Enredos de Aberri Eguna

Es de justicia reconocer que la reforma de la ley anunciada para evitar listas que apoyen a ETA en las próximas elecciones puede despejar dudas. Pero quizás no sea suficiente. Quizás el Gobierno de Zapatero tenga que hacer algún gesto en el Congreso de los Diputados para cerrar la mínima sospecha de que vuelva a dejarse tentar por los atajos de ETA.

El calentamiento de motores que provocó el PNV para animar el ambiente de su fiesta de Aberri Eguna y, sobre todo, para desviar la atención sobre los casos de dirigentes alaveses imputados en acusaciones de corrupción y blanqueo de capital, se quedó en una celebración anodina, rutinaria y escasa de motivación. Demasiado ruido previo para tan poca pólvora. Quizás los dirigentes nacionalistas temían que la primera fiesta de la patria vasca alejados del poder después de 29 años no movilizaría ya a sus seguidores. Unos fans tan acostumbrados durante todos estos años a enarbolar la bandera del lehendakari de turno, nacionalista por supuesto, crucificado por la hostilidad del Estado centralista.

Pero siempre hay una primera vez. Y el PNV, en vísperas de la convocatoria del Aberri Eguna, se sintió tan desarropado de poder que subrayó que la fiesta se iba a celebrar «por primera vez sin lehendakari». Ésa fue su expresión. Con el ánimo de agudizar la frustración y polarizar el sentimiento de sus militantes contra Patxi López que es quien gobierna ahora en Ajuria Enea. Pero la noticia no era ésa. ¿Cómo va a participar un lehendakari constitucionalista que no comulga con el sentimiento identitario de pueblo en un acto de celebración ‘patriótica’ de una comunidad que ya tiene, por decisión parlamentaria, el día 25 de octubre como fiesta conmemorativa y reivindicativa del Estatuto de Gernika? .

En las filas del PNV hay muchos dirigentes relacionados con el oficio periodístico. El propio Andoni Ortuzar en sus tiempos de cronista, antes de su etapa al mando de EiTB, habría titulado con toda claridad que por primera vez se celebraba un Aberri Eguna bajo un gobierno no nacionalista. Pero ahora se trataba de enredar. Con un doble motivo: desviar la atención sobre los cargos de su partido en Álava sospechosos de corrupción y desestabilizar al Gobierno de Patxi López apoyado por el Partido Popular de Antonio Basagoiti.

En el primer objetivo no acompaña el éxito porque la realidad es tozuda y siguen apareciendo datos incriminatorios sobre los acusados del PNV de Álava que, aún amparados lógicamente por la presunción de inocencia, han debido apartarse de la vida pública, como otros casos en otros partidos, para no dañar la imagen de su formación. Del intento de desestabilizar al Ejecutivo de Patxi López no está todo dicho. Cualquier nota disonante es buena para generar dudas. La referencia de Iñigo Urkullu, como la de Erkoreka en un principio, a la credibilidad de Mayor Oreja cuando habla de terrorismo no podía haber sido más maquiavélica. Sigo opinando, y así lo escribí, que Mayor Oreja se equivocó cuando escenificó su teoría sobre la negociación entre los socialistas y ETA sin aportar más datos que su propia convicción y, precisamente, en un momento de intensa persecución policial y judicial. Con el paso de los días cobra fuerza la certeza del error, aunque la tesis elaborada desde hace mucho tiempo esté sustentada en la desconfianza que genera un Gobierno que ya negoció con la banda.

No sólo los hechos , de momento, han ido avalando la tesis contraria a la complicidad del Ejecutivo con ETA sino que la instrumentalización del ex ministro de Interior por parte del PNV indica que Jaime Mayor, la ‘bestia parda’ del nacionalismo, ha provocado el efecto contrario al que seguramente perseguía. Ya se sabe que la política provoca extraños compañeros de viaje. La denuncia de Mayor al hablar de «aliados potenciales» entre el Gobierno de Zapatero y ETA tenía su punto de perversión. Pero que el PNV, para deslegitimar al Ejecutivo vasco, sea capaz de arrimar el hombro a la tesis de Mayor, es una paradoja interesada. Porque de lo que no cabe ninguna duda es que si en este momento el PSOE estuviera negociando con ETA, el PP de Basagoiti estaría obligado a retirar su apoyo a López. El gobierno constitucionalista se iría al traste y, desde luego, ese sería el momento de gloria para el PNV.

El tiempo irá situando a cada cual en su sitio. Desde luego, el partido de Urkullu tiene que ingeniárselas para movilizar a su gente con otros señuelos. Sobre todo teniendo en cuenta que los nacionalistas de variado cuño celebraron por separado su día por definición. Y el PSOE, en Euskadi, no puede pensar sólo en clave electoral. Se sabe que a Zapatero no le entusiasma que Patxi López esté sostenido por el partido que en el resto de España es su adversario natural. Pero la sensación de que estamos cada vez más cerca del final de la pesadilla terrorista, después de tanto cerco policial y judicial, la tiene la propia banda. No hay más que ver sus movimientos y leer sus comunicados para entender que está pidiendo oxígeno.

El ministro de Interior insiste en que, esta vez, no cometerán los mismos errores. Y es de justicia reconocer que la reforma de la ley anunciada para evitar listas que apoyen a ETA en las próximas elecciones puede despejar dudas. Pero quizás no sea suficiente. Quizás el Gobierno de Zapatero tenga que hacer algún gesto en el Congreso de los Diputados para cerrar la mínima sospecha de que vuelva a dejarse tentar por los atajos de ETA.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 5/4/2010