EL MUNDO 21/04/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
«Euskadi mira a Europa. Lo hace hoy como lo hizo siempre». Es el comienzo del manifiesto con el que el PNV saluda al Aberri Eguna, el Día de la Patria. Es cierto que lo había hecho siempre. Con Alcide de Gasperi y los democristianos antes de la UE.
A mediados de los años 80, lo que ya empezaba a ser la Unión Europea era llamada La Europa de los Doce y su bandera era un círculo de 12 estrellas sobre fondo azul. Antes de que supiéramos quién era un tal Mas y que un cortesano suyo llamado Francesc Homs era el que dictaba las normas de entrada, el PNV hacía campaña para convertir a Euskadi en la decimotercera estrella de la bandera europea, la treceava decían algunos burukides, más partitivos que terminales. Nunca hubo una decimotercera estrella. Hoy, la bandera de la UE tiene 28 miembros, pero sólo 12 estrellas.
El Aberri Eguna es una fiesta que cae en Domingo de Resurrección por la Pascua de 1882, en que a Sabino Arana le reveló su hermano Luis que él no era español. Se celebró por vez primera en 1932, pero la guerra y la dictadura la interrumpieron 40 años, qué casualidad. Esta Semana Santa he visto Los Diez Mandamientos y, mira por dónde, es el tiempo que se tiraron dando vueltas por el desierto los hijos del otro pueblo elegido por haber hecho el minga alrededor de un becerro de oro. Durante el franquismo, las familias nacionalistas lo celebraban en casa, quemando una banderita española de papel a los postres del ágape pascual.
Ayer, Iñigo Urkullu era entrevistado en El Correo por Olatz Barriuso, una buena periodista que, urgida por la festividad del día, le preguntaba por su reivindicación como lehendakari en el Aberri Eguna: «Aspiro a que algún día podamos celebrarlo (…) todos, quienes somos nacionalistas vascos y quienes no se sienten así, pero entienden que este pueblo tiene una identidad propia».
Ese día ya pasó. Urkullu era muy joven y tal vez no lo recuerda, pero en 1977 se celebró el primer Aberri Eguna legal, con el PNV encabezando en Bilbao una manifestación en la que llevaba detrás otros partidos y sindicatos. Los nacionalistas tienen una querencia innata a huir de los consensos y debieron de pensar que algo iba mal si tanta gente les seguía. Aquel mismo año crearon el Alderdi Eguna, el Día del Partido, el último domingo de septiembre, para poder estar gozosamente solos en las campas.
No añore Urkullu lo que ya tuvieron y perdieron. Hoy, ni siquiera lo celebran juntos todos los nacionalistas: el PNV lo hace en la Plaza Nueva de Bilbao y Sortu en Pamplona. Aquella enorme manifestación de 1977 se ha quedado reducida a un mitin bajo una carpa con 1.000 sillas y una comida para otros tantos comensales en el Arenal. No eche de menos el lehendakari lo que dejaron escapar por sectarismos y sinécdoques: por resumir siempre la idea de patria en el partido. La Euskadi que pudo ser se les quedó en Macondo y ya sentenció Gabriel García Márquez que «las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra».