Javier Elorrieta (Sestao)
Cuando creíamos saber todas las respuestas,
nos han cambiado todas las preguntas.
Van cambiando los intermitentes
y diminutos trazos cartográficos.
Las naciones se mueven
en mapas de agitado caleidoscopio.
Como si fuerzas de ideológicas prestidigitaciones
movieran los ríos y los montes,
como si la sangre tuviera
la telúrica fuerza indomable de la locura,
que el hombre,
pobre errático, no previó.
Norte y Sur,
Este y Oeste.
Una rosa de vendavales sois,
ya locos puntos cardinales,
donde sólo el sol y la noche,
y los mares y los continentes,
permanecen en el geográfico desconcierto.
(Serio momento
el que para algunos parezca casi peor
que se hayan caído los muros.
Y no puede ser).
Conferencias de siglas reunidas
que se repiten.
Aconteceres de un guión imposible,
desatados al galope
por un escenario planetario.
Jinetes de la Babélica confusión somos,
torpes y descorazonados actores,
confundidos en los papeles estamos
por los apuntadores del desconcierto.
Y emergen nuevas plagas por doquier;
los tiñosos pensamientos
pasean orgullosos y uniformados;
sacan pecho los adversarios de la cordura;
chapotean sin rubor nuevos sapos
en las charcas del simbolismo;
fanfarronean patrióticos predicadores
de sangre y fuego.
Apologistas
fundamentalistas del más allá
siguen, con sagrada compostura,
enterrando espíritus y vidas.
Y con desconcertados ojos miramos alrededor
y una lejana negrura perfila la perspectiva,
y una desazón nos atenaza,
un vértigo de pasmoso vacío nos acoge.
Prudentes y enmudecidos, turbados,
(incautos incluso y perdidos)
esperamos una luz,
un claro espejo agorero,
una reconfortante respuesta de profecía,
una esperanza de claridad proyectada
hacia el tiempo que ha de venir.
11/12/2002