VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 06/11/14
· Aunque las elecciones generales se celebraran mañana mismo, la fotografía que resultara de esos hipotéticos comicios no sería ni de lejos parecida a la que nos ha dejado ayer el CIS sobre la mesa. Lo cual no es ningún consuelo porque el retrato de la sociedad española que ha hecho el Centro de Investigaciones Sociológicas es una imagen borrosa, pero cierta, en la que los individuos presentes en el cuadro se mueven sin cesar en direcciones distintas o deshaciendo lo andado para situarse en el lugar que antes habían rechazado.
Lo que ha dibujado el CIS es un hormiguero deshecho por una pisada y en el que la fila de hormigas religiosamente respetada hasta el momento estalla en mil direcciones y, repentinamente, en lugar del orden continuo y eterno, se instala en ella el caos.
Esa era la situación de la opinión pública española en el instante en que se hizo le encuesta. Y habría sido aún más caótica y sorprendente si se hubiera realizado después de que los electores hubieran tenido noticia de las detenciones de la operación Púnica, que se han llevado por delante a un buen puñado de alcaldes y al ex número dos de la ex presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. Y eso que este asunto no ha terminado todavía. Aún veremos más cosas y de mayor gravedad.
La conclusión evidente es que no es la crisis, ni mucho menos, la que ha dado estos resultados en la encuesta de opinión. En crisis llevamos más de cinco años y, durante los tiempos más duros, los dos grandes partidos, incluso los pequeños, jamás se han desplomado de la manera que lo han hecho ahora. Y precisamente cuando parece que empezamos a levantar levemente la cabeza, es cuando los ciudadanos levantan también la voz y con un grito atronador mandan a paseo a sus antaño referentes políticos y traen a primer plano de la escena a unos señores de los que no conocen programa, ni cuadros, ni nada más que unas cuantas caras, tres o cuatro todo lo más, que salen por televisión.
Ellos son los que recogen toda la inmensa ira ciudadana. Son el cesto en el que cae la cosecha de la cólera. Pero pueden llegar a convertirse efectivamente en tercera fuerza política –tarea para la que, por cierto, no están ni remotamente preparados– si los partidos tradicionales siguen tolerando impávidos que la población se deslice por la pendiente del escándalo, la decepción, el asco y el repudio total hacia la actividad política en su conjunto, que es lo que siente ahora. Tienen una tarea urgentísima por delante y la necesidad, y la obligación, de meter cuanto antes el cuchillo hasta la empuñadura en sus organizaciones y en sus comportamientos hasta que realmente se compruebe que han aprendido y que han cambiado. Tienen muy poco tiempo para eso. De no hacerlo así, el retrato borroso de hoy se convertirá en una foto nítida con unos perfiles desastrosos para el país. Y ellos tendrán la culpa.
VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 06/11/14