. El nacionalismo catalán, a diferencia del vasco, entendió la necesidad de operar en España con la intención de crear un marco adecuado a sus aspiraciones nacionales. Justificó esta política en la defensa de un nuevo proyecto de España inspirado desde Cataluña, un proyecto que en definitiva ponía el énfasis en la distinción entre la idea de España y el proyecto de España favorecido por Castilla. Su error consistió en la aceptación de un fantasma que residía más en su imaginación que en la realidad de las cosas: la «España castellana», un hecho que, teniendo siempre en cuenta el peso de la historia, corresponde más al imaginario catalán que a la dinámica de los hechos. La «fábrica de España» (Cataluña) sucumbió a un proyecto de hacer un país a su medida, insistiendo para ello en la tesis del control de España por Castilla, una tesis abonada por las fantasías de Valentí Almirall y Pompeyo Gener, en lugar de llegar a un arreglo con España tal como era, un país que se preparaba para dar el salto a la modernización económica, social y política, y que, tras las difíciles experiencias del primer tercio del siglo XX, daría por fin definitivamente a partir de la década de los sesenta.
Una aceptación realista de la nación española, capaz de convivir con un espacio autónomo en Cataluña y el País Vasco, hubiera supuesto un camino más prudente para los esfuerzos políticos e intelectuales del catalanismo histórico. Por supuesto, la responsabilidad del fracaso no cae únicamente del lado de ese catalanismo. Pero pienso que el estudio de la cuestión, tal como lo aborda Ucelay en su libro, es todavía un ejercicio de reflexión del que puede sacar provecho la actual política española. Y, particularmente, un catalanismo político que permanece, en mayor medida de lo que puede parecer a primera vista, ligado a los logros, pero también a las debilidades, del catalanismo histórico.
Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado de la UNED.
Andrés de Blas Guerrero, EL PAÍS, 25/8/2004