El blindaje gubernamental, conceptualmente hablando, es un producto vasco, con label. Nuestro Gobierno -dicen- está blindado. ¿Blindado contra quién? No contra la oposición, que se basta a sí misma para autozancadillearse; blindado contra sí mismo, contra sus miembros: un Gobierno que expresamente se protege contra lo que se hagan los partidos que lo forman.
La política vasca es de natural creativa. De su chistera salen innovaciones, ocurrencias, pequeños detalles que se van incorporando a la cultura universal. ‘Proceso de paz’, ‘Estado libre asociado’, ‘diálogo y negociación’, ‘mesa’ (de partidos) -todo ello concebido como la repanocha del avance democrático-, ‘auténtica democracia’, ‘normalización política’, ‘kale borroka’, ‘lucha armada’, ‘zulo’ Resultan innúmeras las aportaciones conceptuales que los vascos de nuestra generación han hecho a la política. En esta facundia renovadora impresiona la última contribución: tenemos un Gobierno ‘blindado’. La idea es novedosa y conviene anotar su origen local, vernáculo, que luego salen muchos buitres por ahí que se apoderan del invento. Pues no: el blindaje gubernamental, conceptualmente hablando, es un producto vasco, con label de calidad y oriundez. Nuestro Gobierno -dicen- se ha blindado ante cualquier contingencia, pues quiere seguir, seguir, seguir Ha encarnado entre nosotros con profunda voluntad de permanencia, que el porvenir sea tripartito, todo el futuro de felicidad que podamos imaginar.
Esto de blindar al Gobierno -o, mejor, que el Gobierno se blindaba- empezó a oírse poco antes de las elecciones municipales y forales, paradójicamente cuando comenzaba a hacer aguas la Santa Alianza Tripartita. Por entonces EA e IU daban ya en jugársela al PNV. De ahí surgió otra fenomenal singularidad vasca: los peces chicos se comen al grande. En las vísperas electorales se atisbaban apuros para el régimen, por intuirse efectos de los chanchullos hacendísticos, o porque hasta desde las alturas se percibía que la gente anda ya cansada de lo que hay, de las mismas caras y de la sempiterna revolución nacional a punto de liberarnos. Entonces se supo por vez primera: el Gobierno vasco se había blindado. Se entendió que no harían mella en él los desastres electorales. Así fue.
Consumados éstos, se repitió una y otra vez: el Gobierno se ha blindado. El concepto resultaba oscuro al principio, por nuevo. Luego quedó claro: los componentes del tripartito pueden hacerse entre sí las barrabasadas que quieran, pero aun así seguirá en el Gobierno la triple alianza sacrosanta. Y, efectivamente, así sucedió. Al elegir a alcaldes y diputados se hicieron todas las traiciones a su alcance, los pequeños empeñados en comerse al padre. Menos mal que les vino a echar una mano la genialidad negociadora del PSE, que consiguió premiar el peor resultado del PNV con su mejor posición en los gobiernos forales, una recompensa bíblica, el diez por uno: el tripartito maquilló así el desastre y los navajeos. Alguna magulladura quedó, pero, Gobierno blindado al fin, esto no les impidió escarbarse en las heridas, los unos a los otros, echarse sal en ellas, culpar del desaguisado a los demás y reconvenirse mutuamente por no seguir la recta línea. Los más indignados han sido los peces chicos, pese a que su contribución en votos es con mucho la menor y sus judiadas, mayores. Y es que son los que suministran la doctrina al tripartito. Acompañan las puñaladas traperas con genuflexiones y protestas de lealtad suprema a la Alianza y a su Jefe, que en esto calla.
De esta curiosa forma se garantiza la solidez del régimen, cuando parecía flaquear, por la vía de contar con un Gobierno blindado, institución que, pese a su novedad, ha demostrado ya ser útil en esta coyuntura de lesa patria. Hay ya jurisprudencia para saber en qué consiste. Quiere decir que no importará lo que pase en el mundo o en el País Vasco, que no le importará qué hacen sus componentes, que al Gobierno plim, pues duerme sin fin. Que la realidad le resbala. Está blindado. ¿Blindado contra quién? Ahí está la madre del cordero. No contra la oposición, que se basta a sí misma para autozancadillearse. El Gobierno tripartito está blindado contra sí mismo, contra sus miembros, contra los partidos que lo forman, contra sus componentes. Blindado contra la realidad política y dando manos libres para que cada cual campee a sus anchas. Es lo nunca visto: no un Gobierno de tres partidos cuya alianza se renueva día a día por la confianza mutua entre sus miembros, sino un Gobierno que expresamente se protege contra lo que se hagan éstos. Puede el PNV tener la deriva que quiera, hasta moderar su puesta en escena, EA e IU seguir con su radicalismo, pero da igual, el Gobierno está blindado: nada le detendrá, seguirá su camino y el rumbo que se ha impuesto.
Por eso, cuando los del PNV se cabrean porque sus coaligados se pasan de la raya, sus broncas se asemejan a las admoniciones del padre prefecto a los niños del colegio, que no seáis malos. Éstos, respondones, ni siquiera agachan la cabeza para disimular. Le contestan airados que ellos hacen lo que quieren, y que más le valdría al padre prefecto seguir su ejemplo y su guía. Pues están blindados.
También puede ser que sus miembros crean que el término se refiere a un blindado como los del ejército, un tanque, y entiendan que pueden avanzar a su libre albedrío y por doquier sin que nadie les haga pupa, pero disparando a diestro y siniestro.
O sea, significa que el Gobierno se ha autonomizado, que se ha convertido en algo independiente a sus miembros, al margen de éstos, y que puede hacer de su capa un sayo: hasta proponer referendos aunque no lo quieran los suyos. Se ha logrado la perfección, un Gobierno autónomo en el pleno sentido del término, autónomo frente a los partidos que lo componen y quizás frente a la realidad. En nuestro sistema de partidos ha surgido un factor que funciona al margen y con una inmensa capacidad de hacer la pascua a los ciudadanos.
Lo del blindaje del Gobierno se les habrá ocurrido a imitación de lo que hacen las empresas, cuando contratan a alguien y le blindan o hacen lo mismo con algún contrato de envergadura. Pero estos casos no quieren decir que no puedan disolver el convenio, sino que de hacerlo se pagará un precio altísimo, un pastón. Convendría saber cuánto cuesta deshacer el blindado del Gobierno tripartito, pues seguro que en esto vamos a escote. Más que nada, para saber a qué atenernos.
Manuel Montero, EL CORREO, 31/8/2007