EL MUNDO 14/01/14
· Según el documento requisado en el despacho de Zulueta
ETA ha finalizado su debate interno y ha decidido, lejos de disolverse, «reforzar» su «aparato político» con el fin de «autoasignarse» la función de impulso principal de la orientación de la izquierda abertzale en dicho ámbito. Pretende generar «nuevas mayorías» en la sociedad vasca y lograr el apoyo «internacional» para obligar al Estado a ceder en el «derecho a decidir».
Se erige en protagonista dentro del «movimiento de liberación», recuperando ámbitos que había dejado a su brazo político. «La iniciativa de la organización debe responder a todo el reto de idear la transición y el proceso de cambio que hay que hacer en Euskal Herria», sostiene en el documento requisado en el despacho de Zulueta, que le ha llevado a prisión junto a sus siete compañeros.
«En esta fase es prioritario superar el conflicto, pero hay que dar pasos prácticos en la línea independentista», concreta, y apela a la elaboración de una «hoja de ruta» para conseguirlo.
Esa es una parte del contenido de su último y muy relevante documento, una «comunicación general interna» fechada en diciembre. La importancia del texto es crucial por varios motivos. Primero, porque ETA escribe por primera vez que el debate iniciado tras anunciar el fin de los atentados ha finalizado, y que –con los votos de un 80,2% de sus miembros a favor y del 4,2% en contra– «es definitiva» su decisión de «poner fin a la actividad armada y no crear ninguna estructura dirigida a esta prioridad»; su prioridad son, por tanto, «las labores y funciones políticas».
En segundo lugar, porque fue incautado en el registro de los despachos del KT–el órgano creado por ETA para controlar a sus presos– liderado por la abogada Arantza Zulueta y, dado que únicamente está dirigido a los miembros de la banda, se convirtió de inmediato en una de las principales pruebas incriminatorias contra los ocho detenidos ya en prisión.
ETA realiza un análisis de lo que ha ocurrido en los últimos dos años desde que tomó la decisión forzada de no realizar atentados. En aquellos momentos y, tras perder el pulso de poder con la izquierda abertzale, parecía haber quedado claro que los herederos de Batasuna, es decir, Bildu y Sortu, y todo su entramado organizativo, serían los encargados de dirimir sobre las cuestiones políticas; el papel de la organización terrorista iba a quedar circunscrito a negociar con los Estados «las consecuencias del conflicto», es decir, los presos, huidos, víctimas «de ambos lados» y desarme.
Manipulación del PNV
Sin embargo, en esta «comunicación general interna», ETA llega a la conclusión de que «algunos de los desafíos no se están desarrollando al ritmo y con la firmeza que quisiéramos». Constata que, hace dos años, «con las fuerzas que se tenían, con la colaboración internacional y con la decisión de dejar la actividad armada, los Estados podían haberse movido en la resolución de las consecuencias, pero no lo hicieron» y se han limitado «a bloquear el proceso».
Desde su punto de vista, el trabajo de la izquierda abertzale no ha resultado lo suficientemente fructífero y, aunque diplomáticamente, le reprocha que se haya extralimitado. La izquierda abertzale, en una actitud «lógica en un primer momento», según admite, se centró mucho en solucionar esos problemas de presos y huidos y, por lo tanto, en intentar «romper el bloqueo» de los gobiernos en lugar de dedicarse a su función de «acumulación de fuerzas» o a «materializar el proceso vasco»; sin «percatarse» de que el problema estaba en el procedimiento.
Con el mecanismo de reparto de funciones, «a los Estados se les estaba dando la oportunidad de condicionar el proceso completamente», porque si los gobiernos no se prestan a negociar, los intereses de ETA no avanzan. Y eso es lo que ha ocurrido. Así que propone, sin descartar nada «reflexionar de nuevo sobre toda la estrategia independentista, estructurando el proceso de Euskal Herria, readaptándose para escapar de las trampas de los Estados».
ETA considera que hay que aprovechar la crisis del modelo de Estado y el hecho de que, por culpa de la crisis económica, «el derecho a decidir está extendiéndose como una necesidad más allá de la línea de solución del conflicto», en una alusión directa a Cataluña, a la que menciona de manera expresa: «En esta situación de inestabilidad, el proceso soberanista de Cataluña ha desatado alarmas de la ruptura del Estado; por eso éste tiene que paralizar el desarrollo del proceso de Euskal Herria».
Y pretende aprovecharse de que «el camino a favor de la soberanía es cada vez más fuerte», para conseguir el respaldo de otras fuerzas políticas y económicas. «Impulsando nuevas mayorías en la sociedad vasca (PNV-PSE), multiplicando los acuerdos, tendremos condiciones más adecuadas para obligar a otros Estados y a otros agentes», sostiene.
Sobre el PNV, ETA asegura que es «autonomista»; que «quiere evitar la confrontación con el Estado»; que se escuda tras el PSOE al defender que se necesita el acuerdo de las cuatro principales fuerzas políticas para hacer cualquier cosa y que quiere erosionar a la izquierda abertzale porque sabe que «es el único competidor que tiene». Pero la banda es consciente de que el partido de Urkullu, «está obligado a mirar a su base social y a superar sus contradicciones». «Tiene que hacer una elección estratégica y si se mueve del lado de la soberanía será por la capacidad de la izquierda abertzale para condicionarle», dice ETA y por supuesto propone que sea la izquierda abertzale la que lidere la estrategia.
Para conseguirlo, ésta tendrá que habilitar algo muy parecido a lo ocurrido el pasado fin de semana con la manifestación a favor de los presos: «marcando la agenda política y social de Euskal Herria»; potenciando «la respuesta popular a los ataques que padece Euskal Herria»; marcando la «línea a favor de los derechos de los refugiados políticos y los presos vascos» (movilizaciones populares) o liderando el «movimiento a favor del derecho a decidir».
ETA finaliza el debate con dos puntos más de consumo interno: hace oficial su reconciliación con Iparreterrak, con la que reconoce desacuerdos durante décadas; y, sobre todo, advierte a los suyos de que, en el futuro, tendrá que seguir tomando medidas unilaterales (como la de reconocer responsabilidades) y les pide que no entiendan estos pasos «desde un punto de vista huraño (sic)», como «una concesión al enemigo, que se convierta en una fuente de desesperación». Todo esto formaría parte, según quiere hacer ver, de un cálculo a más largo plazo.