«Escritores, políticos y locutores silencian el nombre España. En el País Vasco es un vocablo maldito y en el resto de España se cita casi en susurros». Lo dice el catedrático e historiador Vicente Palacio Atard, coordinador del libro «De Hispania a España», presentado ayer en Madrid, que recoge la evolución del concepto en 2.200 años.
La denuncia es meridiana: «Escritores, políticos y locutores silencian el nombre España. En el País Vasco es un vocablo maldito y en el resto de España se cita casi en susurros». Lo dice el catedrático e historiador Vicente Palacio Atard, coordinador del libro «De Hispania a España», presentado ayer en Madrid, y lo sostienen 17 colegas, todos ellos catedráticos y académicos de la Historia, que colaboran en esta obra publicada por Temas de Hoy.
España fue una invención de los romanos. Fueron ellos, quienes hace 22 siglos, decidieron bautizar con el nombre de Hispania una realidad geográfica, cultural y jurídica. Desde entonces, el vocablo ha resistido los embistes del tiempo y las invasiones de godos, árabes y franceses. Vicente Palacios Atard y Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia, explicaron ayer sus convicciones de que en la actualidad estamos viviendo «la mayor crisis del del concepto España» a lo largo de estos 2.200 años.
Palacios Atard señaló que «escritores, políticos y locutores ningunean el nombre de España» mientras que Anes criticó la actitud «pueril de muchos que se olvidan de decir España para referirse a este país, mientras en algunas zonas implica un acto de heroísmo».
El libro (a cada historiador le toca desmenuzar cómo era la imagen de España en cada momento) reúne las ponencias de un ciclo que se celebró el año pasado en la Real Academia de la Historia con la colaboración del Colegio Libro de Eméritos, y se publica, según Palacio Atard, en un momento muy apropiado, porque «está en tela de juicio el concepto de nación española como lo demuestra el hecho de que el nombre de España aparece muchas veces minimizado y ninguneado».
Palacio Atard recordó una anécdota que cuenta Manuel Azaña en sus memorias, cuando Juan Negrín le contaba que el primer lehendakari, Juan Antonio Aguirre, no soportaba la palabra España. Hoy, señaló Palacio Atard, se mantiene esta actitud en muchos sectores. «Parece como si pudiera herir sensibilidades de la gente, como si fuera una blasfemia –apuntó Anes–. Así que pensamos que el libro contribuirá a desterrar este miedo».
El «prodigio», como dijo Anes, de conservar la misma denominación 22 siglos comienza cuando los visigodos se asentaron en suelo hispano. Después vino la invasión islámica, que puso en riesgo la conservación del nombre de Hispania (sustituido por Al-Andalus), pero guardado con celo por los mozárabes de Córdoba y Toledo. El libro recorre cada uno de los acontecimientos que determinaron la configuración de España hasta nuestros días. En el capítulo de los nacionalismos, comentado por García de Cortázar, señala que en el País Vasco y en Cataluña se ha terminado por establecer «el espantoso término Estado español», lo que además de manipulación conlleva una confusión entre institución y país.
En este sentido, el historiador Luis Suárez dijo en la presentación que el Plan Ibarreche «es un salto atrás» y que «conlleva un empobrecimiento», mientras que Anes aseguró que dicho plan «no respeta la Constitución y supone una falsificación de la historia y de la realidad». Anes, no obstante, se mostró optimista y vaticinó «una larga vida» al concepto de España «porque es lo que más nos conviene a todos, y al final eso es lo que acaba imponiéndose». Vicente Palacio Atard defendió que en otra época «no resultaba incompatible sentirse vizcaíno y español».
El director de la Academia de la Historia aprovechó para criticar que el informe que elaboró esta institución hace dos años sobre la manipulación en la Enseñanza Secundaria en España «sigue vigente porque no se ha corregido nada de lo que allí se denunciaba».
Otros autores que participan en el libro «De Hispania a España. El nombre y el concepto a través de los siglos» son José María Blázquez, Eloy Benito Ruano, Julio Valdeón, Ricardo García Cárcel, Miguel Artola e Hipólito de la Torre, entre otros. Todos, señaló Anes, han trabajado «con rigor histórico y libertad de espíritu».
LA RAZÓN, 2/3/2005